Paula Assler ha escrito un libro conmovedor, pero a la vez esperanzador, Si digo muerte, digo vida (Ediciones tu huella, 2021) donde desde el fondo de su corazón relata la tragedia en la que mueren dos de sus hijas, María José y Antonia. Ese aciago 18 de enero del año 2016, Paula se encontraba en la playa de Chocalla, al sur de Lima, pasando vacaciones con parte de su familia.
Según el diario República “cerca de las 12,30 horas, María José habría intentado rescatar a su hermana menor cuando esta era arrastrada por una corriente marina. Sin embargo, no lo logró y ambas desaparecieron en la playa”.
Paula, ¿cómo pudo soportar la muerte de dos hijas?
-Fue muy duro, me costó mucho aceptarlo. El amor y contención de mis hijos fue fundamental. Comenzamos a hacer un grupo con toda la familia, mi yerno mis hijos y mis nietos incluyendo la familia de Federico, esposo de María José. Había una atención especial por los hijos de María José (al momento de la tragedia tenían, 8, 5 y 1 año siete meses).
Todos fuimos al siquiatra, al sicólogo, incluyendo los niños y todos mis otros nietos también. El cariño de los amigos fue muy importante, mis dos amigas de toda la vida están hasta el día de hoy.
Me abrí al cariño de los otros, que no es fácil. Tenía mi psiquiatra con el cual comencé a trabajar cuando me separé, mi separación fue tremendamente dolorosa. Con él pude hacer muchos duelos desde mi niñez. Aprendí a ver la vida de otra manera, después de esto tuve un psicoanálisis. He pensado que este profundo trabajo que hicimos con mi siquiatra de alguna forma me fue preparando para la tristeza más profunda de perder a dos hijas.
Nadie está preparado.
-Nunca estás preparado, yo me quería morir junto con ellas. Me pregunté por qué me pasó esto a mí, porque no fui yo la que morí, por qué no fue mi mamá o mi papá o ese señor que estaba en la playa con una polera. Pensé que el Dios mío no me había protegido, me enojé por mucho tiempo con él.
¿En qué sentido la fortaleza se gesta antes de la tragedia?
Habiendo pasado duelos muy tristes y haberlos trabajado me fue muy importante. Me saqué muchas rabias, odios y abandonos, pienso que esto te da más fortaleza para caminar la vida. Cuando vuelvo a mi siquiatra después del accidente lo primero que le dije fue que si no hubiésemos trabajado tanto, hoy día no podría estar de pie. Ahí comprendí que la fortaleza se gesta antes de la tragedia.
Comparte que su caso ha sido clave para mantener el equilibrio en la vida la presencia y el amor de su abuela y de su madre.
-Sí, ya que recibí el amor de mi abuela desde chica. Me hizo sentirme segura en la vida. Siempre la tengo en mi mente y le pido que me ayude. Los abuelos tenemos una gran responsabilidad con los nietos, no para educarlos si no para darles mucho amor y escucharlos. Mostrarles otras cosas como los cuentos, el cielo y las estrellas. Mi madre me dio cariño al igual que mi padre (aunque después estuvo ausente). Ese amor a primera edad fue muy valioso, el cariño de mi madre me hizo muy feliz en mis primeros años.
Compañía de Capponi
Paula Assler Alemparte (Viña del Mar, 1956) estudió dibujo técnico en la Universidad Técnica del Estado. Sus intereses artísticos son múltiples, la pintura, la cerámica y la música. Asidua lectora, formó parte del taller de escritura de Carola Rivas durante varios años. Este es su primer libro.
Paula, tras la tragedia de Perú fue el doctor Capponi el que le ayudó a enfrentarla. ¿Cómo llegó a él?
-Como cuento anteriormente yo llegué a él mucho antes del accidente, había trabajado con él por mucho tiempo. Él no me podía dar una receta para enfrentar esto. Me acompañó y me contuvo, y esta vez, en el duelo de mis hijas.
No fue fácil, yo llegaba llorando y salía llorando, por mucho tiempo fue así. Podía contarle todos mis pensamientos hasta los más profundos y así iba avanzando con el duelo. Para él no fue fácil trabajar este duelo, ya que conocía a la María José y la Antonia.
Sucintamente, ¿en qué consistía su terapia?
-La terapia consiste en acompañar y escuchar al paciente. En mi caso iba dos veces a la semana y me gustaba, me sentía cómoda porque estaba protegida
¿De alguna manera enseñaba a comprender el sentido de la vida?
-No, con el tiempo entendí cuál era el sentido de mi vida. Muchas veces me pregunte cuál era mi misión. Primero formar familia. Después de la muerte de mis hijas pude escribir este libro y espero poder ayudar con esta triste experiencia.
Esto de poder traspasar lo vivido a través de mi libro me hace sentir feliz. Por eso cuento en mi libro que no cambiaría nada de mi historia, a pesar de mi sufrimiento.
¿La clave está en aprender hacer los duelos de todo lo que vamos perdiendo en el transcurso de la vida?
– Sí, cualquier perdida en la vida hay que trabajarla ya que todos son duelos, no solo de pérdidas de alguien de la familia. De tantas cosas más: pérdida de mascotas, separaciones, cambio de ciudad, cambio de casa, abandonos, abusos y quisiera incluir la pandemia que estamos viviendo.
Las penas de la vida, ¿son indispensables para desarrollarnos como ser humano?
-Sí. Si no tenemos penas no vamos a conocer la felicidad.
La partida de Capponi, ¿debió ser dolorosa para usted?
-Sí, fue un golpe muy grande para mí. Él era mi bastón, me quedé sin esa contención y tuve que recurrir a mis recursos. Capponi escribió un libro: La felicidad sólida, trabajo que le tomó diez años en escribir. Tuve la posibilidad de leerlo antes que muriera, lo conversamos. Tomé su libro y lo puse en mi velador, así me siento acompañada y empecé hacer el duelo con esfuerzo. Él era un gran ser humano y un gran profesional.
Paula, ¿en qué momento se dio cuenta que sus hijas María José y Antonia las lleva con usted en la memoria del corazón?
-Busqué por todos lados. Veía unas chiquillas por detrás y creía que era la María José. Quería sentir los pasos de Antonia corriendo por la escalera, sus desórdenes. Cuando las dos cocinaban. Recordaba sus entretenidas conversaciones, sus amores, sus pololeos, sus risas. Todo quería tenerlo. Una mañana me dije: Paula, las niñas están conmigo en mi corazón. Siento, además, que no me queda nada pendiente.
¿Esto le ha traído paz?
-Estoy tranquila, con mucha paz.
¿En qué momento de la vida se encuentra?
-El dolor es para siempre. Me encuentro tranquila, quiero vivir muchos años más, ver crecer a mis nietos. Estar siempre cercana a mis otros hijos. Sé que un día, en algún momento, cuándo y dónde no lo sé. Pero tengo claro y no sé en qué tiempo, me volveré encontrar o ellas.