Es común escuchar o leer afirmaciones de campaña constitucional constatando el temor al texto por parte de quienes perderán el poder que durante años ostentaron sin mayores contrapesos ni limitaciones.
Surge entonces inmediatamente la pregunta ¿qué tan cierta es tal aseveración? Veamos.
De partida, es un gusto confirmar que los hombres perdemos poder frente a las mujeres. Se reconoce un Estado donde se promueve una sociedad donde las mujeres participarán en un plano de igualdad efectiva, no simbólica, exigiendo a todos los órganos del Estado una composición que asegure, al menos, un 50% de mujeres (artículo 6). De acuerdo con el último censo realizado en Chile, el 51,1% son mujeres, lo que les da una leve mayoría sobre los hombres, razón por lo que tal norma viene a poner en su justo lugar el espacio que ellas tienen en nuestro país.
Pierden acceso al poder quienes hayan violentado a su familia porque no podrán optar a cargos públicos ni de elección popular (artículo 172). Recordarán el caso de un candidato a diputado condenado por violencia intrafamiliar que, de haber existido esta norma, no podría haber postulado al Congreso.
Pero también caen en este grupo quienes hayan sido condenados por “delitos de cuello y corbata”, ya que el artículo antes citado establece la misma prohibición para personas condenadas por corrupción, soborno o cohecho.
Las comunas con grandes ingresos también pierden porque tendrán que aprender a compartir. Tal como lo lee y enseñamos a nuestros hijos e hijas, la propuesta de constitución garantiza a las municipalidades un financiamiento justo y equitativo (artículo 212), propendiendo a que todas las personas tengan acceso a igual nivel y calidad de servicios públicos municipales, sin distinción del lugar que habitan.
Los dueños de isapres pierden poder económico puesto que no se llevarán como ganancias las cotizaciones obligatorias de quienes, por buena salud, no usan el sistema. El artículo 44, n°9, establece un aporte solidario al sistema nacional de salud, razón por lo que tales cotizaciones no gastadas ya no serán utilidades de unos pocos, sino ganancia sanitaria para muchos, la gran mayoría de chilenas y chilenos que sufren la escasez de medios en la salud pública.
Pierden los dueños de las empresas más grandes del país que transan sus acciones en el mercado de capitales gracias a los fondos previsionales que a través de las AFP le facilitamos todos nosotros. El artículo 45 n°3 dispone que los recursos con que se financie la seguridad social no podrán ser destinados a fines distintos que el pago de los beneficios que establezca el sistema. Ese puñado de grandes empresarios ya no podrá entonces ostentar poder económico gracias al aporte de nuestros fondos de pensiones.
Los grandes propietarios de las aguas que utilizan este derecho humano para fines lucrativos, especulativos o sobreexplotan su consumo para ganancias personales más allá de lo que naturalmente permiten las cuencas, tendrán que limitar sus utilidades si la necesidad humana exige redistribuirlas para hacer efectivo así su prevalencia en favor de las personas, su saneamiento y el equilibrio de los ecosistemas (artículo 140). Quedan fuera de este grupo los pequeños agricultores que expresamente se les liberó de la obligación de redistribución (norma transitoria trigésima sexta n°2).
En realidad, más que pérdida o derrota, lo que se pretende en intentar igualar en algo la cancha dejando atrás tantos privilegios que tan mal han hecho a nuestro entendimiento como sociedad. Sin embargo, esta empatía cuesta hacerla entender a quienes han gozado toda la vida de esta abundancia a partir de derechos que son de todos, potenciado además por el individualismo exacerbado tan propio del modelo de sociedad creada a partir de la constitución vigente. Un claro ejemplo de ello lo dejó en evidencia esta semana el empresario osornino Pedro Pool, quien se resiste a perder su poder económico sobre la propiedad de las aguas, y en su incontenible individualismo no trepida incluso en amenazar de muerte a todo aquel que piense distinto a su excluyente visión de sociedad.
Lo que se propone no es tan difícil de comprender, es simplemente crear las bases para una sociedad con un mayor sentido social, que al final trasunta en un beneficio personal.
En realidad, más que perder es lo que ganamos construyendo una sociedad inclusiva, una que la “empatía nos permita ver el mundo con los ojos del otro, y no ver nuestro mundo reflejado en los ojos de él” (frase del connotado psicólogo estadounidense Carl Rogers).
José Ignacio Cárdenas Gebauer
Abogado autor del libro “El Jaguar Ahogándose en el Oasis”
Instagram jignaciocardenasg