En el mundo empresarial, hablar de seguridad laboral va más allá de cumplir normativas. Es una inversión estratégica que puede marcar la diferencia entre empresas que simplemente sobreviven y aquellas que prosperan. En Chile, iniciativas como el “Cuadro de Honor en Seguridad y Salud Laboral” de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) reconocen anualmente a más de 80 empresas, lo que refleja un creciente interés por proteger la vida y salud de los trabajadores.
“Una de las principales fallas al implementar políticas en esta área es la falta de compromiso de la alta dirección. Sin liderazgo, es difícil que la seguridad se convierta en un valor compartido en toda la organización”, destaca Cristóbal Guivernau, Manager de Tack TMI y experto en cultura de seguridad.
Además, Guivernau advierte sobre otros errores comunes, como centrar los esfuerzos solo en cumplir las regulaciones, sin abordar el comportamiento humano ni fomentar un liderazgo efectivo. “No se trata solo de normas, sino de cómo las personas entienden y adoptan la seguridad en su día a día. Por ejemplo, en muchas empresas, las charlas de seguridad quedan relegadas a un trámite administrativo, sin conectar con los trabajadores ni abordar los riesgos específicos de sus labores. Esto genera desinterés y poca adherencia a las medidas preventivas”, asegura.
Hay algunas industrias, como la minera, que ha logrado una importante reducción en accidentes fatales, pasando de 45 trabajadores fallecidos en 2010 a 12 en 2022. “Estos resultados demuestran que cuando se invierte en seguridad, no solo se protege a las personas, sino que también mejora la productividad y la satisfacción laboral. Esto, a su vez, contribuye a retener talento clave”. comenta Guivernau
Casos internacionales como el programa “thinkSAFE” de Tack TMI en Morgan Advanced Materials, que logró reducir un 30% la tasa de frecuencia de accidentes, muestran que una cultura sólida de seguridad puede impactar positivamente en los indicadores de desempeño.
Según Guivernau, es clave que la seguridad sea parte del ADN de la empresa, comenzando por integrarla en sus valores. “Formar líderes comprometidos, establecer una comunicación clara y efectiva, y promover la participación de todos los niveles de la organización son pasos esenciales”, explica.
“Modelos como la Curva de Bradley permiten a las empresas medir su progreso hacia una cultura de seguridad proactiva, identificando las áreas que necesitan mejorar para avanzar en esta transformación”, agrega Guivernau. Sin embargo, advierte que en Chile, la resistencia al cambio y la falta de recursos en pymes siguen siendo desafíos importantes.