Vladimir Putin llamó a 300 mil reservistas ante la tenaz resistencia ucraniana. Lo hizo en medio de una guerra no declarada contra Ucrania, agregando amenazas nucleares.
Para entender este crudo desafío, hay que comenzar desde el principio. Por lo menos al 26 de junio de 1945 cuando se firmó en San Francisco la Carta de las Naciones Unidas. El documento partió con una categórica afirmación:
“Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, (y) a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas… por este acto establece(mos) una organización internacional que se denominará las Naciones Unidas”.
Fue un esfuerzo sin precedentes. Pero no ha cumplido las esperanzas. En su mensaje en la Asamblea General, 77 años después, el secretario de la ONU, Antonio Guterres usó un tono “apocalíptico”:
“Navegamos aguas turbulentas, se espera un invierno de descontento a nivel mundial, las desigualdades se disparan, el planeta está ardiendo, la gente sufre y los más vulnerables se llevan la peor parte”.
Denunció Guterres que “las tensiones geopolíticas socavan la labor del Consejo de Seguridad, el derecho internacional, la cooperación y la confianza de las personas en instituciones democráticas”.
Los dignatarios que se dieron cita en Nueva York coincidieron en la necesidad de redoblar esfuerzos contra la violencia. Sin embargo, en esos mismos momentos, en Moscú, Putin anunció que no detendría su “operación especial” en Ucrania, un descarado desafío a las intenciones con las cuales se creó la ONU. Habiendo perdido Rusia la iniciativa después de medio año de lucha, convocó a 300 mil reservistas. Eludiendo su propia responsabilidad adujo: “Considero necesario apoyar la propuesta del Ministerio de Defensa y del Estado Mayor General, de movilización parcial en la Federación Rusa para apoyar a nuestra patria, nuestra soberanía y su integridad territorial, y para garantizar la seguridad de nuestro pueblo y del pueblo de los territorios liberados”. Amenazó, además, con recurrir al arsenal nuclear si era necesario.
La decisión implica el envío de nuevos reclutas a Ucrania, donde el ejército ha registrado grandes pérdidas, imposibles de determinar con exactitud a causa de la censura.
Según anotó Le Monde, ya habría entre 20 mil y 30 mil muertos rusos. De acuerdo a fuentes del Pentágono, las bajas de Rusia (muertos, heridos y desaparecidos) oscilarían entre 70 mil y 80 mil. Moscú, sin embargo, reconoce solo cinco mil 973 muertos, conforme la versión de Sergei Shoigú, ministro de Defensa. Suficiente para llamar a los reservistas.
Esta vez los reclutas y sus familias se rebelaron. En la capital rusa más de mil personas fueron detenidas tras la primerar protesta. Miles de jóvenes han tratado de salir en busca de refugio más allá de las fronteras, indicó OVD-Info. Según esta organización no gubernamental, las primeras reacciones tuvieron lugar en al menos 23 ciudades.
La pista sigue pesada para Vladimir Putin… y, porqué no decirlo, también para la ONU.
Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo