En la semana tuvo lugar un referéndum en la Universidad de Talca donde la comunidad universitaria se pronunció sobre los nuevos estatutos propuestos por su Consejo Académico. Consejo encabezado por su rector y conformado por sus decanos de Facultad y directores de Instituto.
Los resultados son bastante ilustrativos de la distribución del poder en la propuesta estatutaria. Una contundente mayoría de los académicos del cuerpo regular aprobaron la propuesta del Consejo Académico. No se esperaba otra cosa. Mal que mal, tales académicos se asume que están representados por sus respectivos decanos y directores al ser éstos elegidos por ellos. Lo curioso es que una similar contundente mayoría, pero de los otros estamentos universitarios –estudiantes, administrativos y académicos no regulares- decidió rechazar la propuesta. Esto da cuenta de un choque de trenes. Quienes rechazaron la propuesta son quienes justamente no están representados en el Consejo Académico.
¿Cómo explicar esto? La explicación surge del hecho de que la universidad inició hace un par de años un proceso de readecuación estatutaria bajo el alero de un Consejo Asesor en el que se alentó la participación de toda la comunidad académica. Dicho Consejo Asesor culminó su trabajo con una propuesta, la que se sometió a consideración del Consejo Académico para su validación. Este último le introdujo modificaciones que se constituyeron en la manzana de la discordia. Lo que debió someterse a referéndum era la propuesta del Consejo Asesor, no la del Consejo Académico. Si así hubiese sido, otro gallo cantaría.
No hay que olvidar los actuales estatutos datan de 1981, esto es, de tiempos del innombrable, y por lo mismo, tienen su sello, el de la concentración del poder, la no participación, la imposición, lo que limitó significativamente el desarrollo de las universidades. Ello derivó en un ambiente incompatible con la búsqueda de la verdad científica en un contexto de diálogo libre y abierto.
Si bien desde 1990 los rectores y decanos pasaron a ser elegidos, la impronta autoritaria dada por los estatutos se mantuvo sujeta a la voluntad de quienes ejercerían tales cargos. A lo largo de todo este tiempo no se apreció mayor capacidad de modificación estatutaria, ya sea por falta de voluntad política de sus rectores y/o de sus respectivas comunidades universitarias. La realidad al interior de las universidades ha sido tal, por los más diversos motivos, que las voces que han demandado cambios estatutarios han sido minoritarias y/o no escuchadas.
De hecho, tenía que venir una ley que lo exigiera para que las universidades estatales, particularmente las regionales, despertaran de su letargo y se sumieran en la construcción de los nuevos estatutos. La Universidad de Talca no escapó a este sino. Es así como en el curso de la semana, la Universidad de Talca sometió a referéndum una propuesta de nuevos estatutos elevada por su Consejo Académico integrado por los decanos de Facultad y directores de Instituto, y encabezado por su rector. Los resultados señalan que tal propuesta fue rechazada por la gran mayoría de los votantes, quienes representaron solo poco más del 10% del universo electoral. La baja participación se concentra en el estamento estudiantil, la que se explicaría por las restricciones impuestas por la pandemia.
Los resultados no hacen sino reflejar el tema de la distribución del poder imperante. Quienes detentan el poder de decisión votaron en una dirección, y quienes no lo tienen, en otra dirección. Mal que mal, bajo los estatutos actuales, la concentración del poder en las autoridades unipersonales, rectores y decanos, es manifiesta.
A 40 años de la vigencia de sus actuales estatutos, los resultados de este referéndum invitan a la reflexión y verlos como una oportunidad para dar un salto cualitativo de proporciones. De la responsabilidad, la fuerza, el vigor y entusiasmo que logre desplegar la comunidad de la Universidad de Talca, dependerá el surgimiento de estatutos que sean capaces de dinamizar el quehacer académico en un ambiente de sana, respetuosa y fecunda convivencia interna.
Rodolfo Schmal