Samuel del Campo nació en Linares el 23 de mayo de 1882. Provenía de una familia de agricultores, de profundas convicciones católicas. Concluida su educación media, viajó a Francia para estudiar en la Universidad de París y de Lieja. Una vez titulado de ingeniero, Del Campo trabajó en la construcción y ampliación del Metro de París. Conocida su brillante trayectoria, fue nombrado Agregado comercial de Chile en Bélgica en 1926.
Posteriormente, el Ministerio de Relaciones Exteriores lo nombró consejero de la Legación de Chile en Francia.
En este cargo lo sorprende el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la posterior invasión de Francia por los alemanes. El 31 de marzo de 1941, debido a la destitución del representante diplomático Miguel Ángel Rivera, Samuel del Campo es designado en el grado de consejero y cónsul general como nuevo Encargado de Negocios de Chile en Rumania, cargo que asume el 9 de mayo de 1941.
Jorge Schindler acaba de publicar “La diplomacia más allá del poder /La inédita historia de Samuel del Campo: Chile y el Holocausto” (RiL Editores) donde tras una exhaustiva investigación revela la gesta del diplomático chileno.
Jorge, en el año 2017 Samuel Del Campo fue proclamado justo entre las naciones, una expresión tradicional del judaísmo, para referirse al conjunto de aquellas personas que merecen consideración y respeto por observar una conducta moral acorde con los siete preceptos de las naciones. ¿Qué permitió que sea una figura casi olvidada?
-Cuando comencé la investigación acerca del caso de Samuel del Campo en los archivos históricos de la Cancillería, no dejé nunca de sorprenderme acerca del carácter de las disposiciones y documentación que dan cuenta acerca de una política migratoria que, de ser muy restrictiva a principio de los años 30, pasó a ser derechamente antisemita al concluir esa década. Dicha política se acentuó con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que en Chile gobernaba una coalición de izquierdas, el Frente Popular, que era evidentemente, al menos en el lenguaje público, contrario a las corrientes nazi-fascistas imperantes en Europa.
Respecto del olvido de la figura de Samuel del Campo, solo puedo suponer que durante más de 80 años no se quiso sacar a la luz aquellos antecedentes, ya que nos confrontan con un pasado oscuro en un periodo de nuestra historia que en muchos aspectos está idealizada. La investigación nos acerca a Chile a la realidad del Holocausto, no como un país periférico observador del mismo, sino que como un país que se vio tocado y que, de una forma u otra, pudo hacer mucho más por defender los derechos humanos de las víctimas del nazismo. Tal vez, por ello Del Campo fue durante tanto tiempo una figura incómoda que había que olvidar.
Incluso, según mi experiencia como escritor, para algunos, Samuel continúa siéndolo.
Cónsul en la soledad
Jorge Schindler del Solar (Viña del Mar, 1968) es licenciado en Historia y Geografía en la Universidad Católica de Valparaíso. Realizó estudios de historia contemporánea y periodismo en la Universidad de Friburgo, Suiza. Egresó en 1998 de la Academia Diplomática Andrés Bello. En 2014 fue distinguido con el Premio Luz y Memoria entregado por la comunidad judía de Chile.
Jorge, Samuel del Campo fue clave para salvar la vida de cientos de judíos, concediéndoles visas para escapar de la barbarie. ¿Tuvo el respaldo de la cancillería chilena para hacerlo?
-En el Chile de la época, imperaba una política migratoria que, de ser muy restrictiva a principio de los años 30, pasó a ser derechamente antisemita al concluir esa década. Dicha política se acentuó con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, llegándose a establecer la prohibición de otorgar visas a personas que tuviesen un abuelo o abuela judíos. De acuerdo al Subsecretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ruiz Solar, el ser judío “no era una religión” sino que “una Raza” y bastaba ser “un cuarto judío” para que se denegara la visa para viajar a Chile. Samuel del Campo que era el Encargado de Negocios y el Cónsul de nuestro país en Rumania conocía perfectamente esta “doctrina” y sus respectivas instrucciones, por lo que no contó con el respaldo de las autoridades en Santiago.
Mediante completos informes políticos, el intentó infructuosamente sensibilizar al gobierno de la época, en 1942, con la persecución y exterminio de los judíos europeos y justificar así su acción en favor de los perseguidos. Fue en vano.
¿Qué costos tuvo que sufrir por ignorar las disposiciones de la cancillería?
-Como se establece en el libro La Diplomacia Más Allá del Deber, Del Campo fue exonerado por su labor en favor de los judíos de origen polaco que vivían refugiados en la Rumania de esos años. Y posteriormente, relegado al completo olvido.
¿En qué periodo realizó su gestión?
-Del Campo trabajaba desde hacía varios años en la Embajada de Chile en Francia. En 1940-1941 es trasladado a Rumania. Hacia fines de 1942, junto a su secretario particular, abandonó Rumania, ya que el mismo primer ministro de ese país, Michail Antonescu, le advirtió que Rumania no podía garantizar más su seguridad personal, ya que la Gestapo alemana estaba tras él. Cruzando Bulgaria, viajó en auto a Turquía. En Ankara se presentó a la Embajada de Chile para anunciar su llegada, conforme las reglas. Sin embargo, desde Santiago se le exigía presentarse en Suiza, país al que no podía llegar sin cruzar territorios ocupados por los alemanes.
¿Qué le permitió comprender la naturaleza del régimen nazi?
-Samuel fue testigo directo del desencadenamiento del Holocausto en Rumania. Si bien, antes de que nuestro diplomático llegara a Bucarest, el régimen pro fascista de Ion Antonescu, había comenzado a perseguir a la comunidad judía, es con la llegada de los alemanes (tropas aliadas de los rumanos), cuando la persecución se desencadena con furia y método. Del Campo informó al gobierno chileno de la creación de un gueto en la ciudad de Czernowitz provincia de (Cernauti en
rumano, hoy una ciudad de Ucrania) y de la deportación de personas en vagones de ganado. Sin dudas este episodio, narrado en extenso por él mismo, marcó un punto de inflexión en su comprensión del Mal intrínseco que inspiraba al régimen nazi y sus aliados europeos. Recordemos que, Alemania, tanto entre sus aliados, como en varios de los países ocupados, contó con no pocos colaboradores locales para perpetrar el Holocausto. No debemos olvidar este punto.
Las acusaciones que se le hicieron. ¿Qué solidez tenían?
-Como fue recurrente entre quienes ayudaron a los judíos en esa época, al Cónsul Samuel del Campo lo acusaron de lucrar con la desgracia ajena. Esto es, se le acusó de vender pasaportes timbrados con el sello de la embajada de Chile.
Recordemos que nuestro país había aceptado proteger y representar los intereses (en Rumania e Italia) de la Polonia ocupada por los alemanes; y por tanto de sus ciudadanos. Entre estos se encontraban miles de judíos polacos que huían de los nazis. Tener un documento timbrado por Chile era un pasaporte a la vida, ya que impedía ser deportado a los guetos o a los campos de concentración. En todo caso, en medio de una situación tan extrema como la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, es posible que no todo se llevase a efecto bajo los estándares legales de la normalidad. Para salvar una vida o a una familia, tal vez había que vender un collar de diamantes o un auto, por ejemplo. ¿Qué es más valioso me pregunto yo?
¿Cómo fueron los últimos años de Del Campo?
-Samuel vivió sus últimos años en París, ciudad en la que había pasado sus años de juventud y en donde tenía muchos conocidos. Sin embargo, luego de que el gobierno chileno prescindiera de sus servicios como diplomático de carrera, cortó todo vínculo con Chile, incluso con su propia familia. En París continuó viviendo junto a su amigo, el secretario polaco, el mismo con el que huyó de los nazis.
Cuando arrecia la barbarie
En El jardín de las fieras, de Eric Larson se muestra como el nazismo se fue introduciendo en la sociedad alemana. ¿Hasta dónde puede llegar el ser humano en su intolerancia, la brutalidad y la opresión?
-La intolerancia es un camino peligroso que se disfraza muchas veces de buenas intenciones. A lo largo de la historia humana existen numerosos periodos en que, en favor de tal o cual ideario o religión, se fanatiza a las personas al punto que llegan a hacer uso de la violencia contra otras como forma de expresión. En particular, hay que estar atentos a lo que llamamos incitación al odio, ya que es el inicio de una ruta que puede conducir a hechos tan terribles y únicos por su naturaleza maligna, como lo fue el Holocausto.
Las prácticas de racismo, y otras formas de odio y discriminación dirigidas contra grupos étnicos y otras minorías, siguen latente. ¿Cómo prevenirlas?
-La mejor forma de prevención es a mi juicio, la educación y la transmisión de valores en que la tolerancia hacia lo diverso sea el centro. Por eso, historias como la del diplomático Samuel del Campo son importantes para la educación de nuestros jóvenes. Él fue una persona que arriesgó su vida por salvar la de otros.
¿Es preocupante que en la época de Del Campo la cancillería chilena tuviera una clara política migratoria antisemita?
-Lo es en el sentido que era algo oculto y, por tanto, desconocido de nuestra historia. En todo caso, como señalé el antisemitismo imperante en esa época no es raro, sino más bien la norma en muchos países, especialmente en Europa.
Chile no era una isla, por lo que mucho de esas corrientes llegaban por una vía u otra. Ahora bien, el hecho más llamativo es que la expresión más radical de este fenómeno -aplicado en el ámbito migratorio- se haya dado cuando en nuestro país gobernaba un frente político progresista.
¿Qué señalaba la instrucción consular, carta de servicio número 42, del 20 de diciembre de 1933?
-El documento Carta de Servicio 42 del año 1933 estableció las bases de una política de inmigración basada en el racismo y los prejuicios. Su origen se fundamenta en el temor de las autoridades de la época de que se produjera una especie de avalancha migratoria en momentos en que Chile sufría agudamente los efectos de la Gran Depresión y el colapso de la industria salitrera. No obstante, no se establecían restricciones para personas ricas siempre y cuando no pertenecieran al colectivo de personas que se consideraban como indeseables para Chile; tales como personas de color, chinos, rusos, judíos, incluso artistas de circo y supuestos bolcheviques. Este documento se fue complementando con los años hasta llegar a 1939 en que se especifica que no se concederán visados a los judíos, salvo algunas acepciones que, afortunadamente se produjeron, pero luego de pasar por muchas dificultades.
Jorge, ¿qué significó para usted este encuentro con Samuel del Campo?
-Significa mucho para mí, ya que me permitió revindicar su figura, investigar acerca de un periodo desconocido de nuestra historia diplomática, y aportar mi granito de arena para que nuestra diplomacia profesional contara con un Justo entre las Naciones, un honor que muy pocos países tienen. Tenemos nuestro propio héroe cuya historia podría inspirar un documental, al menos. Tal vez ese día no esté lejos.