El reciente cierre de La Cuarta es una tendencia desoladora en el periodismo nacional. El adiós de Caras, Cosas, Ercilla, Qué Pasa, en nuestra región Diario el Centro de Talca muestran un largo obituario.
En conversación con El Maule Informa, Milena Vodanovic Johnson, exdirectora de Paula entre los años 2007 y 2015 plantea que “el tema no está en los medios en papel o en los medios digitales. Tampoco que las personas no tengan interés en informarse ni tampoco leer. Por el contrario, a la gente le interesa informarse, le interesan las noticias y la lee en papel o en plataformas digitales”.
Milena ¿qué explica entonces el cierre continuo de medios?
– Existe una debacle mundial sobre el sistema de financiamiento de los medios. En primer lugar, se terminó el contrato que permitió que durante gran parte del siglo XX producir espacios de prensa fuese un negocio perfecto: los medios captaban a ciertas audiencias, más o menos anichadas según su alcance o extensión (más anichadas las revistas, por ejemplo; más masivos los periódicos) y cualquier fabricante de productos o servicios (shampoo, papel higiénico, tallarines, compra-venta de automóviles, inmobiliarias) que quisiese alcanzar a dicho público no tenía más remedio que llegar a él a través de los medios.
Círculo perfecto
Hoy, los generadores de productos y servicios ya no necesitan a los medios de comunicación para alcanzar a sus potenciales clientes.
– Ciertamente. Existen otros dispositivos que les permiten aproximaciones más directas y más precisas: Facebook, Instagram, Twitter, mailings, llamados telefónicos y bombardeos por google basados en las pistas que dejamos en la red o en la georreferenciación que hoy domina el marketing comunicación. Además, la gente se acostumbró a no pagar los contenidos en internet.
Nadie estuvo dispuesto a pagar por una noticia en el computador o en el teléfono. ¿Para qué, si las recibíamos igual?
– Pero ese mundo de prensa digital lo subvencionaban los equipos de prensa que aún se sostenían gracias al avisaje tradicional del papel o la TV.
Hasta que el proceso se aceleró. Y hoy este es el cuadro: si no paga el público, ni tampoco lo hacen, vía publicidad, las empresas e instituciones, ¿cómo se financia el contenido?
¿Cómo se consigue que vayan a terreno los corresponsales de guerra, cómo se pagan sus hoteles, sus pasajes? ¿Quién financia el sueldo de periodistas duchos en el reporteo, de editores perspicaces, de fotógrafos perceptivos?
Una crisis profunda…
– Esa es la crisis que hemos visto avanzar a pasos agigantados en los últimos meses. Es por esto y no por ocultos propósitos ideológicos ni únicamente por la corta visión de unos gerentes codiciosos que en los últimos años se cerraron las revistas Caras, Cosas y Qué Pasa y las radios Beethoven, Zero y Paula; es este el motivo porque La Tercera dejó de repartirse en papel a sus suscriptores. Eso sin contar otros ajustes anteriores en El Mercurio y Radio Bío Bío. Seguro que otros casos se me quedan en el tintero. No importa. El retrato queda hecho. No es culpa de nadie… El mundo cambió.
Parecía un camino de apertura, democracia y fragmentación del poder. Y lo ha sido. En parte. Pero todo espacio bello y poderoso tienta al caos. Y peor aún, al demonio. Y así, poco a poco, no solo el despelote, sino principalmente el poder, los intereses, los grupos, las ideologías han ido buscado el modo de penetrar en este prístino océano azul de intercambio igualitario cibernético para controlarlo con sus redes de pesca industrial, por usar una analogía. Y lo han conseguido.
Hubo muchas expectativas en internet.
– Parecía un camino de apertura, democracia y fragmentación del poder. Y lo ha sido. En parte. Pero todo espacio bello y poderoso tienta al caos. Y peor aún, al demonio. Y así, poco a poco, no solo el despelote, sino principalmente el poder, los intereses, los grupos, las ideologías han ido buscado el modo de penetrar en este prístino océano azul de intercambio igualitario cibernético para controlarlo con sus redes de pesca industrial, por usar una analogía. Y lo han conseguido.
¿Qué ha pasado a la larga?
– Los ciudadanos participamos más que antes, se debilitaron las barreras de entrada, pero el juego y sus ganancias lo controlan unos pocos gigantes: Facebook, Google, Amazon, Spotify… y todo aquel que sepa, con ingenio y con dinero penetrar en la poderosa red. El escenario comunicacional se asemeja un poco al Chile que denuncia el estallido del 18 de octubre del 2019.
La importancia de los medios
Milena, ¿es el fin de la carrera de periodista?
-Es muy doloroso. Estoy viendo el fin de mi profesión. Un oficio abnegado. Quienes se hayan hecho a la idea de que el periodismo es frívolo y superficial, se equivocan. Nada más lejos de la verdad que esta manida frase que nos define como “un mar de conocimientos en un centímetro de profundidad”. Los periodistas sí somos especialistas. Somos expertos en comunicar. Sabemos distinguir lo relevante de lo irrelevante; nos hemos entrenado en contar relatos con sentido y lo hacemos rápido y estructuradamente. Entendemos qué es noticia. Chequeamos nuestras fuentes. Verificamos la información. Hacemos todo lo posible para que no nos metan el dedo en la boca. Sabemos que nuestros lectores son exigentes, no los menospreciamos. Trabajamos para ellos con rigor y a presión. No niego que hay compañeros irritantes por ramplones o pomposos. Tampoco me es ajena la evidencia brutal de que la propiedad de los medios no ha estado equitativamente repartida: el poder empresarial dueño de casi todo. Pero por casi cuarenta años -obtuve mi título en 1984- he visto a personas sensibles y formadas, trabajadoras y responsables, darlo todo para conseguir un mejor enfoque, por hacer la pregunta correcta. Profesionales que se preguntan a sí mismos una y otra vez si no están siendo sesgados, si acaso faltan datos, si hay que ir a golpear otra puerta para iluminar mejor la idea.
Pero el periodismo serio y los medios digitales y en papel son indispensables en una sociedad democrática…
– Lo más grave es que se trata de una herramienta indispensable para los tiempos que corren. Los medios han sido el único amortiguador, un cierto filtro, para que exista algo de verdad, calidad y honestidad en la información que recibimos casi todos y quienes siempre estarán tentados de manipularla a su beneficio… Me pregunto si no es hora de repensar cómo podemos sustentar, financiar apoyar al periodismo de calidad. Con fondos públicos, con nuestros impuestos, con algún sistema que inventemos. Es una tarea mundial y local.
La considero demasiado relevante para no desquiciarnos en el flujo informativo de las redes, que no organiza, no contextualiza, no profundiza ni crea la limitada plaza pública, pero plaza pública al fin, que los medios nos ofrecía. Un espacio para encontrarnos, mirarnos las caras. Y sabernos distintos.
Un momento crucial
-Estamos frente a un enfermo terminal. El periodismo necesita aire para respirar y medicamentos para sanar. Y si no los recibe, morirá. Lamentablemente. No sé me ocurre cómo vamos a reemplazarlo ni con qué. Y lo echaremos de menos. Estoy segura. El periodismo es un oficio apasionado. Duro. La mayor parte de las veces, honesto…
Mario Rodríguez Órdenes