Hoy asumió un nuevo Presidente de Chile.
Luego de un proceso genuinamente democrático, y con gran holgura en los comicios, se invistió como autoridad suprema de la nación, el presidente más joven que consigna la Historia de Chile: Gabriel Boric Font.
Su programa de gobierno, preñado de expectativas exigidas por la sociedad chilena no deja de ser un gran desafío debiendo, por lo mismo, ajustarlo a la baja para priorizar y lograr ser el auténtico interprete de las grandes mayorías nacionales.
Formó un magnífico equipo ministerial y paritario donde el contenido de los usualmente postergados y vilipendiados tiene urgencia casi sin precedentes.
Los que pensaron que Chile caería en un abismo, a las pocas horas se percataron que la bolsa y los índices de expectativas económica, no decayeron.
Empero, gobernar estos cuatro años no será sencillo. Ésta vez no aplicará eso de los 100 días o algunos meses de “luna de miel”, pues el nuevo Presidente tendrá que implementar exigentes cambios institucionales de aprobarse este año la Nueva Constitución Política del Estado: todo es más sistémico, complejo, con sentido de proceso, de largo tiempo.
Se trata de otra escala, muy distinta a las experimentadas en el pasado.
Efectivamente, la instalación de un Estado Regional, plurinacional y multicultural es un desafío de elevadísima envergadura. Tampoco lo es revertir la añosa cultura patriarcal reivindicando a la mujer chilena hacia una genuina distribución de poder. Menos aún resolver la situación de los pueblos originarios especialmente en la llamada Araucanía en donde se requiere de iniciativas más sofisticadas que el mero establecimiento de Estado de Sitio o de excepción en el Wallmapu.
Todo ello en el marco de una pandemia que con diverso énfasis continúa, e impactado por una guerra en Eurasia, generando ambos una economía rezagada (más allá del actual buen precio del cobre), con elevada inflación, endeudamiento público no menor y con ciertas brechas en productividad.
Obviamente, en este ámbito será relevante el rol de las empresas, desacostumbradas algunas a desarrollarse en un Estado más benefactor -como acaece en la mayoría de los países de la tierra- que subsidiario, donde no ocultan su reticencia hacia el cumplimiento de los derechos sociales, deberes tributarios e incluso hacia la libertad de expresión: prueba de ello la insistencia de un acaudalado empresario por comprarse CNN y la RED, hasta ahora sin resultados.
El poder de la concentración empresarial en todos los puntos y sentidos, incluyendo de la prensa (se recordará quienes tiene el poder controlador de El Mercurio, de COPESA y de canal 13, por señalar ejemplos), explica su afán de desprestigio hacia las redes sociales y de dichos canales (CNN y la RED) que consideran díscolos.
Empero, controlan también el transporte camionero, quizás el sector más oportunista y menos apreciado en Chile; con licencia – se ha demostrado recientemente- para apoderarse de las vías públicas sin sanciones de ninguna índole, a diferencia de la sociedad civil organizada que suelen ser reprimidas duramente.
Es decir, no será fácil éste periodo presidencial, requiriéndose entonces, cohesión con la ciudadanía, destreza política, realismo económico y sensibilidad social.
Respecto de las FFAA, hasta el momento se encuentran éstas concentradas en resolver sus errores y horrores que han vulnerado la fe pública en los Tribunales de Justicia; empero, no deja de asombrar las declaraciones destempladas de más de un general respecto de la situación en el sur de Chile, obviamente justificadas por el sector político derrotado en las pasadas elecciones. Pareciera ser que aún las FFAA no se granjean la confianza del pueblo chileno, en el sentido que son cuerpos ya genuina y plenamente institucionales, no deliberantes y defensores de todos los chilenos y no del sector más pudiente de Chile.
No suele reivindicarse públicamente los ejemplos institucionales de los generales Schneider, Prats, Bachelet, Sepúlveda Galindo, del comandante Ernesto Galaz, o del comandante Efraín Jaña Jirón en Talca. No colaboraron en el esclarecimiento del magnicidio del Presidente Frei ni con las violaciones de los Derechos Humanos.
Ello aún hiere el alma de Chile, a pesar de los años. La desconfianza continúa en la intimidad de la conciencia en cada chileno y chilena.
Otro poder factual, la iglesia Católica, también recorre los Tribunales de Justicia por graves delitos ocultados institucionalmente, perdiendo credibilidad y notable poder sobre las familias, la mujer y la juventud. Sin embargo, aún controla gran parte de los colegios y algunos medios de comunicación. Lo relevante es que parece entender los tiempos y está reflexionando su rol en el nuevo Estado Laico que viene. Su palabra sólo dibujará realidad en la nueva administración gubernamental y sociedad chilena emergente, si es contemporánea, solidaria y verdadera.
Por cierto, no será banal tampoco el contar con un Congreso Nacional más bien adverso por la “correlación de fuerza” existente; y con una coalición de apoyo gubernamental de elocuente heterogeneidad, y donde los alineamientos sinceros y efectivos son imprescindibles.
Ello no es sencillo, pues la ambición de algunos parlamentarios hasta por perpetuarse en el poder, no logran recuperar la credibilidad del Congreso ni de los partidos políticos (hoy con una atomización sin precedente), lo que debilita también a nuestras instituciones republicanas, mientras se empoderan cada vez más la ciudadanía y los movimientos sociales que exigen respuestas del Estado y de nuestra democracia.
Dura tarea es la que hay emprender entonces, en los años venideros.
Para mitigar todo lo anterior, el Presidente se ganó el corazón del pueblo. Y ello no es poco cuando se trata de gobernar en un escenario tan complejo. También cuenta con profesionales sofisticados en varias carteras del Estado. Tiene lo que otros no poseen: credibilidad y prestigio como líder positivo.
Dicho lo anterior, los chilenos, chilenas y sus instituciones debemos entender que estamos experimentando como país un nuevo ciclo político, donde las lógicas ya no son las mismas, tampoco los plazos pues estamos inmersos en varios procesos simultáneos; menos aún los códigos, pues la horizontalidad y el respeto a la diversidad en todos los planos y niveles es el mínimo exigido en nuestra interrelaciones y subjetividades; tampoco las estrategias y políticas públicas pues cada vez deben ser más diferenciadas e inclusivas territorialmente.
Es otro Chile, pues se está “formatizando”. Es el mismo de antes, pero a la vez diferente al de antes; por ello debemos adaptarnos a estos tiempos que serán las bases con las que lideraremos el mundo emergente enrumbándonos a una patria ya más Justa y Digna para todos; también próspera para los que quieran trabajar productivamente; integrada y cohesionada como sociedad, si todo chileno y chilena comprende que somos compatriotas y también hermanos por ser hijos de ésta misma tierra, consubstanciados de una misma Humanidad.
Chile tiene experiencia para superar hasta lo imposible. Podemos lograr de una buena vez ese imposible de vincular crecimiento y distribución; progreso y bienestar para cada familia; tolerancia y fraternidad que han sido inspiración que llevó hoy a prometer como Presidente de la República de Chile al ciudadano Gabriel Boric Font, a recibir el símbolo del poder, la piocha de O´Higgins, y a albergar por cuatro años en la Casa de Toesca abriendo otro tiempo en la Historia de Chile.
Jorge Navarrete Bustamante
Director. Magister en Gestión y Políticas Públicas. Universidad de Talca.
Director. Centro de Competitividad del Maule. Universidad de Talca.