Siempre atento a lo que pasa en Chile, Ricardo Israel conversó con El Maule Informa en los días previos al trascendental plebiscito del 25 de octubre, donde los chilenos definirán si están o no de acuerdo con una nueva carta constitucional.
-Ricardo, ¿qué espera del próximo plebiscito?
-Espero lo mismo de cada vez que se le ofrece a los chilenos la posibilidad de votar, es decir, una jornada de mucha madurez cívica, donde haya escasa violencia y se respete el resultado. Sé que pasamos por una época donde predomina lo negativo, pero basta observar los numerosos países – ricos y pobres- donde el escrutinio se demora días, para al menos valorar que al par de horas de cerradas las mesas se conozca lo que ocurrió.
-¿Cuál es su lectura del estallido social del 18 de octubre de 2019?
-Fue una mezcla de cosas: a) una incomprensión generalizada de los logros de la democracia; b) un discurso público en que demasiados actores políticos contribuyeron por demasiado tiempo a algo que no debió haber ocurrido, tal como lo es la legitimación de la violencia; c) una falta de respuesta oportuna de gobiernos y congresos a las legítimas demandas de solución a problemas reales.
El resultado es llamativo: después de presenciar la manifestación de alrededor de un millón de personas que pedían reformas sociales muy concretas (desigualdad, salud, educación) en vez de acometer su postergada solución, la clase política maniobró exitosamente para transformar esas demandas en un itinerario electoral que conduce a mayor poder para ella al mismo tiempo que mantiene privilegios e ingresos que no existen en democracias desarrolladas.
Junto con eso se traslada la prioridad desde lo social a lo constitucional, que no figuraba como urgencia. La constitución seguía siendo una piedra en el zapato (aunque no lo era para mejorar las demandas sociales) ya que nunca se legitimó y era una respuesta desfasada a la crisis del 73, pero este proceso abre algo masivo, la idea errada que basta que algo figure como derecho en una Constitución para que se piense que se ha logrado una solución.
-¿Y qué puede señalar de la violencia vista? –La violencia que presenciamos a partir del 18 de Octubre es conocida en ciencia política como “Revolución Molecular Disipada” (RMD), a partir de la obra del filósofo de la Deconstrucción Giles Deleuze y de la obra previa del también filósofo y psicoanalista francés Felix Guattari, y se entiende como un sistema universal de lucha social a partir de las mutaciones de lo que se desea y se espera.
La RMD se postula como una nueva forma de hacer política vinculando toda transformación social a una transformación del deseo individual en colectivo. La RMD se entiende como un proceso y en Chile se habría avanzado lo suficiente -y de ahí las consignas- para plantear la etapa superior de la “insubordinación”.
-¿Se podrán revertir las abismales diferencias de la sociedad chilena?
-Creo que no hay posibilidad de atacar el problema de la desigualdad si no avanzamos en el pecado social principal que tenemos como país, es decir el clasismo como manifestación permanente de la discriminación social (en otros países puede ser lo racial o lo étnico). En lo personal, creo que ello debe ir unido a postular que la desigualdad es también territorial, lo que se expresa no solo en el siglo XX, sino desde que existimos como sociedad chilena, ya que Chile no ha sido nunca descentralizado (o regionalizado) ni como país independiente ni como parte del imperio español. Nunca”.
Postulación presidencial
-Ricardo, en el año 2013, al ser nominado candidato presidencial, puso en la mesa la postergada postura regionalista. Sin embargo, sólo alcanzó 37.965 votos. ¿Qué lecciones le dejó la experiencia?
-Varias: a) sigo pensando y postulando la solución regionalista. Sigo convencido que sería el cambio más profundo que podría tener Chile, pero no tengo expectativas que se vaya a cambiar la estructura del Estado en una nueva constitución, más allá de palabras de buena crianza, como existe hoy en el texto constitucional. De partida, el tema no figura de forma relevante en ninguna de las propuestas que han circulado.
- b) Nunca se habló de muchos votos (si acepté fue para posicionar el tema), pero indudablemente no soy buen candidato.
- c) Me da pena constatar que el tema sigue siendo poco importante, sobre todo en regiones (basta ver cómo votan por gente a quienes las elites partidarias trasladan de un lugar a otro)
- d) Sigo con el orgullo muy grande de que se me ofreciera (y sin haberlo buscado) el gran honor de ser candidato y haber terminado la campaña con absolutamente nada que se pueda cuestionar en lo legal y en lo ético. Es por lo tanto, una de las más positivas experiencias de mi vida, y de lo cual siempre estaré agradecido.
-¿También le dejó un gusto amargo?
-Sí. Por cierto. Me hubiera gustado haber posicionado de mejor forma esta gran transformación de Chile. Y en una elección democrática ello se expresa en más votos. No culpo a nadie, sino a mí mismo. Es mi autocrítica al haber fallado en explicar su importancia a los votantes. Por algo, han habido muy pocos candidatos presidenciales en la historia de Chile que hayan definido a este tema como el más trascendente de su programa de gobierno (usualmente se le ha agregado a un listado)”.
-Con la eventual nueva constitución, ¿cree que puede ser el momento de las regiones?
-Mucho me gustaría, pero no veo que ello esté ocurriendo. De partida, el trabajo intelectual que hicimos de identificar todos los artículos de la constitución que tendrían que ser modificados para que las regiones no queden en puras palabras no se ha hecho presente en el debate público, como tampoco las muchas propuestas que hiciera la Comisión Presidencial que funcionó el 2014 (solo se recogió la elección del Gobernador Regional, pero no en la forma correcta, ya que tiene mayor sentido si antes se definen recursos y atribuciones de las que hoy carece)”.
-¿Cuál cree que ha sido el principal escollo para superar el centralismo?
-El principal escollo es que Chile nunca ha conocido la descentralización y siempre se ha vivido bajo el centralismo. Es por lo tanto, uno de los cambios más profundos que podría tener el país, pero que por lo tanto, necesita de un apoyo grande, del que se ha carecido.
Una larga trayectoria
Conocí a Ricardo Israel Zipper (Los Ángeles, 1950), abogado y comentarista en radio y televisión cuando postulaba a la rectoría de la Universidad de Chile, en la década de los ’90 del siglo pasado. En esa ocasión me impresionó su oficina en la Casa Central, saturada de libros y papers. Conocí a un Israel trabajólico y lleno de proyectos. Su vida pública ha oscilado entre la política, las comunicaciones y la academia.
Autor de numerosos libros, destacamos entre otros: Un mundo cercano: El impacto político y económico de las nuevas tecnologías, (1984); Como entender el fin de siglo, (1991) y Chile 1970 – 1973. La democracia que se perdió entre todos, (RIL 2006).
-Ricardo, acaba de cumplir 70 años. ¿En qué momento está ahora?
-Hoy estoy en Estados Unidos encabezando un proyecto académico (The International Center for the Quality of Democracy o Centro Internacional para la Calidad de la Democracia) que fundamentalmente postula que el mundo actual necesita de una estructura internacional que reemplace la actual, ya que la arquitectura de organismos internacionales es hoy obsoleta, porque es una herencia de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría y no refleja de modo alguno al mundo de la globalización, y menos, al que surgirá post-pandemia.
Expreso mi desilusión personal ya que este proyecto simplemente no pude desarrollarlo en Chile: ninguna universidad (ni pública ni privada, ni grande ni las regionales) se interesó a pesar que no costaba ningún peso, ya que estaba financiado por fundaciones internacionales y les hubiera significado incluso ingresos, y sobre todo contactos. Tampoco se logró nada en el Ministerio de Relaciones ni en otro organismo (e insisto en que no significaba nada de aporte nacional).
-¿Cuáles siguen siendo sus banderas de lucha?
-Las mismas de siempre: los Derechos Humanos y las Ética de Principios como ideas articuladoras y un Chile descentralizado en lo colectivo. Y como nacido en un hospital público e hijo de la educación pública (sobre todo, el Liceo de provincia) el deseo de avanzar en la derrota del clasismo.
En el año 2006 publicó Chile 1970 – 1973. La democracia que se perdió entre todos. Se ha recuperado alguna vez?
-Creo que la transición fue un logro, aunque debió haber terminado con el traspaso del mando de Aylwin a Frei. Considero que los gobiernos de la Concertación serán recordados como una de las etapas más exitosas de la política chilena en la historia, pero se autodestruyeron al no valorar lo hecho por ellos mismos y sobre todo, al no renovarse”.
-Cuando llega a Santiago proveniente de Los Ángeles, a estudiar leyes a la Universidad de Chile, ¿qué mundo encontró?
-Encontré un mundo lleno de desafíos y posibilidades, en una época donde las diferencias de la capital con la provincia eran aún más marcadas. Eso si un país tan clasista como lo es hoy.
-¿Recuerda algunas influencias decisivas que recibió?
-Sí. Por cierto. El profesor de historia don Alejandro Villegas en el Liceo de Hombres de Los Ángeles. Don Jorge Ovalle (Derecho Constitucional) , don Jaime Eyzaguirre (Historia del Derecho) y don Jorge Millas (Filosofía) en la Escuela de Derecho y mi supervisor de tesis doctoral Ernesto Laclau (en la Universidad de Essex, Inglaterra).Todos profesores de los que aprendí a pensar y que me marcaron, aunque no estuviera de acuerdo con ellos. Me educaron con el ejemplo. Debiera agregar al Premio Nacional de Ciencias don Héctor Croxatto, como ejemplo de ser humano.
-A la larga, ¿le jugó en contra ser de provincia?
-No creo.
-¿Qué está escribiendo ahora?
-Estoy escribiendo sobre el tema de la necesidad de una nueva estructura de organizaciones internacionales.