Estoy convencido de que el proceso constituyente que se ha iniciado es una gran oportunidad para que el país puede comenzar a resolver deudas históricas en temas que son trascendentales para el desarrollo humano y económico de Chile. Una de esas deudas históricas es avanzar hacia una descentralización efectiva en los procesos de toma de decisiones, que permita, a su vez, una mayor autonomía de las regiones para incidir en su propio progreso, según sus distintas realidades.
Hasta ahora, el que no se ha ya logrado una descentralización real pasa más bien por una falta de voluntad política que por otro motivo. Porque el tema ha sido parte de la agenda pública desde hace mucho tiempo, lo que ha incluido iniciativas y proyectos de ley que en en el papel se suponía que contribuirían a ese propósito, pero en la práctica aquello no ha pasado.
Un ejemplo concreto de esa falta de voluntad política para concretar una descentralización que promueva la regionalización es la ley de gobernadores regionales, donde las regiones contarán con un gobernador regional elegido en las urnas y la figura de un delegado presidencial, que reemplazará al actual intendente, y quien será el representante del Presidente de la República en las regiones. Este esquema, lejos de contribuir a dotar de mayor autonomía a las regiones en la toma de decisiones, provocará un problema de atribuciones y competencias, que afectará precisamente a las mismas. Se trata de una inconsistencia más en un área que es de vital relevancia si queremos que en Chile haya mayores niveles de equidad social y económica.
Por eso, el debate para elaborar una nueva Constitución es una inmensa oportunidad para volver a replantear este tema y reconfigurar la forma en que abordamos y valorizamos los territorios a lo largo del país. Porque el solo hecho de cómo está configurada nuestra geografía nos dice que Chile debe tener regiones fuertes, autónomas y con capacidad de decisión, que tengan capitales regionales que le compitan a Santiago.
Esto no quiere decir que el país deje de ser un Estado unitario, administrado por un gobierno central, como lo es hasta hoy, sino que precisamente ese gobierno central entregue mayores atribuciones a las regiones (y sus ciudades) para que estas dispongan de la autonomía suficiente en distintas materias para que puedan lograr un desarrollo participativo, inclusivo y armónico, en el que, por ejemplo, puedan tener mayor independencia para definir en qué invertir los recursos que generan, y así obtener un retorno efectivo, ya que en la actualidad esos recursos hoy, tienen como destino exclusivo las arcas del Estado, desde donde se redistribuyen a regiones con criterios absolutamente centralistas.
En esta línea, acercar el Estado a las regiones es otro desafío muy relevante, ya que a medida que uno se aleja de la Región Metropolitana y de la zona central del país, donde está concentrado el poder político, se va diluyendo precisamente la presencia del Estado en muchos aspectos, y se nota su ausencia.
Una descentralización efectiva y el fortalecimiento de las regiones, supone importantes oportunidades y ventajas para el país. Por lo pronto, permite que haya más posibilidades de lograr que Chile alcance una diversificación de su matriz productiva, algo fundamental si de verdad queremos llegar a ser un país desarrollado en algún momento. Fortalecer los territorios y las economías locales facilita la creación de hub de emprendimientos, lo que a su vez incentiva la innovación y promueve la economía circular, ofreciendo más y mejores oportunidades de progreso a las personas. Y en la medida que eso ocurra, también será posible descentralizar demográficamente el país, incentivando que los ciudadanos no sólo vean como única opción para tener mejores perspectivas, el vivir en la Región Metropolitana y la macrozona central del país.
Con todo, si hay algo que une a los chilenos en torno al proceso constituyente que se está iniciando es, en definitiva, poder mejorar su calidad de vida y expectativas de progreso, frente a lo cual la descentralización es uno de los pilares para cumplir con ese postergado anhelo.