Lo primero es votar. Usted no está de visita en este país, y todo lo que se decida le va a afectar, le guste o no, a usted, a su familia y al lugar donde trabaja. En definitiva, hacerse el leso y no votar es la peor de todas las decisiones. Y si no le gusta ningún candidato vote por el que le desagrada menos.
Si está dudoso, pregúntese por las cosas importantes de su vida. Recuerde que estamos hablando de a quién le entregamos el mando del país, que va a influir desde su salud hasta su billetera, pasando por su trabajo y su seguridad personal.
La primera pregunta es: ¿si necesitara una cirugía delicada, a qué candidato le confiaría su vida? Yo buscaría un doctor con experiencia, conocimiento y buen pulso. Me daría lo mismo si es simpático, lo que busco es profesionalismo. Pero respeto que haya otros que puedan querer un doctor más empático, temerario, amante de las exploraciones, que comunique bien; así, cuando deje la crema, lo va a explicar clarito en algún matinal.
La segunda: ¿cuál de los candidatos me gustaría que educara a mis hijos? Acá yo pensaría en una persona que sea un buen ejemplo de vida, que sea maduro, responsable, que ojalá tenga otros hijos, que trabaje mucho pero que tome y consuma poco, y que haya terminado las cosas que empieza. Ahora, yo respeto que otra gente quiera que sus hijos sean rebeldes, temerarios y aprendan a vivir sin trabajarle un peso a nadie, que es una forma de sobrevivir cultivada con gran éxito por uno de los candidatos; en tal caso, vote por ese.
La tercera es: ¿a quién le entregaría la administración de sus ahorros? ¿En quién confiaría que no se va a birlar su plata, ni se la va a jugar en una aventura imprudente? ¿A quién le daría su chequera para que alimente a su familia y administre con sabiduría sus pocas lucas? Yo confiaría en alguien que tenga su propia plata para que no se tiente con la mía, que me dé confianza por su honestidad y experiencia y que no desprecie el lucro mientras oficiaba de mechero. No tiene porqué ser un balazo para los números, pero al menos no debe ser un pelmazo. Además, ojalá que sea partidario del crecimiento económico y no del decrecimiento, porque los sueldos, la inversión y los ahorros sólo crecen con el primero, y con el segundo sólo crecen el estado, los impuestos y los funcionarios públicos.
Por otra parte está su seguridad personal y de sus familiares. Si usted despertó y admira la primera línea; disfruta el nuevo olor del Parque Forestal; apoya las funas a los opositores, los cogoteos y la violencia; considera que saquear un local para robarse un plasma es un acto de justicia social y se sintió orgulloso cuando el candidato encaró a los carabineros que estoicos lo miraban mientras esperaban una lluvia de peñascasos y bombas molotov, entonces usted tiene un candidato donde elegir.
Si usted considera que el Estado es nuestro salvador, y que los funcionarios públicos son un modelo de virtud, cordialidad y devoción laboral, por lo que hay que multiplicarlos; que la farmacia popular que quebró fue una buena idea, así que ahora hay que hacer ferreterías populares; que es mejor el monopolio estatal que la competencia privada, y que necesitamos más políticos bien remunerados y menos empresas, lucro e inversión, usted tiene un solo candidato. Y si usted es una persona “deconstruida” y post-moderna y lo único que le importa es el aborto y el matrimonio gay, da lo mismo por quién vota, porque eso lo decide el Congreso o la Convención Constituyente, pero no el presidente.
Finalmente, está un tema de equilibrios. Si no le preocupa el desempeño cívico e intelectual de la Convención, déle también a la ultraizquierda la presidencia, para que de una vez por todas nos vayamos todos a jugar a la B. Si por el contrario, usted cree que esa Convención se pasó varias estaciones y que son buenos los frenos y contrapesos en la política porque fortalecen la democracia, entonces, vote por el candidato que asegura una equitativa distribución del poder.
Gerardo Varela
Director Fundación para el Progreso
El Líbero