La empresa pesquera islandesa FRIOSUR SpA decidió traspasar el 20% de su propiedad a quienes laboran en ella, sus trabajadores, quienes pasan a ser accionistas de ella a través de la Cooperativa de Trabajadores. Por medio de esta cooperativa pasarán a ser parte del directorio de la empresa.
La razón dada por el presidente de FRIOSUR SpA, José Luis del Río, es retribuir el trabajo, esfuerzo y compromiso que por muchos años han desplegado sus trabajadores, y que en ningún caso se trata de un regalo, sino un reconocimiento de algo justo.
Desconozco los detalles de la operación y las motivaciones de fondo que pudieren existir. Hay un historial de la empresa y su relación con senadores y diputados de la región de Aysén que invita a pensar en oscuros intereses entre distintos actores del mundo empresarial, político y de la pesca artesanal.
Sin entrar en disquisiciones, me quedo con lo que creo relevante: el camino que requiere el mundo actual. Es un imperativo dejar atrás la oposición capital-trabajo, propietarios versus trabajadores, para abrir paso a su fusión, donde los propietarios son los trabajadores. Es el camino de la concordia en contraposición al camino del conflicto. El propio ministro de hacienda, Ignacio Briones sostuvo que se trataba de un día especial al afirmar que “es un hecho notable, novedoso e innovador que avanza sobre un tipo de relación distinta, más colaborativa, entre empresarios y trabajadores, que pasan a ser parte de la propiedad del lugar donde trabajan”. Desde la acera política opuesta, el ex ministro de economía, Carlos Ominami, enfatizó que “va en el camino de estos nuevos tiempos, de incorporar a los trabajadores a la empresa y poner con ellos un ambiente de colaboración y no de conflicto”.
El desarrollo y su sustentabilidad están exigiéndonos una nueva empresa que busque la fusión del capital con el trabajo, que haga posible que la empresa sea de quienes la trabajan. Si bien no es un concepto nuevo, puesto que sus antecedentes se basan en el cooperativismo, cobra mayor vigencia que nunca dado el incremento de los niveles educacionales de los trabajadores de la mano de una mayor profesionalización en la conformación de las plantillas laborales y por la propensión de las empresas por disponer de estructuras más planas, menos jerarquizadas, más participativas, más flexibles, más humana.
En este contexto, la clásica división entre el capital y trabajo debiera ir perdiendo sentido y peso.
Por Rodolfo Schmal S.