No pocos me han consultado qué pienso de los retiros de los fondos acumulados en las AFP. Mi respuesta tiene distintas vertientes. Como en todo, depende del cristal con que se mira y desde dónde. Por mi parte no he hecho retiro alguno, y la razón es simple: no he tenido necesidad de hacerlo, pero distinto sería el caso si no tuviese ingresos suficientes para subsistir, o tuviese a mano usos alternativas más rentables de mis recursos que los que me proveen las AFP.
Que no haya efectuado retiro alguno no implica que esté en contra de los retiros ni que estoy a favor de las AFP. Entiendo los retiros como un recurso extremo dadas las circunstancias que vive el país, donde muchos han visto disminuidos fuertemente sus ingresos mientras sus compromisos financieros se mantienen incólumes. Particularmente para quienes no han podido acceder a los beneficios estatales, los que moros y cristianos reconocen como insuficientes y tardíos.
Los retiros tienen consecuencias no menores que parecen no aquilatarse debidamente. Entre quienes se encuentran en activos, a futuro les significará una pensión menor, y entre quienes ya están pensionados, una disminución en la pensión que ya reciben.
El país están en condiciones, a través del Servicio de Impuestos Internos (SII) de saber a quienes no les llegan los beneficios estatales que tanto se pregonan y quienes tienen ingresos insuficientes para subsistir, y por tanto, a ellos se les debe autorizar tantos retiros sean necesarios. No así a los demás.
La aprobación o rechazo de un cuarto retiro que está en debate en el congreso nacional se ha estado planteando no solo en reacción a las penurias que no pocos atraviesan, sino que también en reacción al sistema previsional simbolizado en el movimiento No + AFP.
Sin embargo, el tema es más profundo. Las AFP son parte del problema, pero no es todo el problema, ni siquiera es el fondo del problema. El lector se preguntará ¿cuál es el fondo del problema? En mi opinión, las bajas remuneraciones del grueso de los mortales. Un ingreso medio por debajo de los $ 500,000 mensuales lo dice todo. Con dicho ingreso mensual ¿qué pensión relativamente razonable podemos esperar? Y si a ello agregamos que quienes perciben ese volumen de ingresos suelen ser los más propensos a vivir períodos no menores de desempleo, y por lo mismo meses sin cotizaciones. Si a esto le sumamos el alto nivel de informalidad laboral, donde no se efectúa cotización alguna ¿qué podemos esperar de las AFP o de cualquier otro modelo previsional?
Ahí está la madre del cordero! No podemos pedirle peras al olmo! Lo primero es lo primero, que no es otra cosa que el modelo laboral imperante, donde existen distancias siderales e insostenibles entre los ingresos mínimo y máximo al interior de las organizaciones; donde existe una alta tasa de informalidad y largos períodos de desempleo en los que no se cotiza. Mientras no resolvamos esto, cualquiera sea el modelo previsional que tengamos seguirá siendo desastroso para la mayoría.
Resuelto esto, tiene sentido hincarle el diente a un modelo previsional basado en el individualismo, en la discriminación entre civiles y los inmortales miembros de las FFAA, de Carabineros y de la PDI, y con una paupérrima dosis de solidaridad dada por un pilar solidario que es capaz de sonrojar a cualquiera.
Mientras tanto, como para emborrachar la perdiz, celebraremos las fiestas patrias debatiendo en torno al cuarto retiro. Una vez más, la atención la centramos en lo urgente, en vez de lo importante.