La guerra, desatada de manera unilateral por Rusia o mejor dicho por Vladimir Putin, contra Ucrania, está a punto de cumplir dos meses. En esta etapa, contra lo que podía pensar el gobierno ruso, los ucranianos fueron capaces de frenar la arremetida de su poderoso ejército. Solo una potente contraofensiva, logró finalmente la ocupación de Mariupol, un objetivo vital para Moscú.
Aunque las cifras son difíciles de verificar, Ucrania asegura que han muerto 20.800 militares rusos y que las bajas propias ascienden a 1.300. Rusia, por su parte, informó que han perecido 1.350 de sus soldados y que ha abatido a unos 14.000 militares ucranianos. A estos números hay que agregar las víctimas del asedio de Mariupol.
Sin tomar en cuenta el rechazo el resto del mundo, Rusia anunció, a través del canciller Sergei Lavrov, el comienzo de la nueva ofensiva: “La operación en el este de Ucrania tiene como objetivo la liberación completa de las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Esta operación continuará. La siguiente fase de esta operación empieza y creo que va a ser un momento importante”. En buenas cuentas, Rusia quiere crear un corredor terrestre hacia Crimea, desconociendo la soberanía de Ucrania.
Moscú había avalado unilateralmente la independencia y soberanía de ambos territorios, enclaves pro rusos, y firmó tratados de amistad, cooperación y asistencia mutua con ellos, incluyendo relaciones diplomáticas y ayuda militar. Según Putin, todo comenzó porque Rusia decidió “proteger” a los rusos étnicos que eran ciudadanos de Ucrania.
El prolongado éxito inicial de la resistencia ucraniana fue posible gracias a su presidente, Volodomir Zelensky. Su reacción fue sorpresiva, no solo para Putin, sino para todo el mundo, que lo miraba como un personaje casi de farándula. Siendo de familia judía, ha rechazado convincentemente la acusación rusa de ser nazi. Por eso mismo, su cabeza tiene precio para Moscú.
En el enfrentamiento contra Ucrania, Vladimir Putin se vio obligado a reordenar su ejército y puso sus mejores reservas, con el general Aleksander Dvornikov, de 60 años de edad a la cabeza. El fue quien jugó un papel destacado en la guerra de Siria. Según el diario inglés The Guardian, es de la “vieja escuela”. Los soldados bajo su mando fueron acusados en Siria de abusos generalizados contra la población civil y de cometer crímenes contra la humanidad.
Su objetivo central es la región del Donbas, empezando por el puerto de Mariupol, uno de los centros más importantes de la metalurgia y la construcción de maquinaria, por lo que también se conoce como «la capital del acero» de Ucrania. Además, es un centro industrial y económico y una de las diez ciudades más grandes de Ucrania.
El cruento desarrollo del conflicto ha terminado por desatar la reticente reacción inicial de occidente, incluyendo el acercamiento de Suecia y Finlandia a la OTAN. Estados Unidos anunció su disposición a hizo circular un proyecto para entregar $800 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania, que se suman a los casi $14 mil millones enviada desde que comenzaron los combates. Funcionarios norteamericanos enfatizaron que se estaban moviendo rápidamente para ayudar a los ucranianos a defender su país, donde los civiles en lugares como Mariupol enfrentaban condiciones cada vez más terribles.
Es posible que esta ayuda llegue demasiado tarde.
Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo