La falta de agua para riego que ya se extiende por más de una década, ha afectado fuertemente al sector agrícola en todo el país. El problema se ha hecho más grave en la zona arrocera nacional – sur de la región del Maule y norte de la región de Ñuble-, que hoy reúnen unas 20 mil hectáreas.
Para la encargada del programa de mejoramiento genético de arroz de INIA, Karla Cordero, es fundamental crear las condiciones, tanto en la parte genética como en la parte agronómica, para que los productores arroceros no abandonen el sector ante la falta de agua en el cultivo que, tradicionalmente, ha utilizado la inundación como modalidad de riego.
“Muchos agricultores están abandonando el rubro, lo que implicaría que -como país- tengamos una mayor importación de este importante cereal, que a pesar de ser básico para la canasta familiar, no es altamente consumido en Chile”. La investigadora de INIA Quilamapu resaltó que el consumo nacional de arroz es de 10 kilogramos por persona al año, comparados con el promedio mundial que alcanza los 58 kilogramos. “La apuesta es no depender completamente de los mercados internacionales, porque esa dependencia nos hace ser vulnerables en tiempos de guerra, de crisis, de pandemia, en donde los puertos se cierran”, destacó.
En ese contexto, y ante la necesidad de tener mayor seguridad y soberanía alimentaria de la población, la especialista agregó que en Chillán, el Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA Quilamapu, se ha enfocado los últimos años, en tener alternativas productivas acordes a las necesidades.
Disminución de agua a la mitad
En el campo de arroz de INIA en San Carlos, 120 productores pudieron ver que el arroz puede crecer y producir sin la necesidad de estar inundado. “Quebramos el paradigma de
que el arroz no se puede producir con riego y que solo era factible bajo inundación”, destacó Karla Cordero, tras lo cual añadió que “es posible producir arroz con 8, 10 o 12 riegos por temporada, lo que reduce el caudal de agua que era de 23 a 24 mil metros cúbicos por hectárea, a solo 10 u 11 mil metros cúbicos”. La investigadora aclaró que esta modalidad no representa una merma en los rendimientos, y que están buscando generar variedades que se adapten incluso mejor a este sistema.
Los agricultores también conocieron el arroz con riego por goteo -superficial y enterrado- con cintas especiales que pueden llegar a durar 20 años, lo que constituye una inversión que vale la pena y que incluso puede ser subsidiado a través de concursos de la comisión nacional de riego, indicó la investigadora de INIA Quilamapu.
Cordero hizo un llamado a que los productores no abandonen el rubro. Destacó que INIA está trabajando en nuevos sistemas productivos, adaptados a las condiciones impuestas por el cambio climático, ahorrando en insumos, bajando los costos de producción y con empleo más eficiente del agua. Agregó que se está trabajando en variedades de ciclo corto, lo que disminuye la demanda de agua, y que se ya se cuenta con diversidad en la oferta donde resaltó el arroz negro que abre una alternativa productiva para generar materia prima como colorantes naturales, snacks saludables, entre otros.
El cultivo del arroz tradicional (el inundado) es el segundo cultivo más contaminante de la agricultura en el mundo, solo superado por la ganadería. Al respecto, Karla Cordero expresó que el cambio del sistema de inundación al de riego, reduce a cero las emisiones de gases de efecto invernadero, con el consiguiente beneficio ambiental.
Buenas perspectivas para los arroceros
Al término de la jornada, el conocido productor de Retiro, Ignacio Villela, cuya superficie de siembra oscila entre 170 y 200 hectáreas, demostró su sorpresa con lo observado. “Es todo nuevo para mí, y veo un potencial tremendo”, señaló, junto con destacar el trabajo realizado.
“La siembra de arroz a 30 cm con riego por goteo me llamó mucho la atención; si el arroz llega a resistir eso, sería realmente espectacular. Hay que esperar el resultado que arroja en este ensayo en la primera temporada, pero hasta ahora, se ve muy bien” sentenció.