Sorprende el arraigado cariño en la ciudadanía porteña por su Biblioteca Pública Santiago Severin. Esto revela el valor que posee para la comunidad, pues percibe en el emblemático edificio que comenzó a operar en 1919, una significación trascendente: la de ser espacio portador de sentido, que eleva la dignidad y el espíritu. En efecto, la biblioteca en la ciudad de Valparaíso, es un ícono y emblema cultural. Como tal, es fuente de estudios permanentes y del cultivo creativo del pensamiento por parte de quienes la frecuentan.
Hace un tiempo, en el acto de entrega del premio Roberto Hernández Cornejo a la estudiante que egresó del ciclo básico de la Escuela República Árabe Siria, Playa Ancha, un profesor del establecimiento, me comentó emocionado: “yo estudié en esa biblioteca”; “gracias a ella, mi formación fue posible, porque mi vida escolar y hasta universitaria, la hice en torno a sus colecciones”. Como este testimonio, son muchas las personas que expresan el aprecio por la biblioteca. ¡Son generaciones los lectores y lectoras en su larga historia! Ella ha sido estímulo de variadas iniciativas en los ámbitos de las artes, la literatura o las ciencias.
150 años de la Biblioteca Pública de Valparaíso testifican un periodo importante de la historia del país. Creada en 1873, es la primera de la nación después de la Biblioteca Nacional. Desde el inicio vivirá las penurias de las obras de cultura: adversidad, descuido, falta de interés y ausencia de políticas públicas que la favorecieran. Sin embargo, el tesón e iniciativa particular logró la preclara obra. Recordemos que la biblioteca careció de edificio, hasta que Santiago Severin Espina donara el actual y centenario palacio patrimonial. Llevó a cabo su decisión desde 1912 enfrentando inconvenientes y dificultades administrativas.
Severin perseveró con temple recio contra viento y marea. Se inspiró en la visión del periodista Roberto Hernández, que suscitó en él el proyecto, mostrándole la necesidad imperiosa de contar con un edificio digno para la ciudad. Ambos fueron aliados y amigos en la ejecución de tal misión. Es que, para Hernández, las bibliotecas “son en todas partes una de las instituciones más nobles del vivir contemporáneo”. Por eso, “los gastos que demandan, proporcionan ciertamente utilidad general”. Pues, por “la organización de las bibliotecas públicas, hasta coligen los viajeros el grado de cultura de los pueblos que visitan”.
¿Qué significa esto?
La institución de la biblioteca pública es noble porque democratiza el conocimiento, crea acceso al saber y la cultura; eleva a la excelencia las capacidades del espíritu ciudadano; abre horizontes al pensamiento y transmite valores inmortales de las obras clásicas y de los autores presentes. De ahí que los gastos que demandan son para la “utilidad general”, esto es: un bien común que debe ser cautelado.
Entendemos, entonces, que el nivel cultural de los pueblos se manifiesta por el estado de sus bibliotecas. Ellas deben estar bien provistas y el servicio del personal sobresalir por el profesionalismo y la diligente atención a los usuarios de todas las edades.
Ahora contamos con recursos digitales de innegable calidad y sofisticación para acceder a las fuentes. Con todo, los libros impresos y los documentos originales preservados en la Biblioteca Severin, siguen siendo, con el bello edificio neoclásico de los arquitectos Barison y Schiavon, un monumento histórico que la población de Valparaíso y el país estima y reconoce. Razón por la cual, ciudadanía y autoridades, están llamadas a preservar y proyectar este insigne patrimonio cultural hacia el futuro.
Horacio Hernández Anguita
Presidente
Fundación Roberto Hernández Cornejo