Tenía 10 Años la noche del día 12 de septiembre de 1973 y me encontraba confinado bajo un toque de queda que comenzaba a las 18 horas y terminaba a las 12 del día siguiente. Asistíamos a una dramática interrupción de la vía institucional de Chile y dábamos paso a uno de los periodos más trágicos y dolorosos de nuestra historia. En ese contexto, una frase de mi padre que nunca olvidé decía, “se acabó la Democracia en Chile”.
Por un largo periodo crecí en un país de libertades restringidas, poca cultura se desarrollaba y la que existía era tendenciosa y de mala calidad, los medios informativos estaban controlados por el régimen imperante y la opinión debía ser reservada, por miedo a la interpretación que podía aislarte de los círculos donde te desarrollabas, mal menor a los que por tener una opinión, podrían ser exiliados e impedidos de vivir en el país.
Entendí entonces que bajo esas instancias no era la Democracia la que imperaba en mi sociedad, no al menos la que definían los libros, sino una especie de verticalismo autoritario que llamaba a obedecer sin discusión. Las reglas se definían en las sombras y la gente votaba, pero no elegia y dio origen a una ley fundamental llamada Constitución de 1980, que definiría por largos 40 años el perfil de una nueva sociedad político-económica, cuyas reglas nos vimos obligados a aceptar a pesar de no estar de acuerdo.
Largo tiempo pasó para que aparecieran las primeras voces que nos hablaban de la necesidad de instalar una nueva Democracia en Chile y fuimos encandilados por discursos en medio de la oscuridad, que definían por fin el camino hacia una apertura. Vi estrellas, canciones, arco iris que nos anunciaban el cambio y que la alegría por fin venía, que eran entonados por muchos que hoy todavía se ven en las esferas políticas disfrutando de los privilegios que les recompensó el acuerdo subscrito en el advenimiento democrático de 1989, que para extrañeza mía colocó en el poder a una persona que había validado el quiebre democrático de 1973 en su forma y fondo.
Entonces empecé a entender que la sociedad chilena había cambiado, que los dirigentes de la base social buscaban cualquier salida, pero sin comprenderla. Si hubiera existido una mínima ilustración en la época, quizás las soluciones habrían sido distintas, ya que, para sorpresa de todos, la Democracia llegaba posterior a un acuerdo nuevamente en las sombras, que originó un plebiscito y posterior periodo electoral, donde la gente nuevamente votó, pero lamentablemente otra vez no eligió.
La llamada Democracia se protegió haciendo pactos de no agresión con el llamado ‘enemigo’, aceptando las reglas impuestas por la ley fundamental del 80, sin ninguna intención (como se ha comprobado hasta ahora), de cambiar el modelo político, social y económico, sino más bien con la necesidad de fortalecerlo y resguardarlo , elevando a lo imposible los quórums que permitieran la modificación de sus reglas fundamentales. Una vez màs me di cuenta que esa Democracia que tanto se anhelaba no era tal, no había llegado, solo se había disfrazado.
Nos encapsulamos entonces a vivir en la sociedad competitiva que nos instalaron, aceptando que todo se comercializara al extremo, con una pérdida de derechos significativa y donde la deuda se transformó en la nueva pesadilla, que te obligó a aceptarlo todo sin reclamar, donde tu pensamiento no tenía mayor importancia.
En esta especie de autocensura, vivimos los días hasta que en 2019, la sociedad perjudicada, abusada y abandonada en sus necesidades y derechos, impulso la necesidad de un cambio de giro lo que provoco volver a escuchar la palabra Democracia, pero ahora con apellidos como, participativa, inclusiva, integradora, haciendo de esto un reconocimiento implícito , que ninguna de estas características estuvo presente hasta el 18 de octubre del 2019, cuando fue la sociedad en su conjunto quien tomó las riendas y exigió los cambios.
La verdadera Democracia estaba nuevamente a la vista, pero nuevamente asistimos a la escena de protección de lo establecido, una clase política fuertemente beneficiada por las reglas imperantes, no estaba y no estará jamás dispuesta a entregar concesiones y en amplio acuerdo, nuevamente a espaldas a quienes estaban exigiendo el cambio, organizaron las reglas y las normas sobre las cuales se regiría el proceso “Democrático”, nuevamente le escondían la cabeza a la real democrática, en el plumaje del status quo, llegando hoy día a un proceso de eleccionario, que se origino sobre la base de las dudas, la nula participación de la base social y gobernado por los mismos políticos de siempre.
Si realmente deseamos que la Democracia sea por fin, hay que saber colocar las cosas en su lugar y combatir con criterio el mapa electoral que nos dibujaron.
Primero, nada esperes de un político que se repite y repite, porque ya tuvo su oportunidad y nada nuevo de el va a salir, es bueno que en esta votación entienda, que esto se acabo y que la sociedad a descartado sus servicios.
Segundo, los cargos de elección popular deben ser probos, una persona que se postula y que ha tenido o tiene problemas con la justicia, debe ser descartado, las dudas sobre la probidad de las personas son un factor importante, cuando sobre el se depositan las confianzas.
Tercero, el factor intelectual cobra fuerza, sobre todo en manejos de poder de alta gestión, si realmente queremos cambiar la institucionalidad, debemos profesionalizarla. De nada sirve tener representantes que anoten lo que le dictan las cúpulas, que votan en conjunto y no en conciencia, que necesitan múltiples asesores que les expliquen las materias en discusión o que se transformen en empleados del lobby. Guste o no, la política debe tener un sello académico, donde prime el razonamiento y no la conveniencia, donde prime la convicción y no la obligación.
Cuarto, en materia constituyente, hagan participar a la gente nueva, dejen ese trabajo a los intelectuales de este país que mucho tienen que aportar en todas las áreas, porque los tenemos y hay que aprovecharlos. Una Constitución que rige una sociedad, no puede escribirse con dogmas, si no en base a la experiencia que nos dicta la historia, los procesos y los ejemplos de quienes también han hecho lo mismo y les ha ido bien. Si permitimos hacer partícipes de esta construcción de nuevas reglas, a aquello que quieren seguir protegiendo la conveniencia del modelo que va en beneficio de pocos y no de la mayoría, habremos perdido una vez mas la oportunidad de crear una sociedad para todos.
He de esperar que, a las puertas de este proceso eleccionario, quien lea esto pueda por medio de este resumen comprender lo que esta en juego esta vez, y pueda elegir en conciencia plena y absoluta, que está dibujando las expectativas y derechos fundamentales de su descendencia en los próximos 50 años. Muchas veces esta oportunidad ha tocado nuestra puerta, es necesario preguntarle esta vez, Democracia ¿eres tú?
Rodrigo Araya Attoni