Este domingo tuvo lugar el plebiscito que se desarrolló normal y ejemplarmente sin problemas hasta este minuto. Incluso se salió a celebrar a plaza Italia pasando a llevar las restricciones impuestas por el covid-19. El resultado es impresionante por varios factores:
- Ganó el apruebo por alrededor de poco menos de un 80%, lo que nadie previó;
- Ganó la convención constituyente por similar porcentaje que tampoco nadie predijo;
- Una alta participación, particularmente de los más jóvenes y en las comunas de mayor vulnerabilidad;
- La desigualdad se vio reflejada en los resultados: en las 3 comunas más ricas del país ganó el rechazo, en el resto de las comunas ganó el apruebo por paliza, lo que revela la existencia de al menos dos Chiles;
- Se temía que la pandemia y la violencia registrada en el aniversario del estallido social y la quema de las iglesias impactaría en la participación y los resultados finales;
- Se dio a pesar de una campaña del terror, de las noticias falsas y de los bots multiplicados hasta el infinito;
- Se dio a pesar de una oposición que ha sido incapaz de unirse en torno a un proyecto de país que permita verla como una alternativa capaz de ofrecer gobernabilidad.
Estos resultados podrían sugerir que quizás deberíamos tener dos constituciones: una para las comunas del rechazo, para que sigan con la constitución actual, y otra para el resto del país.
Existía la impresión que ganaba el apruebo, pero nadie imaginó, ni en sus mejores o peores sueños, un resultado como el que se dio. Como pocas veces se puede afirmar, el pueblo habló, con contundencia, claramente. No hay espacio para dobles lecturas.
¿Qué nos dijo? Olvidémonos de la constitución actual. Borrón y cuenta nueva. Partamos con una hoja en blanco. En cambio, las 3 comunas de mayores ingresos no quieren cambiar la constitución, a lo más unos retoques. Pero casi el 80% dijo lo contrario.
Imaginemos el país que queremos, el país que sorprendió con una votación tan contundente como abrumadora. Un país con menos desigualdad, con menos abusos, menos individualista, sin zonas de sacrificio, más respetuoso del medio ambiente, más descentralizado.
Un país que no solo consagre derechos, sino que los garantice disponiendo de los recursos financieros correspondientes a través de un sistema tributario progresivo. Un país donde no solo se consagre, garantice y proteja el derecho de propiedad dejando a los demás en el limbo.
Con estos resultados, lo que viene es la elección en el próximo mes de abril, de los convencionales que tendrán la responsabilidad de elaborar una nueva constitución. Esto implica ser capaces de elegir a los convencionales más apropiados para el cumplimiento de las tareas asociadas a la elaboración de una nueva carta fundamental y que sean capaces de recoger lo que la gente ha señalado en el plebiscito. El mandato es claro: una nueva constitución que tenga características opuestas a la actual.
Así de simple. Del trabajo de los convencionales no puede salir una constitución similar a la que se está dejando atrás, una simple mano de pintura, puesto que de ser así, el sentimiento de frustración, desencanto y/o defraudación puede desencadenar consecuencias que nadie desea.
Por todo ello, lo que viene no es broma. Habrá que monitorear de cerca lo que viene, siendo partícipes activos en el proceso que desencadenado con la decisión plebiscitada.