El Rotary Club Talca efectuó la conmemoración de las Glorias del Ejército en una reunión en la que rindió homenaje a los héroes de la institución castrense.
En el encuentro participaron numerosos socios de la entidad rotaria quienes recibieron a una delegación del Regimiento Nº 16 Talca encabezada por su comandante, coronel Humberto Pakomio Donoso, e integrada por el teniente coronel Enzo Ferrari Castro, el capitán Rolf Emhart Álvarez, el suboficial mayor Alex Rojas Parra, el subteniente Alex González Concha y el suboficial Leonardo Montecinos Gómez, todos ellos acompañados por sus respectivas esposas.
En la oportunidad el presidente del Rotary Club Talca, Juan Tosso, entregó un galvano al coronel Pakomio, quien expresó su agradecimiento señalando que “es muy reconfortante ver a este grupo de personas reunirse para rendir un homenaje a nuestro Ejército”.
Agregó que la institución castrense se desenvuelve en múltiples campos de acción, tanto desde el punto de vista militar, internacional y de ayuda a la comunidad, en especial como se ha visto este año con motivo de las emergencias ambientales, como incendios forestales e inundaciones y temporales. “Da orgullo ver trabajar a los soldados, muchos de los cuales son de esta región, en Licantén, Curepto, Upeo, San Clemente y otras zonas donde la gente agradece su labor. Este no es mi Ejército, sino el Ejército de ustedes del cual nos debemos sentir orgullosos”.
El discurso central estuvo a cargo del socio rotario Miguel Contreras Godoy.
El texto de su intervención es el siguiente:
Hace 3 meses atrás, el 9 de Julio, en la 4ta Compañía del Regimiento N°6 “Chacabuco” ubicado aquí cerca en la comuna de Concepción el soldado conscripto Ignacio Saavedra se prepara para uno de los momentos más importantes de su vida. Limpia y pule sus botas con esmero. Una y otra vez se ordena el uniforme, frota los botones y ajusta su cinturón. De reojo mira a la bandera chilena que altiva flamea en el mástil principal del patio de formación. El día que ha esperado con ansias por fin ha llegado. Ignacio, jurará hoy a la bandera en el regimiento que dio vida a una de las gestas más heroicas de nuestro ejército.
Con un nudo en la garganta repite con fuerza “Juro por Dios y por esta Bandera servir fielmente a mi Patria ya sea en mar, en tierra o en cualquier lugar hasta rendir la vida si fuese necesario”
Hace 144 años atrás, en la vecina ciudad de Curicó, un lunes 10 de marzo de 1879 El jovencito Luis Cruz Martínez apura el tranco para llegar a tiempo al Liceo de Hombres de Curicó. Llegar a 4to año de Humanidades y ser el mejor alumno de su establecimiento lo llena de orgullo y de satisfacción. Sin embargo, la Guerra que se ha declarado hace unas pocas semanas y que tiene a Chile enfrentado a la alianza Perú/boliviana, inflama el corazón del pequeño Luis con deseos de poder servir de manera heroica a su patria.
Luis tiene solo 14 años, había nacido en Molina y luego de una infancia dura, sin un padre conocido solo tuvo el abrigo de una madre cariñosa. Luis era “un jovencito de vasta memoria, inteligencia despejada, aunque demasiado tierna y de conducta ejemplar”, como lo describe el historiador Vicuña Mackenna. En su corazón Luis sabe que tarde o temprano se unirá al ejército para cumplir su anhelado sueño, ser un soldado.
3 años después, en el pequeño Poblado de la Concepción, en el corazón de la Sierra Peruana, domingo 9 de Julio de 1882 Ignacio Carrera Pinto, un joven oficial de 34 años da una última fumada a su pitillo y se prepara a escuchar con atención lo que sus vigías le anuncian respecto del avance de las tropas enemigas. Su principal preocupación es defender a sus hombres y mantener resguardada la posición que le asignaron sus superiores. Ya ordenó cerrar los 4 frentes de la plaza de armas con parapetos y trincheras que hicieron con las bancas de la iglesia y sacos de arena. El novel Capitán, a cargo de la 4º Compañía del Batallón 6º de Línea «Chacabuco» de solo 77 soldados, lleva ya varios días en La Concepción y debe esperar al menos 2 días más a que lleguen las fuerzas del General del Canto para su apoyo y relevo. Sin embargo, varias guerrillas y parte importante del destacamento del peruano Juan Gastó, sumado a un importante número de indios quienes los superan por lo menos 20 a 1 hacen prever que esta será una jornada sin retorno. Diversos historiadores peruanos indican que esa mañana del 9 de julio de 1882 500 soldados y más de 1.500 guerrilleros asolaron por 20 horas la plaza y la pequeña iglesia de La Concepción.
El Capitán Ignacio Carrera Pinto, nieto de José Miguel Carrera se hace cargo del lado oeste de la plaza, frente a los cerros por donde esperan bajen las tropas enemigas.
A cargo del frente sur de la plaza se encuentra el subteniente Luis Cruz Martínez, quien a punto de cumplir 16 años mira una y otra vez la cruz que le regaló su madre, cierra los ojos y recuerda la promesa que se hizo en los pasillos del Liceo de Hombres de Curicó: “voy a servir a mi patria aun cuando en ello se vaya mi vida”.
Una y otra vez cuenta sus municiones, revisa su viejo fusil Comblain y ajusta su bayoneta.
Su amigo y camarada de armas es Arturo Pérez Canto quien al igual que él también venía de provincia y se había escapado del Liceo de Hombres de Valparaíso para unirse en Arica al ejército chileno. El domingo 9 de julio junto a 20 soldados estaba a cargo del frente norte de la plaza y con solo 17 años dirigía a sus hombres con claridad y convicción.
El frente oriente lo cubre Julio Montt Salamanca quien con 20 años era el mayor de los subtenientes y también a temprana edad se había enrolado en el Regimiento Curicó.
Los relatos que hacen los cronistas de la época, tanto chilenos como peruanos dan cuenta de un combate encarnizado, horroroso y sangriento en donde solo el honor y la valentía de los 77 soldados chilenos ha permitido que el horror de la guerra se vista con laureles y gloria.
A las 4 de la tarde del domingo 9 de Julio Carrera Pinto ordena replegarse a la Iglesia de La Concepción, la cual durante 6 horas es asediada por hordas de indios con lanzas y cuchillos quienes inician un fuego en el techo y en las ventanas.
Queridos invitados y compañeros Rotarios, para un civil, común y corriente cuesta entender la promesa que hacen cada 9 de Julio los soldados conscriptos ante la bandera chilena. El amor a la patria si bien es un valor que todos reconocemos, en el mundo castrense se vive con una convicción y claridad que no deja espacio a los titubeos ni a las interpretaciones. El soldado chileno está revestido no solo de un uniforme que le caracteriza, ya sea para una formación o para el combate, corre por sus venas la sangre de los mártires de la patria, en sus pulmones cobija el aire de quienes dejaron el último aliento en el campo de batalla y en su mirada….en su mirada está la de aquellos, que al igual que los héroes de La Concepción, lo entregaron todo por su patria querida.
El combate ha terminado ya pasada las 9 horas del Lunes 10 de julio. Después del mediodía solo el viento y el sol se dejan oír de entre los cadáveres que se hallaban diseminados por la plaza y el cuartel: eran esos setenta y tres héroes que conjuntamente con sus 4 oficiales yacían en el lugar que las tradiciones de su patria y el cumplimiento del deber les había impuesto. La cohesión de aquella noble compañía fue un bloque poderoso contra el que se estrelló el empuje del enemigo durante veinte horas consecutivas de combate.
El gesto de aquellos 77 soldados del Chacabuco que la historia recoge con el nombre de Combate de la Concepción no morirá jamás y año tras año será recordado, porque pertenece a esas epopeyas que pasan a la posteridad orladas de gloria. El bronce ha perpetuado el nombre de esos 77 valientes: ¡Es la inmortalidad destinada a los héroes! Aquellos bravos, lejos de la patria, no necesitaron estímulo alguno para cumplir con su deber. Sabían, al empuñar sus armas y antes que el combate comenzara, que iban al sacrificio y, sin embargo, no hubo vacilaciones.
Lo que leeré a continuación, es la transcripción literal del relato que hizo el Coronel Estanislao del Canto Arteaga:
Como a las nueve de la mañana del día Lunes 10, no quedaban sino el teniente Cruz y cuatro soldados que defendían la entrada al recinto del ya quemado cuartel. Se notó a esa hora que ya habían agotado todas sus municiones, porque no hacían ningún disparo, y entonces algunas voces peruanas, le gritaban: ¡Subteniente Cruz, ríndase hijito, no tiene para que morir! A lo cual él les contestaba: ¡Los chilenos no se rinden jamás! y volviéndose a su tropa les preguntaba: ¿No es verdad muchachos? Los soldados respondían afirmativamente y entonces el oficial mandó a calar bayoneta y se fueron furiosos contra las masas indígenas. Fatigados, tuvieron que rendir su vida, quedando algunos clavados en las lanzas de los salvajes. Al subteniente Cruz se le aplicó un tiro por la espalda.
Los dos últimos soldados que escaparon después de la muerte de Cruz se refugiaron en el atrio de la iglesia y allí se notó que hablaban. Luego se abrocharon el uniforme, se pusieron el barboquejo y ajustaron su gorra y se lanzaron sobre la turba para morir rifle en mano.
Por su parte el soldado chileno Marcos Ibarra, escribió en su diario: Mí coronel Del Canto ordenó a los Doctores Cirujanos que sacaran los corazones a los valientes Oficiales de la 4ª Compañía del Batallón Chacabuco 6º de Línea. Estos corazones fueron colocados en un frasco en alcohol para traerlos a Chile y las demás víctimas que perecieron en el combate fueron sepultados al día siguiente.
Esos corazones están hoy resguardados en la Catedral de Santiago y son el mudo testigo de una epopeya digna de la memoria de todo un pueblo.
Estimados amigos, esta heroica hazaña llevó al Comandante de la División a dar a conocer a las tropas el 14 de julio de 1882 la siguiente proclama:
“¡Soldados del Ejército del centro! Al pasar por el pueblo de La Concepción, habéis presenciado el lúgubre cuadro de escombros humeantes, cuyo combustible eran los restos queridos de cuatro oficiales y setenta y tres soldados de tropa del Batallón Chacabuco 6ª de línea. Millares de manos salvajes fueron los autores de tamaño crimen; pero es necesario que tengáis entendido que los que defendían el puesto que se les había confiado eran chilenos que, fieles al cariño de su patria y animados por el entusiasmo de defender su bandera, prefirieron sucumbir antes que rendirse!. ¡Un hurra a la eterna memoria de los héroes de La Concepción!”.
Estimados Invitados, para Rotary Club Talca es un verdadero honor poder hoy homenajear a las glorias del ejército y recordar aquellos episodios que permitieron la independencia de nuestra patria y han puesto a Chile como una nación libre y soberana.
Las virtudes del Ejército contribuyeron a formar nuestra Historia; sus hazañas guerreras plasmaron el territorio nacional, pero, además de su misión fundamental de resguardar la soberanía patria, también ha escrito una brillante historia en tiempos de paz. Lo acreditan múltiples tareas tales como el Servicio Militar, creado en Chile por primera vez en América, en donde no sólo hombres y mujeres aprenden el manejo de las armas sino que, además, muchos de ellos han completado su enseñanza escolar y han salido de el con un oficio que les ha permitido ganar su vida dignamente; A lo largo de su historia el Ejército de Chile ha debido enfrentar muchos y grandes desafíos, partiendo por las guerras externas, las catástrofes y tantas otras misiones, y en muchas de ellas el Ejército ha escrito páginas heroicas y gloriosas que nos llenan a todos los chilenos de gratitud y de orgullo.
Nuestro Ejército aporta a la ciudadanía toda la ayuda que sus medios y posibilidades le permiten, ha levantado caminos, carreteras y puentes y ha estado presente colaborando cada vez que nuestra maravillosa, pero indómita naturaleza nos golpea con terremotos, inundaciones, erupciones volcánicas, aluviones y tantos desastres más poniendo a prueba el temple de sus hombres y el de las más de 14.000 mujeres que integran sus filas.
El Ejército de Chile también ha cumplido cabalmente en las misiones de paz que le ha tocado participar alrededor del mundo: Actualmente Chile participa en 17 misiones, que se desarrollan en África, Asia Pacifico, Europa y Medio-Oriente. Compañeros e invitados, en estos momentos de fervor patriótico, es bueno recordar que entre nuestros principios
como Rotary está también el de fomentar la buena voluntad y la paz entre las naciones. No es raro entonces que en las filas de nuestro Club tengamos varios compañeros rotarios que vistieron el uniforme y nos honran con su compañerismo, amistad y compromiso de servicio.
Al rendir hoy este homenaje a nuestro Ejército, hacemos votos porque nunca perdamos de vista que esta institución ha sido la columna vertebral de la República. Y lo ha sido, no por la fuerza de sus armas, sino por lo que significa como escuela para las futuras generaciones, como depositaria de las más nobles tradiciones nacionales y por su amor a la Patria.
Al terminar estas palabras, en nombre de Rotary Club Talca, hacemos llegar al Ejército de Chile, por su intermedio coronel Humberto Pakomio y por los oficiales que le acompañan, nuestro homenaje de más profundo aprecio, respeto y reconocimiento. Llegue a todos los hombres y mujeres de esa institución, oficiales, su oficiales, personal de planta y conscriptos, nuestro afectuoso saludo y mejores deseos de éxito en estas nobles y difíciles tareas que llevan a cabo en beneficio de la Nación.
¡¡¡Muchas Gracias!!!