En solo un par de meses, las temperaturas de las noches en la zona central de Chile pueden pasar desde rondar los 20 grados Celsius a rangos cercanos a los cero grados. Los calurosos veranos dan paso a temporadas de otoño e invierno donde las condiciones de confort nocturno son diametralmente distintas, más aún para los más pequeños de la casa.
La marca Opaline, creadora de una de las prendas más funcionales para bebés, como lo es el pilucho (cuyo nacimiento data de mediados del siglo pasado), entrega recomendaciones para evitar que este tránsito genere incomodidad e incluso riesgos. En general, una referencia pertinente es que los niños y niñas menores de cinco años no deben llevar más que una capa adicional a la de los adultos.
Por ejemplo, se estima que entre los 15 y 20 grados Celsius se debe incorporar una doble capa más calcetines, pero, inferior a ese rango, es importante disponer de guantes y un gorro. La calefacción no es necesaria, salvo en casos extremos, pues una temperatura confortable es de alrededor 18 grados Celsius, un parámetro para el que no es necesario “sobreabrigar” al bebé.
De lo contrario, se corre el riesgo de generar un alza en las temperaturas y sudoración excesiva. Esto no es algo menor: además de generar incomodidad o eventuales afectaciones a la piel, hay que considerar que hasta los cinco años, los seres humanos no regulan de forma totalmente eficiente la sudoración (que es un mecanismo fisiológico de respuesta al calor).
Lo fundamental es buscar la comodidad: primero del niño, pero también de los padres. Camila Peñafiel, gerente de marketing corporativo de Colgram, empresa que representa a las marcas de vestuario y calzado infantil Opaline y Colloky, explica que la combinación entre pilucho y pijama es casi en la mayoría de los casos lo más recomendable.
“Solo si la temperatura es muy baja se recomienda utilizar gorros y guantes, y eventualmente una capa adicional. En Opaline, por ejemplo, tenemos pijamas de dos piezas para tallas desde los tres meses, que son una buena opción, pues además de dar comodidad al bebé, hacen más sencillo el mudado nocturno, y evitar despertarlos o generar un brusco cambio de temperatura al tener que sacarles la tenida completa”.
Evitar los extremos
Aunque las principales consecuencias de no abrigar adecuadamente a niños y niñas en las noches de invierno se vinculan principalmente con resfríos, el exceso de prendas, especialmente en bebés menores de un año, también se relaciona con eventos de mayor riesgo, como sudamina o miliaria, una erupción cutánea frecuente en esta edad. Y también, en casos muy poco frecuentes, causar mayor riesgo de sufrir muerte súbita.
Camila Peñafiel agregó que ambos extremos son malos, y lo ideal es aplicar un criterio de comodidad para él bebé y los padres, y no complicarse en demasía. Según los especialistas, añadió, abrigar en exceso es tan perjudicial como no protegerlos lo suficiente.
Un término medio es, en este sentido, una opción razonable, con pequeñas variaciones en función de si la temperatura promedio sube o baja. “La referencia de una capa adicional a la que utilizan los adultos es una medida de referencia muy útil”, afirmó la ejecutiva. La explicación de esto es que, al estar quieto y no poder moverse e incluso titiritar para aumentar su temperatura, esta tiende a ser un poco más baja.
Para conocer la temperatura corporal del niño, y así tener una referencia de si está o no bien abrigado, los médicos recomiendan tocarle el cuello, la nuca, los brazos o las piernas. Esas partes son mejores referencias que los pies y las manos, que se sentirán fríos a causa de la inmadurez de su sistema circulatorio periférico. Durante las noches es igualmente importante evitar la exposición a corrientes de aire o a fuentes de calor.