María del Pilar Véjar Sepúlveda (65) nació y se crió en el seno de una humilde familia campesina del pueblo de Rari, en la comuna de Colbún, Región del Maule, y a los 8 años de edad su madre, Celmira, fallecida en 2014, le enseñó a tejer con crin de caballo (el pelo de la cola del animal). Lo primero que hizo fueron círculos y con el tiempo fue adquiriendo las destrezas que le permitieron convertirse en la gran maestra artesana que es hoy.
Su destacado trabajo la ha llevado a participar en las principales ferias y muestras artesanales del país, pero este año llegó más lejos, ya que su trabajo está presente en la Bienal Internacional de Artesanía y Creación Révélations, que organiza el sindicato Ateliers d’Art de France y que se realiza hasta este domingo 12 en el Grand Palais Éphémère de París.
Usuaria del Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap), la cultora cocreó, junto a Paula Corrales y Mitsue Kido, fundadoras del proyecto de diseño Lamps From Chile (2018), que vincula la artesanía tradicional con el diseño contemporáneo, la colección de lámparas Crin Weaving Color 2022. Estas piezas forman parte de la muestra nacional que se exhibe en la bienal y cuya curatoría estuvo a cargo de Romain Juilha.
Con el apoyo del Área de Artesanía del Ministerio de las Cultura, las Artes y el Patrimonio, Marca País y la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería, nuestro país participa en Révélations con las obras de 15 artistas, muchos de los cuales presentan por primera vez su trabajo en este certamen internacional y también fuera de nuestras fronteras.
“Para mí es un orgullo y me emociona mucho que mi arte haya llegado tan lejos y que sea apreciado por gente de otras partes del mundo. Dios puso en mi camino a Paula Barrales y espero que me dé fuerzas para seguir haciendo lo que más amo”, dijo María del Pilar, quien contó que trabajó durante un mes y medio en el set de lámparas, con crin natural de tonos blanco y café y también con ixtle, fibra vegetal complementaria que se utiliza para darles mayor flexibilidad a las piezas.
Sobre su oficio, la artesana cuenta que en los años 60 todas las mujeres de su zona aprendían desde niñas a tejer en crin para aportar a la economía familiar: “Nosotros éramos ocho hermanos, cinco mujeres, y yo era la mayor. Como escaseaba el dinero, debíamos ayudar a mi mamá. Ella empezaba la urdiembre y nosotras seguíamos. Después los trabajos eran entregados a comerciantes a muy bajos precios. Fue una época dura”.
Con el paso del tiempo, tanto Rari como sus mujeres recibirían el reconocimiento que merecían: en 2010 la comunidad de artesanas fue distinguida como Tesoro Humano Vivo por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y la Unesco, en 2015 el pueblo fue designado Ciudad Artesanal del Mundo por el World Crafts Council y en 2018 el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (Inapi) otorgó el Sello de Origen a este ancestral oficio, único en el mundo.
María del Pilar fue la única de su familia que se dedicó por entero a la artesanía en crin y gracias al trabajo de sus manos y a la agricultura –cultiva y vende hortalizas– logró sacar adelante a sus cuatro hijos, dos hombres (uno es emprendedor turístico y el otro, funcionario del Ejército) y dos mujeres (una profesora de educación diferencial y una trabajadora social).
Dice que un momento importante en su vida fue cuando se hizo usuaria de Indap: Como integrante del Programa de Desarrollo Local (Prodesal) recibió apoyo para su labor agrícola y como artesana participó en ferias –la primera fue en la Fiesta del Chancho Muerto en Talca en 2014 y la última en el Parque Municipal de Castro en 2020, antes que se desatara la pandemia– y recibió capacitaciones que le dieron mayor valor a su trabajo.
Hoy, en su Taller Las Tres Marías, ubicado en Santa Rosa de Panimávida, a 3 kilómetros de Rari, no para de desarrollar su creatividad. Con una tijera para cortar los restos de crin e ixtle y una aguja para las terminaciones, sus manos crean mariposas, brujas, damas, marcadores de libros y copas, aros, portavasos, prendedores y collares, en un proceso similar al tejido del mimbre.
“Yo amo lo que hago, es el motor de mi vida. No hay día en que no me siente a trabajar, porque si no lo hago siento que es un día perdido. Una vez que termino las tareas de mi hogar, cuando no hay visitas, ninguna gallina cacarea a lo lejos y nadie llega a comprar lechugas, me siento a tejer, a veces hasta la una de la madrugada”, cuenta.
Pero María del Pilar tiene una preocupación: “Pese a que hemos sido reconocidas a nivel mundial, veo que va a llegar un día en que las artesanas vamos a desaparecer; ya estamos envejeciendo y la juventud parece no interesarse por aprender este legado”. Por esa razón, siempre está dispuesta a dictar talleres donde quiera que la inviten y también online, para traspasar sus conocimientos. “Me apasiona enseñar, estoy orgullosa de lo que hago y no quiero que muera mi oficio”, dice.