Creo que lo más sensato es sostener que lo vivido este domingo fue un macizo triunfo del apruebo, en tan solo tres comunas de las 346 ganó el rechazo. Casi el 80% de los chilenos quiere un nuevo pacto social y, además, se vienen al piso varios mitos, en relación a la polarización del país y la alta participación ciudadana.
Se estima que fue un poco más de punto -aproximadamente 50.5 % lo que equivale a 7.5 millones de electores- con respecto a la segunda vuelta de la elección del 2017 donde votaron 7.032.523 personas; pero, sin duda, fue la más alta desde el voto voluntario y, de 1989 en adelante. Al parecer la pandemia no fue un factor inhibitorio.
Si bien la victoria es incuestionable, no podemos negar que tenemos un problema de participación electoral, uno de cada dos chilenos no fue a votar. Esto es preocupante y representa un desafío, ya que en política no es solo comunicar emociones, debe decirse claramente que el triunfo de hoy es relativo porque el 50% de los ciudadanos no votó. Si ese porcentaje se repite en la elección de la Convención Constituyente de abril próximo, la nueva Constitución será redactada por representantes del 50% del país y no del 100%, lo que le quitaría legitimidad.
Por otra parte, se suma una segunda tarea, las expectativas, y aquí surge la pregunta de cómo manejar las percepciones ciudadanas, cuyas convicciones tendrán que acomodarse ante la realidad de que no habrá en dos años un país distinto. Y, en este contexto, la clase política tendrá que modernizarse y darle tiraje a la chimenea que implica terminar con los caudillismos, porque este proceso no nace de la violencia sino de una crisis de la democracia.
En cuanto al 80% que se adjudicó la Convención Constitucional, la lectura radica en el golpe durísimo que se le dio a la élite política, donde queda en evidencia que con este resultado no quieren que participen en la redacción de la Nueva Constitución.
Simplemente, no hay confianza, y es así como se ha entendido que ningún partido debe celebrar ni levantar banderas. No es extremo, pero este cuadro deja a partir de este 25 de octubre, tanto a la oposición como al oficialismo, con una relevancia mínima para Chile.
Hoy la ciudadanía demanda un verdadero y activo espacio de participación, con un nuevo orden de acción política, sin democracia representativa, sino un modelo que se configura con dos pilares: participativa y ciudadana. Tengo un alto nivel de certeza que esto hará tomar fuerza a los cabildos para democratizar y descentralizar la discusión de contenidos de la nueva Constitución, esta que será la primera en el mundo con paridad de género.
Finalmente, un dato muy importante, un lujo nuestros procesos electorales, en un par de horas tuvimos resultados incuestionables. No necesitamos voto electrónico, la papeleta funciona impecable, por eso hay que cuidarlo y no ponerse creativos para cambiarlos.