Tenía en mente escribir una columna distinta esta semana, más propia del simbolismo que ha significado terminar la redacción de los reglamentos de la Convención Constitucional para dar paso, al fin, a la discusión tan postergada pero tan necesaria que los chilenos nos regalaremos con nuestra futura Constitución. Sin embargo, los hechos conocidos con la revelación realizada por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) denominado “Pandora Papers”, hace imposible no aludirlo y recordar, una vez más, algunas razones por las que nuestro modelo de sociedad terminó en el estallido social.
Somos varios quienes tenemos el convencimiento que la institución de la presidencia de la República hay que cuidarla, sobre todo en régimen tan presidencialista como el que parece vivir sus últimos días, razón por lo que es lamentable que quien honra este cargo no esté a la altura de lo que tal dignidad amerita. Y ni siquiera me refiero a una imputación delictual como la investigación que el Ministerio Público ha anunciado iniciar, sino a la rigurosidad ética y política que este nuevo Chile exige a sus gobernantes.
En los años previos al estallido social, el modelo imperante operó silenciosamente como una telaraña de adoctrinamiento capitalista transformando a nuestra gente en un eslabón más de esta gran empresa subsidiada por el Estado. Lo importante era producir para generar bienes, dado que la importancia y estatus personal se medían en función del que tiene más. En esta lógica, votar por quien lo haya obtenido todo materialmente como modelo de “felicidad”, había un solo paso, y si ese alguien era capaz de lograr el “paraíso material”, lo obvio y natural era seguirlo … el camino quedó servido entonces para un empresario como Piñera y su aspiración presidencial … daba los mismo como logró su camino al éxito económico, lo importante para una época de individualismo exacerbado era que había llegado a la meta soñada de nuestro modelo económico.
Sin embargo el estallido social cambió todo. Nuestro Chile al fin abrió los ojos y racionalizó el descontento existente que se sentía en el ambiente, el que tal vez para la gran mayoría, hasta ese momento, resultaba inentendible. El 18 de octubre abrió paso a la comprensión que la dignidad humana es más que lo económico, el bienestar individual va de la mano con el social pero en un sentido integrador, no excluyente, lo que exigía una mirada empática y valórica mucho más exigente para quienes nos dirigen.
A partir de entonces ya no basta señor Piñera no haber cometido delito y apegarse a las leyes que permitía el modelo, ahora Chile exige más a sus líderes, partiendo por su presidente. Chile ya no acepta que su presidente realice negocios millonarios en paraísos fiscales mientras ostenta el cargo, aun cuando por su fideicomiso ciego “no haya sabido” como él pretende convencernos … permítanos no creerlo viniendo de alguien que amasó su fortuna a través de empresas ficticias en la liquidación del Banco de Talca durante los años 80, o que evadió impuestos mediante empresas “zombis” entre 1992 y 2004, o que en 1997 denunciaba como senador el “negocio del siglo” en caso Chispas y por detrás hacía acuerdos secretos con Endesa pero como empresario, o vendiendo acciones de LAN en el año 2006 haciendo uso de información privilegiada … y ahora un nuevo “negocio”, ya en el cargo de presidente, celebrado por sus hijos y su mejor amigo Carlos “Choclo” Délano, sí, el mismo que fue condenado a clases de ética.
¡¡¡Chile dijo basta!!!
Ha quedado al descubierto una práctica tan detestable como lo es la de quienes miran su interés personal como el único posible, muy propio de nuestra sociedad consumista nacida como resultado de este modelo, sin miramiento alguno a la fe pública o el interés colectivo. A un empresario tal vez no podríamos hacer esta última exigencia, pero no cabe duda que a nuestro presidente sí.
“Degrada la institucionalidad de la Presidencia en una acusación constitucional basada en una mentira, como todos ellos saben” afirmó el ministro vocero de Gobierno. No señor, degrada la dignidad del cargo de Presidente de la República cuando quien incluso ostentando tal honor no ha sido capaz de paralizar su actividad empresarial … que entienda Piñera y su gobierno, Chile exige un Presidente que solo esté dedicado a su pueblo, no a su individualismo tan propio del modelo que queda atrás y que se ahoga en un oasis que nunca existió.
Aun así, si la acusación constitucional prospera, será el fin de una era presidencialista donde todo giraba a partir de esta institución republicana. Posiblemente previsible dado la cadena de acontecimientos generados a partir del estallido social, lo cual si bien, en términos políticos es importante, en la práctica tal vez no lo sea tanto considerando que se trata de un gobierno que está terminando su período, pero simbólicamente significará el fin de una etapa histórica, una que comenzó con Pinochet y las normas impuestas por el dictador, y que curiosamente está terminando cumpliendo las mismas reglas del juego con las que la dictadura y sus chicago boys quisieron perpetuar su modelo para siempre.