La famosa Lista del Pueblo (LDP) está dando que hablar. Digo famosa por haber sido la lista revelación al obtener un significativo número de candidatos electos para la convención constituyente. De la nada, se aparecieron de improviso sorprendiendo a moros y cristianos. En cierto modo se sienten los padres de la explosión social y han marcado distancia de los partidos políticos, resistiéndose a ser uno más de ellos. Digo que está dando que hablar, por dos motivos: la nominación presidencial y los gastos presentados por sus candidatos a la convención.
Un día afirman que llevarán candidato presidencial, sí o sí, e incluso enumeran las características que debe tener, entre ellas, ser mujer y de pueblos originarios. A los pocos días, entre gallos y medianoche, luego de una votación entre menos de 80 personas, se levanta la candidatura de Cristian Cuevas, con un pasado como dirigente sindical, militante de 3 partidos políticos, y candidato a sendas elecciones sin ser electo en ninguna de ellas. A poco andar, desde las alturas de la LDP y a la hora de escribir estas líneas se da cuenta que se abre la carrera para que compitan por patrocinios 3 precandidatos presidenciales, entre los cuales no está Cuevas.
El otro motivo por el cual la LDP ha estado en el tapete noticioso ha sido por problemas relacionados con la rendición de boletas al Servicio Electoral (SERVEL). Boletas emitidas por familiares (hijos, hermanos, cónyuges, tías, cuñados, sobrinos, nueras) de candidatos de la LDP y que han sido cuestionadas por la propia comisión de ética de la LDP.
Cabe recordar que SERVEL pagó una cifra del orden de poco más de mil pesos por cada voto obtenido por los candidatos. Para obtener este financiamiento los candidatos debían respaldar sus gastos de campaña con boletas. Dado que esta información debe ser pública, se tuvo conocimiento que no pocas boletas fueron emitidas por familiares de los candidatos.
Estos dos hechos, las martingalas para nominar a los precandidatos presidenciales y las boletas de los familiares de los candidatos a constituyentes, demuestran que la LDP no ha podido sustraerse a los males que aquejan a los partidos políticos que tanto denostan. Rasgan vestiduras, queriendo estar por encima de los partidos políticos, y no quieren ser como ellos, pero a la hora de la verdad su comportamiento deja mucho que desear. Al paso que van, andan con la brújula perdida.
No es llegar e involucrarse en política sin constituirse formalmente en un partido político con todos los deberes y derechos asociados. No existe una democracia sin partidos políticos, y para tener una democracia en forma, robusta, es imprescindible contar con partidos políticos sólidos. Sin ellos la democracia se debilita.