Ayer fue la despedida, en su último viaje, de mi hermano Juan Carlos.
Debe haber sido en la década de los ´90 cuando fue iniciado en la que sería su Logia Madre, Voltaire Nº 18, en el Valle de Talca.
Ser un genuino francmasón no es sencillo, se precisa de inspiración y de transpiración. Algunos –los menos- transitan por la institución pero no logran la iluminación laica y, por añadidura, tampoco la proyectan. Trabajan poco su espíritu dificultando su perfeccionamiento individual y social.
No es fácil ser un francmasón verdadero, pues se debe ser consecuente en la familia, en el barrio, en el trabajo, en el gremio, en la sociedad. Y ello, hay que hacerlo por vocación –no existe remuneración pecuniaria alguna- dedicándole mucho tiempo, energía, y acción efectiva después de laborar en la oficina, en la empresa, en la escuela, en el hospital, en la legislatura, en los tribunales de justicia, como Juan Carlos, impartiendo como juez este valor axiológico a veces tan esquivo en nuestra sociedad.
Ergo, Juan Carlos fue un gran francmasón. Fue un hombre justo y bueno.
Su inmenso Amor por Cristiana y sus dos hijos, le inspiró a proyectar su ánimo de compasión y justicia hacia quienes lo carenciaban. Su leal compañera de Vida, Cristiana, también abogada, ferviente católica, siempre le comprendió y energizó. Una vez tomando un té en su hogar pude constatar que ambos se complementaban armoniosamente en los más elevados valores humanistas de Amar al prójimo como así mismo.
No pocas veces antes de entrar a trabajar en logia con Juan Carlos disfrutábamos comentando los cambios que debía hacer el entrenador de nuestro equipo de fútbol favorito, la U, el “romántico viajero”… y nos iba bien pues en los años ´90 nuestro club ganó varias campeonatos soliendo decir que la “sangre azul” era un sentimiento más que una emoción… ello despertaba en su rostro esa sonrisa que empezaba con los labios semicerrados para culminar con una contagiosa y escalonada carcajada… y así, nos encaminándonos a trabajar en nuestro Taller…
Juan Carlos era deportista, un muy buen jugador de basquetbol. Un hombre sano. La última que vez que le vi fue junto a Cristiana haciendo caminata una mañana a San Clemente… Se veían muy bellos los dos unidos.
Era un ser humano alegre, optimista y también minucioso.
Recuerdo que en los años ´90 Juan Carlos –con alrededor de 35 años- fue Secretario Ejecutivo del Consejo Regional del Maule (CORE), es decir, era ministro de fe de las decisiones que adoptaba esa relevante institución; yo, con la misma edad, era Gobernador de Talca y muchas veces Intendente Regional, por lo que presidiendo el CORE, logramos con Juan Carlos gracias a su esclarecido y detallado conocimiento de la ley –había natural duda entre los consejeros- aprobar, a fines de año, inmensos montos de electrificación para las familias de gran parte del secano interior en el Maule, sin duda el más vulnerable. Ahora, a veces, esos dineros de fin de año, se gasta en camiones aljibes en lugar que perforar pozos u otra alternativa más sostenible.
Así de asertivo y positivo era Juan Carlos. Ello, le permitió ser elegido presidente de la Corporación Colegio Concepción de Talca por varios años, dejando una impronta señera.
Debió, asimismo, enfrentar el terremoto de 2010 como Venerable Maestro de su Logia Madre, y liderar los 100 años de vida de ella, con la asistencia de Logias de Brasil, Bolivia, Argentina y de su querido Perú, a quién hermanó con su mentada logia talquina. Simultáneamente, le correspondió presidir en la Masonería Filosófica el grado IV, en la notable Logia Razón Nº 14, por varios años, consolidando los cimientos de todos los Cuerpos Escoceses del Maule.
Su impecable labor masónica fue reconocida, después de transitar por los 28 grados en el Escocesismo, al ser consagrado en el Grado 33º y último del Rito Escocés Antigua y Aceptado. Y, a poco andar, como Gran Guarda Templo del Supremo Consejo del Grado XXXIII para la República de Chile.
Aun así jamás perdió su humildad laica, inclusive juntos fundamos un nuevo Taller en la Masonería Simbólica de Talca, nuestra querida Logia “Ciencia y Virtud” Nº 239, conformada principalmente por académicos, magistrados, abogados, ingenieros y emprendedores.
Indudablemente, Juan Carlos fue un egregio francmasón, en todo el sentido del verbo.
Hace algunos años conversamos: ¿Es tan malo morir? ¿Cuál es el sentido de la muerte? Coincidíamos que uno empieza a pensar la vida cuando se da por muerto, y que la certidumbre personal de la muerte es lo que nos HUMANIZA, es decir, nos convierte en verdaderos humanos, en MORTALES (entre los griegos “humano” y “mortal”; se decía con la misma palabra). Así las plantas y los animales no son mortales porque no saben que TIENEN que morir. No es mortal quien muere, sino quien está seguro de que va a morir.
La muerte, conversábamos, es lo más individualizador y a la vez lo más igualitario; nadie puede morir por otro, pero todos moriremos. Lo mismo que al nacer traemos al mundo lo que nunca antes había sido, al morir nos llevamos lo que nunca volverá a ser.
Juan Carlos, hermano mío, nos despedimos…
Los sabios antiguos decían que la vida del hombre es como un río, que ondula su caudal en los cauces del tiempo y del espacio, recibe y disemina sus aguas, recoge las lluvias reunidas y la riega por los valles. Extinguido el caudal, todo cuanto sus aguas tocaron, siguen cantando su nombre y prolongando en las raíces, en las ramas, en cada hoja que saluda el estallido del alba, en cada fruto sigue prolongando la vida que el ayudo a crear, repartiéndose en flujos y reflujos vitales.
Juan Carlos, qué duda cabe, fuiste un río de magnífico caudal. Las llanuras, los valles y montañas que su espíritu camina, que sube y desciende nos traen el eco de sus pasos que buscan hacia el Oriente Eterno, la luz del Gran Arquitecto del Universo, para morar con El y en EL.
Apreciado Juan Carlos, tus hermanos de Ciencia y Virtud y de la francmasonería toda, deseamos con fervor fraternal que tu viaje sea ligero, y seas recibido con bondad, cuando llegues a los parajes donde reside, la Luz Suprema del Universo. ¡Descansa en paz, ¡Amado Hermano hasta Siempre!