Resulta preocupante que la Organización Mundial de la Salud, a través de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), esté propiciando la inclusión de la «vejez» en reemplazo de la «senilidad». En la práctica esto dará paso a una conceptualización fragmentaria, estereotipada y patologizante de los múltiples procesos que ocurren durante el envejecimiento.
Etapa universal y altamente heterogénea que este cambio conceptual discrimina, atentando contra las posibilidades de desarrollo y participación social, política, cultural y educativa de los mayores.
Además, esta decisión es contradictoria respecto a la Década del Envejecimiento Saludable (2020-2030) instaurada por la misma OMS, en la que insta a los países a generar políticas públicas y condiciones integrales de protección y promoción de los derechos fundamentales de las personas mayores y sus familias. Del mismo modo, atenta con las acciones propuestas por Naciones Unidas a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, específicamente contra los ODS N° 3: «Salud y Bienestar» y N° 16: «Paz, Justicia e Instituciones Sólidas». En el primero se enfatiza la importancia de garantizar el bienestar y una vida sana para las personas mayores. En el segundo se hace un llamado a que las instituciones velen integralmente por los derechos de las personas mayores.
Ahora bien, la vejez y el envejecimiento son dos constructos que engloban diferentes dimensiones y conceptualizaciones desde la psicología del ciclo vital. La vejez suele ser un término abstracto empleado con un carácter fuertemente normativo asociado a la edad de los sujetos. Por otra parte, el envejecimiento es un proceso heterogéneo, influido en parte, por las características biológicas que posee el sujeto, así como también por su estructura de personalidad, historia de vida, nivel de formación educacional, entre otros, configurando pautas de comportamiento y dinámicas relacionales que pueden favorecer u obstaculizar la adaptación y superación de los cambios que surgen durante esta etapa.
Más allá de la decisión de la OMS, los países deben reconocer y valorar el inmenso aporte de las personas mayores en nuestras sociedades, procurando la implementación de políticas públicas, planes y programas que sean coherentes con las necesidades, intereses y anhelos de los gerontes. Repensar la vejez en Chile es iniciar un proceso que aspire al «envejecer generativamente», propiciando el reconocimiento de las personas mayores como sujetos independientes, capaces de adaptarse a los diversos cambios que la vida le presenta y de continuar aportando con su experiencia en la construcción de una sociedad inclusiva, diversa y tolerante.