“El sistema político más prestigioso desde el fin de la Segunda Guerra Mundial – reforzado aún más después de la caída del muro de Berlín – ha pasado a ser cuestionado por unos y por otros. Hay quienes la rechazan abiertamente como sistema de gobierno, o piensan que sus resultados son pobres, que está aplastada por los poderes económicos, que las élites políticas no representan a la ciudadanía y se han convertido en una casta endógena que protege sus propios intereses y privilegios. Prácticamente está bajo sospecha en todas partes”, precisa Ernesto Ottone Fernández durante la conversación que sostuvo con www.elmauleinforma con motivo de la reciente publicación de La democracia en la neblina / Un extravío peligroso (Catalonia, 2020).
Ernesto, ¿considera que se le está acabando la cuerda a la democracia?
– La democracia moderna está pasando por una crisis de representatividad. La democracia moderna es una democracia representativa que trata de conciliar dos elementos fundamentales. Uno, la libertad individual y por otro lado la búsqueda hacia una mayor igualdad que permita que las libertades tengan sentido para el conjunto de los ciudadanos. Esa democracia está viviendo tiempos complejos desde el punto de vista de su legitimidad, que está desafiada por dos elementos fundamentales.
¿Cuáles serían?
– Primeramente, la transición de la sociedad industrial a la sociedad de la información que significa el ingreso de internet a la vida cotidiana de las personas, donde la democracia tiende a transformarse en una democracia de la opinión pública que permite a cualquier ciudadano puede hablar desde cualquier espacio y en cualquier momento. Esto parecería ser un elemento de ampliación de la democracia, y así fue pensado, pero resulta que al hacerse cada cual su propio menú informativo se ha generado un sistema con elementos complicados, porque los menús informativos elaborados por las personas tienden a no ser pluralistas y se conectan con quienes piensan como él.
Y eso ha generado dificultades para el ejercicio democrático. En segundo lugar, la desregulación del sistema económico ha significado un debilitamiento de las políticas de cohesión social y, por lo tanto, un aumento de la desigualdad y en consecuencia una sociedad fragmentada. Entonces la democracia actual está sufriendo esos embates.
“La democracia siempre será imperfecta”
“La democracia que conocemos actualmente es la democracia moderna. Ella dio sus primeros pasos hacia fines del siglo XVIII y tuvo como acontecimientos fundacionales la reforma inglesa, la Revolución francesa y el proceso de independencia de Estados Unidos, y se gestó teniendo como hábitat político el Estado – nación moderno y cómo base económica la Revolución Industrial y el surgimiento del modo de producción capitalista”, precisa Ottone.
Muy diferente a la democracia de la Grecia clásica.
–La democracia antigua tiene una existencia comunitaria, reúne a un número relativamente pequeño de gente y se ejerce de manera directa. La polis griega era habitada por alrededor de 35 mil habitantes y quienes tenían derecho a tomar decisiones eran entre dos mil y cinco mil personas, todos de sexo masculino, nacidos en la ciudad y que no realizaran trabajo manual ni de servidumbre, cosa que le correspondía a los esclavos, quienes estaban excluidos del proceso de toma de decisiones al igual que las mujeres y los metecos, es decir, los extranjeros. Algunas decisiones eran tomadas de manera restringida por la asamblea, que contaba de quinientas personas, y existían además diversos magistrados con capacidad decisional.
¿Por qué siendo el sistema más prestigioso desde la Segunda Guerra Mundial la democracia moderna ha entrado en este declive?
-La democracia aparece como el sistema que defiende las libertades y la soberanía popular. Sin duda es el mejor sistema político, con todos sus defectos. La democracia vive en el mundo de lo relativo y siempre será imperfecta. Esa democracia tiene mayor apoyo cuando las cosas funcionan bien, cuando las sociedades crecen y hay mayor bienestar. Cuando se produce una situación donde crecen las desigualdades en la sociedad, naturalmente surgen las tendencias de búsqueda de atajos, de salida y estas pueden ser autoritarias o populistas.
¿Cómo ve la actitud de los jóvenes frente a la democracia?
– Muchos jóvenes no tienen un aprecio particular por las reglas de la democracia y no aprecian su funcionamiento. Particularmente sucede en los países desarrollados donde las clases medias han visto deteriorada su situación. Sin embargo, es relativo en el sentido que también, pese a todo, es el sistema preferido entre los jóvenes.
¿Cuál es la situación de la democracia moderna en Chile?
– Chile es un país que recuperó la democracia después de la dictadura. Ha sido uno de los países que ha tenido un avance más grande en América Latina y también en el mundo. Es un país que ha crecido enormemente bajando sus niveles de pobreza… Quienes han salido de la pobreza han constituido una clase media que todavía es precaria, que muchas veces ve que han llegado a un techo y no pueden seguir adelante, porque hay una concentración muy alta de la riqueza.
Entonces esa democracia, pese a los avances tiene una percepción, por una parte importante de la población, que no está respondiendo adecuadamente a sus necesidades. Por otra parte las instituciones democráticas también han tendido a debilitarse por esto que le explicaba de la sociedad de la información y en la cual los errores cometidos institucionalmente van generando un desaliento respecto a la confiabilidad.
Entonces, la democracia moderna en Chile ha logrado el mejor momento de la historia de Chile desde que se recuperó. Pero al mismo tiempo, la percepción de la población es que existen muchos problemas. Y en ese sentido cuando las sociedades crecen, y crecen la educación y las posibilidades naturalmente se genera una tensión.
El tema es cómo enfrentar los nuevos cambios sin perder la vida democrática.
Es penoso que en este ambiente democrático no se hayan podido superar las grandes desigualdades que existen en Chile.
-Desde 1990 hasta hoy los niveles de desigualdad han bajado y la pobreza ha tenido un cambio espectacular en cuanto a su descenso. Sin embargo, los países latinoamericanos, Chile incluido, tienen una larga historia de desigualdad que se remonta a la conquista. Es decir, la desigualdad es una marca muy fuerte en las sociedades latinoamericanas. Y en ese sentido estos avances son todavía moderados. El problema es cómo realizarlos para seguir avanzando de manera gradual y no a través de una violencia que pueden poner la democracia en peligro.
Democracia y pandemia
Ernesto Ottone Fernández (Valparaíso, 1948) es sociólogo y ensayista. Es académico del Colegio de Estudios Mundiales de París y de la Universidad de Chile. Profesor honorario de la Universidad Diego Portales. Miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales Políticas y Morales del Instituto de Chile. Fue asesor estratégico del Presidente Ricardo Lagos y secretario adjunto de CEPAL.
Confiado en la coyuntura actual precisa: “No estamos condenados a seguir en la neblina, perdidos y sin orientación. Podemos hacer los cambios necesarios para adecuar la democracia a los nuevos tiempos en que vivimos, sin aspirar soluciones mágicas y sueños que terminan en pesadillas. Podemos aminorar las injusticias, las asimetrías sociales, los malos sentimientos que desatan la violencia y la barbarie y mejorar la vida a través de una mayor acumulación civilizatoria. No se trata de perseguir el mejor de los mundos, lo que es posible para nuestra incierta condición humana es apenas un mundo algo mejor”.
Ernesto, ¿alterará la pandemia Covid – 19, el diseño futuro del mundo y, en consecuencia, el futuro de la democracia?
– Todo indica que lo hará, más bien dicho, ya lo ha hecho, su aparición ha sido un golpe inesperado al ego de la modernidad. Cuando creíamos tener un cierto grado de control sobre el quehacer humano descubrimos que había tan solo una realidad precaria a merced de fuerzas y peligros que no controlamos y que apenas conocemos.
¿Las pandemias nos parecían cosas del pasado?
–Ciertamente. Nos parecían limitables y limitadas… Cuando de pronto nos encontramos con una infección hiperglobal que se extiende a una velocidad insospechada, provocando muertes masivas, atravesando todos los sistemas sanitarios, golpeando a ricos y pobres. Habíamos olvidado que las pandemias han sido viejas compañeras de ruta de nuestra especie.
¿Sus efectos serán duraderos?
– Si bien es difícil diseñar los efectos que tendrá la actual pandemia, sin duda que ellos serán durables. Será un mundo más duro, más riesgoso, más impredecible, que llega en un momento poco alentador de la convivencia humana.
¿El individualismo adquirirá una dimensión más generosa?
– Es demasiado pronto para saberlo. De acuerdo a lo sucedido, las democracias más exigentes podrían salir más fortalecidas, pues finalmente enfrentaron la pandemia protegiendo la seguridad de los ciudadanos, pero sin clausurar las autonomías individuales y la institucionalidad democrática, pero no faltarán quienes piensen que la disciplina impuesta por el miedo facilita las cosas y apuesten por lo más fácil: seguridad a toda costa, incluso renunciando a la libertad.
¿Qué importancia tiene el proceso constituyente que estamos viviendo?
– Lo importante es que surja del debate constitucional una constitución moderna, con respeto a las libertades individuales y para todos. Creo que es posible en la medida que los convencionales sean abiertos a escuchar al otro y puedan alcanzar un diálogo fecundo. El proceso que estamos viviendo es muy importante, porque hay una mayoría que quiere tener una constitución que tenga un origen legítimo y ese se lo otorgan los acuerdos, la elección de los convencionales y un texto que va a ser refrendada por toda la ciudadanía. Puede ser un camino que permita mejorar la democracia.