Según estimaciones del Ministerio de Agricultura, luego de las lluvias ocurridas a fines del mes de junio, la primera de las inundaciones de este año, cerca de 120 mil hectáreas agrícolas resultaron dañadas directamente por la crecida de ríos y otras 180 mil hectáreas fueron afectadas indirectamente por el barro.
El fenómeno meteorológico, que afectó a miles de hectáreas de suelos cultivables entre las regiones de Valparaíso y Biobío en los últimos meses, obligará a los productores a incrementar los esfuerzos en la preparación de la infraestructura para riego en esta temporada 2023.
Así lo advierte Marco Quezada, ingeniero y gerente técnico de Dripsa, empresa chilena dedicada a proveer soluciones tecnológicas para la gestión hídrica: “Este año habrá más factores que influyen. Debido al contexto del cambio climático, y la amenaza por el potencial aumento de eventos climáticos adversos, las labores de mantenimiento y limpieza serán fundamentales para prevenir interrupciones al suministro hídrico en los predios en el corto y largo plazo”.
Normalmente, después de Fiestas Patrias se habilitan los canales y se hacen las limpiezas, pero por la gran cantidad de campos que estuvieron bajo el agua, los productores deberán redoblar los cuidados al momento de encender los equipos, hacer las mantenciones de bombas y filtros, y realizar el lavado de las líneas.
Riesgos eléctricos
Marco Quezada suma a este nuevo y desafiante escenario un elemento adicional, que es la probabilidad de que el inicio de la temporada de riego se retrase paulatinamente. “Históricamente, el comienzo de la primavera era el momento donde se abrían las compuertas y se habilitaban los canales, pero este año, debido a la humedad que mantienen los suelos, se espera que el puntapié inicial se postergue al menos hasta mediados de octubre”, explica.
Y sobre este punto, agrega: “Proyectamos que este período de preparación se retrase este año hasta mediados de octubre debido a que aún se mantiene la humedad en la tierra, lo cual permite que las plantas sobrevivan un mes más sin ser regadas. El caudal de los ríos viene con más basura, ramas de árboles y barro. En este contexto, la limpieza y la revisión de los equipos eléctricos es fundamental”.
Una ruta lógica en las labores de preparación es comenzar con los canales, luego por los tranques y las piscinas decantadoras, para finalmente concentrar los esfuerzos en los equipos de riego. Lo primero es verificar que no haya sedimentos ni material orgánico en la infraestructura, pues con una limpieza deficiente, es imposible que todo el proceso funcione de forma eficiente.
Tapones de barro y cortocircuitos
Las labores de preparación de los equipos de riego dependerán en gran medida de si la infraestructura estuvo o no bajo el agua: en caso de que así haya sido, es primordial realizar un adecuado secado de los motores de las bombas y revisar los mecanismos de aislación de los cables e instalaciones eléctricas. Además de retirar la humedad, se necesita cambiar rodamientos y sellos a las mismas. Si estos procedimientos no se ejecutan de forma precisa, el riesgo es que los motores trabajen en forma defectuosa o se quemen.
“Después de la bomba, hay que revisar todos los componentes del tablero eléctrico y los programadores de riego. Si se humedecieron los primeros, esto puede derivar en cortocircuito, por lo cual hay que llevar a cabo un profundo secado. También hay que hacer lo mismo con el tablero de inyección de fertilizante y programador de retrolavado de filtros”, detalla Quezada.
El paso final en la caseta de riego es limpiar los residuos o sedimentos que hayan quedado acumulados en los filtros. Luego la idea es terminar con lo último y no menos importante: el gotero y la línea de riego. El objetivo de esta última tarea es retirar el barro y otros sedimentos que se hayan alojado en las tuberías y los propios goteros.
“En algunos casos extremos la línea quedó enterrada hasta 50 centímetros bajo una capa de limo y arena. Esto obliga a desenterrar las mangueras y limpiarlas. Esto se hace con un lavado de las puntas de las líneas abiertas, porque de lo contrario el barro tenderá a salir por los goteros y provocará que éstos se tapen. Al abrir las líneas en su parte posterior el barro y los sedimentos finos que pudieran haber entrado, saldrán por el final de la línea de riego”, afirma.
Finalmente, el experto señala que la conveniencia de sistematizar estos protocolos, que probablemente serán cada vez más necesarios en los próximos años. “los eventos extremos derivados del cambio climático nos obligarán a ser más estrictos con el mantenimiento y la limpieza de los equipos. No cabe duda que deberemos adaptarnos, tal como en otros aspectos dentro de la actividad agrícola”, concluye Quezada.