Hace 10 años escribíamos una columna comparando las diferencias entre las distintas generaciones. En el Chile de antes, la preocupación fundamental era por un lado, parar la olla, consiguiendo una pega en un mercado súper restringido y, por otro, protegerse de los efectos de la inflación que carcomía los escasos recursos de las familias.
Y miren ahora, no faltan los ilusos que piensan que los giros de los fondos previsionales no torean y fuerte a la inflación, así como otros más audaces, encaramados en la contienda presidencial, postulan incluso sacrificar al Banco Central.
Cuando chicos nos colábamos al cine porque la plata simplemente no alcanzaba para esos lujos, qué decir de tener auto, escasísimas familias podían tenerlo. Recordábamos en esa columna que recibir una bicicleta en la pascua era como sacarse el loto, había que inscribirse porque tampoco se fabricaban muchas. Lo mismo sucedía con el teléfono, uno podía pasar varios años inscrito antes de conseguir que le instalaran la línea, que decir lo que costaba comunicarse con el extranjero, era prohibitivo.
Hoy en cambio los jóvenes se manejan en una mayor abundancia de bienes y un mercado inmensamente superior en tamaño, lo que les permite incluso proyectarse de distintas maneras incluso en el extranjero. Antes viajar fuera de Chile era casi como ir a la luna. Lo que son las cosas, hoy a tres millonarios norteamericanos les ha dado por correr una loca carrera por impulsar el turismo espacial, Virgin de Richard Branson, Elon Musk y Jeff Bezos, sin duda los tiempos son otros.
Para sobrevivir en los 60/70 había que tener harta imaginación, la leche la vendían en botellas de vidrio y en el barrio nos entreteníamos jugando a la pelota, a la escondida y cuando nos aburríamos inventábamos un circo o una rifa. Hoy las calles están vacías de niños y si los cabros no tienen un playstation no son capaces de entretenerse. Algunos piensan que la creatividad y la capacidad de enfrentar situaciones complejas y nuevas, son competencias que comienzan a escasear. Habrá que ver los resultados.
Como no recordar lo fascinante que era cuando llegaba el primer supermercado a la ciudad, nada que ver con el viejo y querido almacén donde te fiaban anotando en el cuaderno y donde uno se enteraba de todos los chismes del barrio.
La abundancia de productos de un supermercado de hoy no tiene límites, antes había la marca o un par de ellas en casi todos los productos básicos y, además, con precios fijados por la autoridad, que curiosamente rima con austeridad.
Sin esta última característica, era muy difícil llegar con el presupuesto a final de mes. Esa formación en la austeridad enseñaba a sacar músculos que hoy se están atrofiando, la abundancia los regalonea y sobreprotege, así como también los hace más exigentes: si tengo todo esto porque no puedo tener todo lo demás.
Es fácil, total está al alcance de la mano. No hay que olvidar que los cuidados del sacristán mataron al señor cura.
Antes la diversidad y cercanía se vivían en el barrio y en la escuela o liceo, hoy los enclaves segregan y seleccionan a los iguales por condición socioeconómica, alejando cada vez más a los distintos. Por lo tanto, no es de extrañar que existan jóvenes que salen de la universidad sin conocer la diversidad de su ciudad, menos la de su país y la de realidades rurales o aisladas.
La vida como que se nos aleja o escapa, se escurre entre los dedos. Paren la micro, aquí me bajo.