No puedo comenzar esta columna sin hacer una referencia al discurso inaugural de la Convención Constitucional por parte de Elisa Loncon. Conmovedor y emocionante, no solo por el simbolismo que significa para Chile que la primera presidente a la Convención sea mapuche, sino por su llamado cargado de sensaciones para al fin construir juntos y por primera vez en 200 años de historia de Chile el país que soñamos. Ojalá sea el primer paso de una nueva relación que solo ha visto dominación, violencia, olvido y desprecio a los pueblos originarios, y de nacimiento al orgullo, reconocimiento y paz. Este es el camino correcto y no la militarización que solo ha sumergido a la región en una violenta vorágine sin destino.
Pero más allá de esta simbólica partida, lo cierto es que la instalación de la Convención no estuvo a la altura de lo que exigía un hecho histórico tan relevante para Chile. Tal magna negligencia del gobierno obligó a la mesa elegida a buscar incluso otros lugares donde sesionar, lo que inevitablemente rememora el título de esta columna haciendo un giño al glorioso romántico viajero y que tantas burlas le ha significado por la falta de casa propia (perdón por la referencia personal y futbolera).
Si bien el apoyo de las universidades públicas, el colegio médico, el Congreso Nacional y la vergüenza mediática sirvieron para presionar al gobierno en la solución del problema, lo cierto es que queda de manifiesto la poca importancia dada por quienes tenían bajo su responsabilidad la instalación de la Convención.
No soy de quienes cree un ánimo conspirativo, pero sí en la decidía alimentada por la certeza de haber sido testigo como nuestras autoridades se han vanagloriado en el pasado de la buena organización de eventos políticos internacionales celebrados en el país, por lo que resulta incomprensible que ante uno de los hechos más relevantes en la historia de Chile se hubiese tenido que pasar por estas vicisitudes.
Refleja entonces el desinterés de este gobierno por comprender la magnitud de lo reclamado en las manifestaciones sociales y confirmado en los dos últimos referendos electorales. Suma a lo anterior la designación de Catalina Parot sin intentar una conversación previa con la mesa directiva de la Convención.
Denota entonces que más allá de los discursos, pareciera que el interés gubernamental es solo limitarse a cumplir a desgano con la imposición de “meros trámites”, pero no una voluntad real de ser un colaborador activo en un momento de tanta trascendencia.
Por otro lado, en la Convención misma, persiste por algunos la idea de cambiar el quórum de los dos tercios, lo cual, al amparo de la composición resultante, parece ya no tener sentido al no existir el tercio de bloqueo que tanto se temía antes de la elección de los constituyentes.
Insistir en esto solo mantiene una discusión estéril que ensucia la Convención y da argumentos a los detractores del rechazo ansiosos porque esta Constituyente no logre sus propósitos. Son estos últimos quienes a partir de sus miedos y sin ningún esfuerzo empático en comprender lo sucedido en Chile, no claudican en sus visiones catastrofistas acerca que este proceso frenará las inversiones y el crecimiento económico. Lo que no dicen es que las inversiones y especialmente el crecimiento económico ya venía estancado antes del estallido social.
En efecto, según cifras del Banco Central, entre los años 1990 y 2000, Chile creció en promedio a una tasa en torno al 6 o 7 %; entre 2000 y 2010 bajó a un 4 %; y entre 2010 y 2019 siguió bajando a un promedio de un 3%, estimándose hasta antes del estallido un crecimiento de solo un 2,5% para el año 2019.
Es decir, tales detractores olvidan muy fácil que el plebiscito del año 2020 fue la salida institucional a un país estancado económicamente, con estallido social y que estuvo muy cerca de un quiebre político que puso en serio riesgo la presidencia de Piñera.
Resulta entonces incomprensible que sectores del rechazo persistan en sus críticas cuando no tienen una alternativa posible que ofrecer … ¿o acaso pretenden que el país vuelva a lo que era antes del estallido haciendo caso omiso a la precariedad social que quedó al descubierto? Para que un país se desarrolle no basta el bolsillo económico es necesario también llenar el bolsillo social.
Tal sector del rechazo lo vemos representado en parte de los 37 constituyentes de derecha quienes, por lo que se ha visto en las primeras votaciones de la Convención, han coaptado a los que apoyaron el cambio constitucional manteniéndose en un solo bloque.
Ojalá comprendan que el proceso constituyente exige conversar, dialogar y buscar acuerdos. Incluso, por tratarse de un sector minoritariamente representados en la Convención, requerirá de parte de ellos un esfuerzo mayor de apertura ya que de lo contrario es obvio que la mayoría convencional elegida por voluntad popular y sensible al cambio social, hará prevalecer lo que la ciudadana reclamó en las calles: igualdad y dignidad. Votar al margen para hacer solo puntos políticos los llevará inexorablemente a la insignificancia si no dan señales de apertura y empatía social.
Al fin de cuenta, somos muchos convencidos que la futura Constitución debe ser la casa de todos y todas, inclusiva y representativa de la diversidad política, social, étnica y cultural.
José Ignacio Cárdenas Gebauer
Abogado
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