Para muchos llama la atención, para otros una certeza de conocimiento y recuerdo de la historia de un hombre que consagró su vida a una Iglesia y, que el martes 19 de abril de 2005 por la tarde, era llamado por el colegio cardenalicio al servicio de ser Papa y de ahí en adelante ser conocido como Benedicto XVI.
Así comenzó el pontificado del hombre, profesor, sacerdote, obispo, que debió realizar un tránsito que lo llevaría de estar como férreo defensor a ser el delantero estrella del Vaticano, como lo expresó un artículo del Corriere dello Sport; pero Joseph Ratzinger es mucho más que sus casi ocho años en el pontificado, es un hombre que destacó por una intelectualidad brillante, el gran conocimiento adquirido, de una teología clara y con gran espacio de la racionalidad era capaz de reflexionar y enseñar de manera clara y certera.
Su búsqueda de la verdad lo movilizó toda su vida, como su buen maestro San Agustín y, este mismo interés que le dio la facultad de conversar con todos, con el verdadero sentido del “Panzer”, que va lento con la reflexión, oración y tranquilidad requerida para alcanzar lo fines que perseguía.
Reducir a Benedicto XVI a un Papa intelectual o de las grandes crisis vividas durante su pontificado o de ser el primero, después de setecientos años, en abdicar y con ello marcar una verdadera revolución en lo referente al papado, es no conocer el real legado de un Pastor que defendió a su Iglesia, que fiel a sus orígenes como el oso que aparece en su escudo, fue capaz de transmitir con claridad, desde su oficio de teólogo y su inteligencia, el conocimiento que alcanzo de Dios a quienes lo quisieran escuchar.
Benedicto nos deja, por segunda vez, la primera en su opción de dar un paso al costado y mantenerse en profundo silencio y meditación a la espera del encuentro con Dios, y ahora, en su pascua de reencuentro con su creador. Y esta convicción de Fe, mas allá de lo que hemos recordado, fue vivida y traducida en medio de nosotros con un estilo de vida sencillo y humilde.
Títulos que corroboran su vida en austeridad pero de gran presencia como “desde Martín Lutero que un Alemán no ha habido ningún alemán que haya influido tanto en la Iglesia Católica”, de Heinz-Joachim Ficher; “el Mozart de la teología” por el cardenal Joachim Meisner o “un Tomás de Aquino de nuestros días” como lo mostró Peter Seewald,(Cf. P. Blanco 2010).
Ha partido un gran hombre, un excelente intelectual, un buen pastor, que nos deja el legado de nunca dejar de buscar Verdad, con un espíritu de humildad y de abnegación constante para poder encontrar a Dios y transmitirlo a los hombres de buena voluntad, he aquí la voz del pueblo de Dios, que aclama Santo Súbito.
Miguel Cruz Cubillos
Director de Formación e Identidad
Santo Tomás Talca