Desde la publicación de La Derecha Perdida (Ediciones del Instituto Libertad y Desarrollo, 2017) la magister en historia, Valentina Verbal Stockmeyer, se ha convertido en un referente del pensamiento de la derecha.
Recientemente acaba de publicar conjuntamente con Felipe Schwember y Benjamín Ugalde, El Octubre chileno / reflexiones sobre democracia y libertad (Ediciones Democracia y Libertad, 2020).
El MauleInforma.cl conversó con Valentina que se encuentra estudiando un doctorado en Miami en la Florida International University.
-Ha sido una experiencia demandante, pero al mismo tiempo enriquecedora. El ritmo de lecturas es bastante más intenso del que estaba acostumbrada en Chile. Debo leer tres libros por semana, un promedio de mil páginas. Esto supone, además, hacer reseñas y participar activamente en clases. Sin embargo, ha sido también una experiencia muy enriquecedora. He tenido la oportunidad de acceder a bibliografía (en inglés) que antes desconocía, y que me ha abierto un mundo de posibilidades para mi futuro trabajo como historiadora”.
-Valentina, ¿en qué temas centrará su tesis? –
Estudio un doctorado en historia atlántica. El programa es buenísimo. Historia atlántica supone estudiar las interacciones entre cuatro continentes: Europa, América del Norte, Latinoamérica y África. Permite entender cómo se formó el llamado mundo atlántico de manera comparativa, tanto en su faz anglosajona como hispana. Además, esto se hace desde las más recientes metodologías historiográficas. Mi tesis, hasta ahora, se centrará en la construcción del Estado en Chile desde la perspectiva del género, idealmente entre 1810 y 1860. Aunque voy a estudiar el caso de Chile, pretendo hacer comparaciones con otros países del mundo atlántico”.
La derecha perdida
–Valentina, ¿cuál es la tesis de su libro La derecha perdida, publicado en 2017? —
–La derecha perdida es un ensayo político, publicado hace tres años, pero que creo mantiene bastante vigencia en el momento actual. En ese libro busco responder a la clásica pregunta sobre las razones que explican la falta de relato en la derecha chilena.
Sostengo que un relato político supone partir de un gran principio ideológico que dé respuesta al contexto histórico que se vive en el presente. En este sentido, ahí expreso que ese principio debería ser la libertad; y, como mínimo común, para el conjunto de la derecha, la libertad económica.
Sin embargo, añado, esta libertad no debería defenderse de manera plana, en base a gráficos y resultados (como ha sido frecuente en la derecha), sino en términos morales: la libertad económica permite construir un proyecto de vida para emprendedores, consumidores, trabajadores, etcétera.
-¿Por qué señala que cuando se habla de derecha social sostiene que se trata de un triunfo de las ideas de centro izquierda?
–Básicamente, porque creo que la derecha debería defender el derecho de los individuos a perseguir su propio destino. Para esto la derecha debería propiciar un sistema de mercado combinado con un Estado al servicio de los más necesitados.
La gracia del mercado es que las personas que en él actúan persiguen fines propios y no colectivos. No necesariamente los fines de un consumidor coinciden con los de un vendedor. Sin embargo, ambos pueden cooperar para el logro de sus respectivos fines.
El mercado precisamente permite ese tipo de cooperación. Y creo que la acción del Estado debería ser focalizada, es decir, estar orientada a ayudar a quienes se encuentran en situación de necesidad o pobreza. Y esto se llama Estado subsidiario.
En cambio, la idea de un Estado social —a la que una supuesta derecha social acudiría— implica la provisión de derechos universales, lo que tiene varias consecuencias negativas, por ejemplo, la disminución de los incentivos para progresar, la subordinación de los fines propios a fines colectivos, la dependencia —prácticamente de por vida— del Estado; todo ello sin contar con que los servicios estatales siempre serán (y así han sido) de peor calidad que los privados”.
-Veo una derecha fragmentada, ¿comparte que le faltan ideólogos que la conduzcan?
–No sé si necesariamente lo que haga falta son ideólogos que entreguen una receta única sobre lo que hay que hacer. Sin embargo, sí está bien que haya intelectuales: personas que piensan el sector desde principios más profundos, y no desde el mero pragmatismo.
En este sentido, creo, es una buena noticia que, en los últimos años, hayan surgido varios intelectuales de derecha desde distintas tendencias internas. Pero, lamentablemente, quienes han tenido mayor influencia —en la misma línea que experimenta el país— han sido intelectuales antiliberales, antimercado, comunitaristas y nacionalistas.
Por lo demás, le tengo bastante poca fe a la mayoría de los políticos del sector. Además de casi no tener formación doctrinaria, tienden a ser meramente pragmáticos. No se trata de ser dogmáticos, en política hay que ceder, pero tampoco ser meramente pragmáticos.
Como suelo decir, el pragmatismo puro permite ganar la próxima elección, pero no la próxima generación. Y la derecha viene, desde hace ya varios años, ganando elecciones, pero perdiendo generaciones.
El plebiscito
-Valentina, ¿Considera que la demanda de una nueva constitución es una demanda transversal?
–Probablemente sí, de acuerdo a las encuestas. Pero porque quizás importantes sectores de la población han visto en el proceso constituyente una válvula de escape para la crisis política que el país vive desde octubre pasado. Además, y de acuerdo al discurso de moda, se cree que la nueva Constitución será una especie de varita mágica para mejorar las condiciones de vida de la gente. La verdad de las cosas es que esto no será así. Los países no prosperan por la letra de sus constituciones, sino por la libertad de sus individuos.
-¿Qué significa si el plebiscito del 25 de octubre tiene baja participación ciudadana? –
–Bueno, esto significará que el proceso partirá con el pie izquierdo, pero la legitimidad formal del proceso dependerá de todas sus etapas. Sin embargo, no le tengo ninguna fe al proceso en curso porque —como enseña la historia— las constituciones no se legitiman a partir del cumplimiento de reglas formales, sino por el cumplimiento de las reglas no escritas de la democracia, entre las cuales hay tres fundamentales: no aceptar por ningún motivo la violencia como vía para lograr objetivos; ver a las fuerzas contrarias como legítimos adversarios, pero nunca como enemigos a destruir; y finalmente no estirar el elástico de las instituciones para provocar la caída de los gobiernos o, al menos, su máximo debilitamiento.
Ninguna de estas tres condiciones son hoy cumplidas por la mayoría de la izquierda en Chile. No creo que, en este sentido, la convención constituyente actúe mejor que el actual congreso.
-Ha oscilado entre el apruebo y el rechazo. ¿Qué consideración será fundamental para su decisión final?
-Creo que las constituciones deben surgir del consenso mayoritario de las fuerzas políticas. En este sentido, soy partidaria de discutir una nueva Constitución, pero creo que eso era mejor lograrlo a través del Congreso y sin una hoja en blanco.
O sea, era partidaria de consensuar la eliminación de artículos de la actual Constitución para hacerla más neutral en términos ideológicos. Pero la legitimación de la violencia de parte de la mayoría de la izquierda chilena, y la carencia de las otras reglas democráticas que señalé hacen muy poco probable que se logre una Constitución legítima en términos de su contenido, que logre satisfacer a la mayoría de las fuerzas políticas.
Y, por el contrario, pienso que, lamentablemente, parte importante de la izquierda chilena está fuertemente animada por una intención revanchista: quiere promulgar una Constitución revancha. En términos prácticos, esto significa promulgar una Carta que limite la libertad de las personas para actuar en el mercado, y construir sus destinos de manera autónoma. Esto me parece preocupante”.
–¿Cuál cree que es el mecanismo más adecuado para elegir a los redactores de la nueva constitución, en caso de que se imponga el apruebo?
-La verdad que me resulta bastante indiferente. Parto del principio de realidad: es el que es. Lo que sí creo que esa asamblea no será precisamente un espacio de deliberación democrática. No pienso, insisto, que sea mejor que el actual Congreso, sino incluso mucho peor.
-¿Estima que hay demasiadas expectativas en torno a la nueva constitución?
–Pienso que sí, porque los partidarios de una Constitución revancha han presentado la actual Carta como un obstáculo sistemático al establecimiento de políticas públicas en favor de los más necesitados. Pero esto no es así. El mismo segundo gobierno de Bachelet modificó sustancialmente el sistema educacional, tanto a nivel escolar como universitario, y no requirió de una nueva Constitución. De hecho, ella misma postergó para el cierre de su gobierno la presentación de un proyecto constitucional”.
¿Qué pasará si no se cumplen esas expectativas?
Probablemente, se dirá lo mismo que se dijo respecto de la transición. Que la clase política se vendió frente al llamado “modelo neoliberal”, que la alegría nunca llegó, etc. El problema es que importantes sectores políticos en Chile —incluyendo de derechas— llevan años diciéndole a la gente que la prosperidad, el bienestar, e incluso la felicidad pasa por la acción del Estado, y no por una sociedad de oportunidades, que tiene su base en el mercado: un sistema de cooperación social al servicio de los fines de todos, y no de un único fin colectivo.
Elecciones en Estados Unidos
-Valentina, considerando las próximas elecciones de Estados Unidos. ¿Qué medidas se están tomando para asegurarlas, considerando la gravedad de la pandemia?
-En general, las mismas medidas que en Chile: el uso de mascarillas, la prohibición de votar a quienes están diagnosticados como positivos, el distanciamiento social, etc. Además, se utiliza mucho el sistema de voto por correo que, por otra parte, Trump ha cuestionado como una supuesta fuente de fraude electoral.
-Justamente, ¿cómo funciona ese sistema de voto por correo?
-No estoy tan al tanto de ello, pero entiendo que esos votos se envían a través del correo estatal de los Estados Unidos (USPS), que tiene una unidad especialmente a cargo del proceso. También entiendo que esos sobres tienen un logo especial que permite separar esos votos y conducirlos de manera más eficiente y expedita a centros de votación.
¿Le parece conveniente que sea aplicado en nuestras próximas elecciones?
–No lo sé, pero tiendo a preferir para Chile sistemas más tradicionales. Creo que, aunque suene duro, Chile tiene problemas culturales que hacen difícil o más complicado el uso de medios tecnológicos. Lo hemos visto con la enorme cantidad de personas (400 mil) que se acogió, sin cumplir los requisitos, a la reciente ayuda estatal en el contexto de la pandemia. Los chilenos quieren ser Finlandia, pero no somos Finlandia.
-El reciente debate presidencial en Estados Unidos fue desolador ¿Qué se puede esperar de esos líderes mundiales?
-Al menos permite constatar que Chile tampoco es una isla en el incumplimiento de las reglas no escritas de la democracia. Y sí, pienso que no se puede esperar mucho de líderes que no son capaces de debatir racionalmente, con altura de miras. Pienso que, lamentablemente, lo mismo está pasando en Chile, y que lo mismo pasará —en mayor medida, incluso— en la futura convención constituyente”.
-Finalmente, ¿cuándo regresa a Chile?
-Mi doctorado termina en agosto de 2023. Son tres años de lecturas y de trabajos anexos a ellas, y un año para hacer el proyecto de tesis. Sin embargo, entre mayo y agosto de 2021 viajaré a Chile a hacer investigación de archivo para mi futura tesis. Espero repetir estos viajes en los años que me quedan.
-Este viaje académico, ¿significará un nuevo libro?
-Sí, espero publicar mi tesis. Pero también espero participar en otras publicaciones, algunas más políticas, como lo fue el libro El octubre chileno, de reciente aparición, y que edité junto a Benjamín Ugalde y Felipe Schwember. En este libro se propone una visión más bien heterodoxa del estallido del 18 de octubre, que está pronto a cumplir un año”.
Por Mario Rodríguez Ordenes