Qué largo y tan corto ha sido el camino recorrido desde el 18 de octubre de 2019. Largo por la ansiedad de querer cambiar mucho de nuestro Chile pero que la madurez social nos ha enseñado que debe ser bajo un marco institucional y no en la lógica de la anarquía que en el pasado tanto dolor y sufrimiento le ha traído no solo a Chile sino al mundo entero; pero desde otra perspectiva también ha sido corto si consideramos lo mucho que ha pasado en este año y medio.
Basta con recordar como varios mitos que bloqueaban la apertura al cambio fueron quedando uno a uno atrás para convencernos que sí era posible un nuevo Chile. De partida los primeros días del estallido social cuando varios señalaban que esto era una intervención de la izquierda latinoamericana asegurándonos que la mano de Venezuela y Cuba estaban detrás, como si esos países no tuvieran sus propios problemas para preocuparse de nosotros. Se nos trató peyorativamente de “Chilezuela” intentando despertar los “cucos” tan propio de aquellos que no quieren cambiar nada.
Se aseguró también que había una organización detrás de las movilizaciones sociales… hasta el día de hoy ni siquiera se sabe quien quemó la primera estación de Metro ni menos se ha demostrado que hubo alguna coordinación con la vandalización de las otras.
Se dijo que un plebiscito para una nueva constitución era un salto al vacío, omitiendo no solo que Chile se debe a pactos y tratados internacionales que nuestro Estado debe respetar en la futura constitución, sino que se nos menospreciaba como sociedad chilena al asumir de antemano que no éramos capaces de crear nuestra propia carta magna … recordemos que fuimos los chilenos quienes derribamos la peor dictadura de nuestra historia precisamente con el voto y no con las armas.
También se afirmó que una asamblea constituyente no era posible porque se llenaría de “comunistas”.
Finalmente, no solo ganó la aprobación a una nueva Constitución sino la Convención Constituyente que es lo más parecido a una asamblea, y con un 80%!!! Si consideramos que electoralmente según datos del SERVEL los comunistas alcanzan un 5% de los últimos escrutinios históricos, hay algo que no cuadra: o cambiaron las leyes matemáticas o nos transformamos todos en comunistas. Nota aparte merece el calificativo de “comunistas” tan añejo y propio de los yanquis de los años 60 y que sigue siendo todavía un cuco casi cómico para una parte de nuestra derecha … ¿alguien les habrá dicho que los comunistas ya no comen guaguas?
En fin, lo que necesita nuestra sociedad chilena es dialogo, dialogo y más dialogo, sin prejuicios preconcebidos ni menos “cucos” que solo ensucian la buena discusión. Es la primera vez en la historia de Chile que crearemos nosotros mismos nuestra Constitución, “sin comisión de notables”, además de paritaria y en la mesa con nuestros pueblos originarios.
Es una preciosa oportunidad que nos obliga a ser parte directa y/o indirecta de la bonita discusión que viene, soñando nuestro futuro y sin olvidar que habíamos construido un país mucho más grande y desarrollado de lo que en verdad es, obnubilándonos con estadísticas macroeconómicas, pero olvidando la realidad, esa que percibe cada día quienes se levantan de madrugada, pasa dos a cuatro horas en el trasporte público y sobreviven duramente estresados por lograr reunir dinero que permita llegar con algo de dignidad cada fin de mes y comenzar el siguiente. Es ese país que creímos haber construido el que nos estremeció como un balde de agua fría para decirnos, ¡¡despierta!!, aún queda mucho por hacer.
Este positivismo no es solo un sentir personal sino de la mayoría de los chilenos como lo refrenda la encuesta “Criteria” que publicó esta semana el diario La Tercera, en la cual el 63% de los chilenos cree que la nueva Constitución traerá consecuencias positivas para el país … hay esperanza y mucha, pero para que sea posible, es necesario la participación: primero el voto y después el dialogo con constituyentes que cualquiera sea su domicilio político, den espacio a los grandes acuerdos que sueña la mayoría esperanzadora de los chilenos.
Dejemos que el cuco se duerma definitivamente en los sueños, y demos paso a la esperanza de un Chile de todos.