La nota amarga en el regreso a la presencialidad la han puesto los casos de agresiones escolares que se han difundido a través de redes sociales, incluso algunos han involucrado uso de armas corto punzantes. ¿La mejor sanción es expulsarlos del colegio? ¿Son realmente victimarios los jóvenes agresores?
Gerardo Chandía, director del Magíster en Salud Mental Infanto Juvenil de la Universidad Católica del Maule (UCM) es enfático al decir que la expulsión no es la salida. “Cuando hablamos de una población en desarrollo, es decir población infantojuvenil, la sanción necesariamente debe ir acompañada de un proceso de apoyo e intervención. Por tanto, pensar como sanción la expulsión del colegio y dejar al joven excluido del sistema solar no es la mejor opción”.
Chandía advierte que el acompañamiento no solo debe dársele a quien es agredido, pero también a quien realiza la conducta trasgresora y añade que “no me gusta la palabra victimario porque, justamente, cuando uno hace un análisis de jóvenes que cometieron conductas violentas, en el gran porcentaje –sino en todos- nos encontramos con historias en las que ellos también son víctimas de muchos tipos de vulneraciones”.
De hecho, según el experto, la agresividad es un síntoma de problemas a nivel familiar, social, comunitario o de salud mental. Por ello, Chandía hace un llamado a “quitarles el rótulo de delincuentes” y cambiar el abordaje que se suele hacer en estos casos pues “el discurso está muy centrado en el castigo y hay que tener ciertos resguardos porque estamos hablando de jóvenes que, probablemente, estén cursando historias de mucha vulnerabilidad y debemos entenderlos como víctimas de un sistema”.
Qué hacer en los colegios
Lo primero que puntualiza el director del Magíster en Salud Mental Infanto Juvenil UCM es que, en estos casos, no hay un solo culpable. “Sería un error definir que los equipos de convivencia o las familias o los colegios son los únicos responsables. De alguna forma, como sociedad, todos somos responsables de lo que está pasando y la intervención debe abordar de forma integral este fenómeno”.
Ello implica trabajar con toda la comunidad educativa, “no solamente los jóvenes sino también el equipo directivo, los profesores y los apoderados, incluso, también abarcar un tema sumamente importante que tiene que ver con la intersectorialidad, es decir, cómo coordinamos con el equipo de salud o, quizá, con el Servicio Mejor Miñez para lograr derivaciones oportunas en los casos en los que sea necesario”.
Dar espacio para hablar de las emociones
Chandía es crítico del abordaje que hicieron la mayoría de los colegios en la vuelva a la presencialidad luego de dos años de pandemia. “Una buena estrategia hubiese sido que, a través del Ministerio de Educación, se dedicaran las dos primeras semanas en la vuela a clases para abordar temas netamente del ámbito emocional y dejar de lado los temas netamente académicos. No se hizo y la evidencia científica internacional nos decía que la salud Mental en jóvenes se había visto claramente afectada por la pandemia”.
Para el académico, es muy necesario que los establecimientos escolares hubiesen realizado un “diagnóstico emocional y familiar de los estudiantes y posterior a eso se dedicaran a temas académicos”.