El peso de la corona
Este no es un buen año para invertir en acciones de la realeza.
Ya la monarquía española estaba bastante alicaída cuando en el Reino Unido, vía entrevista en TV, se hicieron públicos los roces entre el Príncipe Harry y su esposa y el resto de la familia. Hasta se ha hablado de racismo. En Arabia Saudita no han cesado las repercusiones del asesinato, teledirigido desde la casa real, según se acusa, del periodista Adnan Khashoggi.
Solo en algunos reinos remotos, pequeños y, sobre todo, sin poder, no está amenazada la salud del sistema.
La idea de un soberano absoluto es tan antigua como los faraones de Egipto. Milenos más tarde la realeza floreció en Europa. Tuvo notables exponentes cuando el viejo continente era literalmente el centro del mundo. Hubo de todo. La historia registra casos de monarcas crueles y despiadados (Iván el Terrible, por ejemplo); creadores de imperios (Isabel I en Inglaterra y Carlos V); visionarios de alto vuelo (Luis XIV: El Rey sol); patéticos (Maximiliano I, el desafortunado emperador de México), y santos (Luis IX de Francia, canonizado en 1297 por el Papa Bonifacio VIII).
Las ideas de la Revolución francesa (“libertad, igualdad fraternidad”) sumadas al creciente reconocimiento de los derechos humanos, pusieron en jaque el concepto mismo de la realeza clásica. Hoy apenas subsiste un puñado en el mundo incluyendo pequeños territorios como Bután o Lesoto y principados como Mónaco. La mayoría son reinos gobernados en forma democrática. Como decía Adolphe Thiers en ellos “el rey reina pero no gobierna”.
Ninguno ha estado exento de críticas.
El caso más complejo es el español. Cuando, tras la muerte de Francisco Franco, asumió el joven Rey Juan Carlos, los auspicios no eran buenos. Se le veía como el heredero del dictador. Le decían “Rey Campanita”: tan-ton-tin.
Hace 40 años, sin embargo, Juan Carlos actuó frente al audaz intento d golpe del coronel Tejero con inesperada firmeza. Tras la ocupación del Palacio de las Cortes, realizó una enérgica defensa de la democracia: “La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum”.
En los años siguientes se ha debatido qué pasó entonces entre bambalinas. Pero en ese momento se consideró de manera unánime que el gesto había salvado la todavía frágil recuperación democrática.
Aunque otras revelaciones han empañado ferozmente la imagen de Juan Carlos, no se niega la importancia de su intervención en el 23-F.
El caso británico es distinto. La reina Isabel II es la monarca con mayor tiempo en el trono y la más longeva de la historia británica.
Aunque su poder es más que nada simbólico, es jefe de Estado de otras 15 naciones. Ha atravesado por no pocas tormentas, principalmente familiares pero las ha superado todas.
En el caso de Harry y Meghan, igual que cuando murió la Princesa Diana, una sobria declaración suya aquietó los ánimos. Precisó que lamenta “lo difícil que han sido los últimos años para Harry y Meghan”, quienes siempre serán “muy queridos” en la familia.
Pese a la efervescencia de las últimas semanas, parece difícil que se vaya a cambiar el himno británico que dice: ¡Dios salve a la Reina!