Hace un par de semanas, vivimos una jornada histórica. Por primera vez, en 200 años de historia, la ciudadanía pudo participar activamente en el proceso que llevará a cabo la redacción de una nueva constitución para nuestro país. Y para los que algo tenemos que ver con educación, contamos con la posibilidad inédita de repensar lo que entendemos por ésta, sus fines últimos y los marcos normativos que la regirán.
“No conocía a ninguno de todos esos candidatos constituyentes en mi papeleta. ¿Sabrán algo de política?, ¿serán un real aporte?”, se preguntaba Don Pedro al ser entrevistado por un canal de televisión. Y tiene razón. Son muchos y, probablemente, ninguno se ha desempeñado en política anteriormente. Según la encuesta Criteria que publica La Tercera, el 70% prefiere que la Constitución sea “el resultado del diálogo y la negociación entre distintos grupos”. Para los constituyentes que no tengan ninguna experiencia previa en este tipo de procesos, será vital contar con el apoyo de expertos y asesores en las distintas materias que tendrán que discutir para poder realizar su trabajo.
Y es por esto, que si lo que se busca es conseguir la legitimación de todo el proceso constituyente entonces este último debe darse de cara a la ciudadanía, permitiendo la participación de las personas para nutrir la toma de decisiones y debates que se producirán a lo largo del camino. Pero para que esto ocurra, primero, hay que saber que los constituyentes electos (sobre todo los que no vienen del mundo de la política) no lo pueden hacer solos. Y, en segundo lugar, es clave entender que nuestra responsabilidad como votantes, no se acaba al momento de depositar el voto en la urna. Va mucho más allá. Es un largo camino que requerirá que estemos todos disponibles para trabajar por el futuro del país. Todos tenemos algo que decir. Todos podemos aportar algo más.
Y en educación, ¿cómo lo hacemos? Sobre todo, si los profesores son la segunda profesión más representada en la convención.
Esta contribución debe nacer desde los líderes escolares. Aquellos que por su influencia en sus comunidades educativas están llamados a convocar y sumar colectivamente.
Hoy, con urgencia y más que nunca, se requieren liderazgos efectivos. Personas que sean capaces de permitir y asegurar las condiciones necesarias para la generación e intercambio de ideas y propuestas desde el terreno. Utilizando el conocimiento práctico de los que más saben en cuanto a lo que verdaderamente sucede en el aula, y los obstáculos que entorpecen el trabajo en una escuela, podrá nacer un diálogo fructífero que contribuya al debate de ideas de la futura constitución.
Necesitamos liderazgos que sean capaces de generar redes y espacios de discusión al interior de la escuela, nutriéndose a la vez con el trabajo colaborativo con otras instituciones. De esta manera, podremos documentar aquellas reflexiones y prácticas exitosas que los distintos actores educativos quisieran relevar, poniéndolas al servicio del debate constituyente.
Siempre nos quejamos de que en las distintas mociones y proyectos de ley sobre educación que se debaten en el Congreso, nunca se nos invita a formar parte de dichas discusiones. Pues bien, ahora tenemos la oportunidad inédita de nutrir y aportar activamente en el diálogo educacional. No hacerlo, sólo hará que los mismos de siempre, aquellos tecnócratas que piensan que los colegios son solo planillas de Excel, acaparen – una vez más- toda la discusión y las futuras implicancias de este proceso que recién comienza.
Citando a Paulo Freire, “la educación no cambia al mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Es por eso que hoy más que nunca nuestros líderes escolares deben sumarse y sumar a sus equipos a ser parte del cambio histórico que hemos vivido. No podemos restarnos a esta oportunidad, animemos a nuestras comunidades a aportar en el debate y contribuir desde la experiencia a forjar los cambios necesarios y urgentes que la educación del siglo 21 requiere.
Nadie y menos los líderes escolares, pueden restarse.
Entonces, ¿cómo vas a aportar tú?