Jorge Abasolo Aravena (Talca, 1955) es un periodista y escritor, que ha incursionado con talento en el humor. Con certeza, Juan Guillermo Prado, periodista y escritor precisa: “Abasolo mantiene una mirada aguda y escruta la vida con rigor supremo. Talentoso, pone el escalpelo del humor para diseccionar la realidad nacional”. Con motivo de la reciente publicación de Apague la tele… aunque sea por un ratito, conversó con www.elmauleimforma.cl
Seguramente el ejercicio del periodismo y del humorismo le ha dado una fisonomía de la sociedad chilena. ¿Cómo calificaría al chileno?
-El chileno es un amargado disfrazado de optimista, pero se le nota que su alegría es ficticia. Siendo hijos de españoles y mapuches no podíamos salir mejores ni peores. El español es un ser pasional, un impulsivo en quien predomina el sentir sobre el pensar, el efecto sobre la idea, la intuición sobre la reflexión.
Estamos lejos de vivir en un mundo feliz. ¿Por qué la situación se ha complejizado tanto en Chile y en el mundo?
-Porque tuvimos muchos cambios en poco tiempo. La movilidad social fue intensa en pocos años. El vapuleado modelo logró reducir la pobreza a los porcentajes más bajos de nuestra historia. Pero esa gente ya no se conformaba con salir de la pobreza. Internet hizo que esa pléyade fuera por más: querían igualar la cancha en poco tiempo con los que estaban más arriba. Luego llegó Internet y ya nadie se satisfizo con lo alcanzado.
Yo soy de los tiempos del Chile a pata pelada. Era un Chile que te hacía llorar por esa pobreza en grado superlativo. El gobierno de Frei Montalva (1964-1970) logró introducir el zapato plástico y también que el pollo fuese comida para la clase media, algo que nuestros jóvenes desconocen.
A su vez, el vertiginoso cambio de política económica ocurrido en Chile en los últimos 30 años trajo a parejas un abandono por parte del Estado de una serie de funciones donde antes ejercía una protección casi total, como es el caso de la salud y la educación. A esto hay que agregar el despegue raudo de la competitividad, para lo cual gran parte de la población no estaba preparada. Esto ha significado un aumento de sufrimiento y de la experiencia de frustración en las familias de medianos y bajos recursos. Como la situación no cambia…surge la sensación de desesperanza que lleva a la depresión…y hasta el suicidio.
Hoy percibo que la nueva clase política emergente –contestataria y rabiosa- pone el acento en el lado menos exitoso del modelo.
¿Qué esperaría usted?
-Seamos justos, desde el retorno a la democracia, Chile se embarcó en un proyecto modernizador que puso su mayor énfasis en el capital físico, en menor medida en el capital humano y otra menor aún en el capital social. Pero los resultados fueron reconocidos por el mundo entero. Fuimos los envidiados del barrio y las inversiones llegaban desde todas partes. Esto permitió mejorar la calidad y cobertura de la educación. ¡A qué seguir! Todos los indicadores del Chile de hace tres años los echamos de menos.
¿Qué espera?
– La solución no es cambiar el modelo más exitoso de Latinoamérica, y menos aún por sistemas fracasados y más pasados de moda que el cassette o el catre de bronce. Esos son los modelos que propone la izquierda radical, que puede llegar al poder por la vía electoral, no lo niego. Pueden ganar con una masa amorfa de gente sin programa, sin ideas y sin proyectos, que solo pretenden destruir lo ya conocido pero sin proponer la alternativa. La izquierda radical hizo un trabajo de lujo en las poblaciones, exagerando los excesos del modelo liberal y minimizando sus logros. ¡Una pena por el país, porque estanos solo en el umbral de lo peor…!
¿Tiene confianza en el proceso constituyente que vive el país?
-Para nada. Solo un balbuceo de cándida esperanza.
¿Consideraba necesario cambiar la constitución de 1980?
-Era necesario, pero en cualquier país democrático de aquellos que nos podrían servir de modelo se procede de otra manera. Se propone una nueva Constitución y se compara con la anterior para que una masa de constitucionalistas y gente experta de todos los sectores determine lo mejor para el país. Yo voté sin haber leído y releído la Constitución y compararla con otras. No tenía tiempo, porque tú sabes…en esta profesión se trabaja contra el tiempo. ¿Le podemos pedir eso y más a la señora Juanita…cuyo tiempo lo destina a descrestarse para llevar el pan a sus hijos? Hay materias en que el pueblo no está preparado para dirimir.
Para eso existen los representantes. Y de eso abusó la clase política nuestra, que permaneció ciega, sorda y muda ante la subversión que se venía. Les faltó intuición y olfato. Ahora bien…¿por qué no proponen rebajar las dietas parlamentarias o el número de diputados y senadores? Trabajé dieciséis años en el Congreso y conozco ese mundo desde las entrañas. Como dijo Otto von Bismarck, es mejor no saber cómo se hacen las salchichas y las leyes.
¿Cómo visualiza los próximos años de la sociedad chilena?
-Creo que con las elecciones de noviembre viene el final wagneriano para Chile. Sea quien sea el presidente o presidenta, este es un caballo desbocado. Seamos francos: o aquí viene un Golpe de Estado…o sobreviene una época de caos y anarquía de aproximadamente cuatro o cinco años. Esto lo saben muchos políticos, pero no lo dicen porque para ellos…la democracia está primero. Claro, esa democracia que los ha dejado con los bolsillos llenos a costa de un pueblo ya hastiado de creerles. Hizo falta una clase política más a la altura de los tiempos, y no una tan mediocre, falta de inventiva y con cero creatividad.
¿Por quién votará en noviembre?
-Por el candidato que menos prometa. Me defraudará menos.
¿Qué pretende con su reciente “Apague la tele… aunque sea por un ratito”?
-Sonsacar algunas sonrisas ante un pueblo apagado y mustio de alma. El encierro a que nos ha obligado esta pandemia es exasperante.
“Me estoy poniendo serio en mis escritos”
Jorge, después de una larga trayectoria periodística, ¿qué busca en una entrevista?
-Sonsacar aquello que el entrevistado esconde de modo furtivo.
¿Teme que sus respuestas no puedan traspasar la epidermis de sus entrevistados?
-Sí, pero uno sabe que una entrevista supone riesgos. Ya lo dijo Oriana Fallacci: Mal periodista es aquel que no tiene enemigos. Preguntas almibaradas no llegan a ninguna parte.
¿Podría mencionar alguno de sus entrevistados con el que ha logrado alcanzar una profundidad que lo deje al desnudo?
-Hay varios. Creo que Lafourcade abrió su alma más allá de lo habitual. Eso fue en la tercera entrevista que le hice, cuando ya éramos amigos. Estuve en su casa varias veces y me tenía confianza. Lamenté su partida.
¿Cómo fue el encuentro con Humberto Maturana?
-Cálido, pues él era muy natural, como se le vio en la televisión muchas veces. Destilaba sus emociones con pasmosa facilidad, ya que el tema de las emociones era parte sustancial de su discurso. Muy natural, sin afeites y generoso, como todos los grandes.
De esa entrevista rescaté una frase de Maturana que dice: “Es en el conversar donde construimos nuestra realidad con el otro”, ¿qué lejos estamos de ello en la sociedad actual?
-Desde luego, cuando abrimos lo boca estamos siendo los relacionadores públicos de nosotros mismos. El ser humano no es solo lo que piensa, sino también lo que habla.
¿Algún entrevistado que se haya convertido en amigo?
-Con Antonio Horvath, uno de los senadores y políticos más talentosos que he conocido. Demasiado sencillo en un oficio donde el oportunismo es vital para escalar posiciones. La Intriga es la Dama de Compañía de la política, y Antonio estaba muy lejos de eso. Me consta el respeto que se granjeó ante sus opositores.
Fuimos compadres y gracias a él conocí la Carretera Austral, de la que fue su director. Acaso por eso no quiero volver a Aysén. Terminaré llorando porque en cada rincón hay un recuerdo de las campañas en las que lo acompañé. Pasarán muchos años y no habrá un senador tan completo en esa zona. Ya debiera tener un monolito…o una calle que recuerde su nombre. Vivió para los demás…y se postergó a sí mismo.
En la entrevista con el genial Erick Pohlhammer, aludiendo a la época en que le habría gustado vivir, señaló la Grecia Socrática. ¿Cuál sería la suya?
-La actual. Con todas sus aflicciones y reveses esta época es la ideal para vivir…por razones de salud. En la Grecia socrática ya estaría muerto, pues el promedio de edad entonces no llegaba a los 30 años. Hace 200 años te morías por una simple apendicitis. Esta época nos ha prolongado la vida, hizo trastabillar los sistemas de pensiones en el mundo, pero tiene una cosa impagable: vivimos más…y para quienes escribimos se trata de una noticia muy halagüeña. Mientras hay vida hay esperanza…sí… esperanza, que no es otra cosa que el sueño del hombre despierto.
Humorismo y literatura
En los años 80’, Jorge Abasolo incursiona en la capital, solamente con su talento y audacia. Con los años se ha convertido en un avezado entrevistador y sus entrevistas han aparecido en los principales medios nacionales. Entre sus libros destacamos Sin censura (1998); Personajes for export (2009) Chile en el diván (con prólogo de Coco Legrand, 2017), e In – telectuales (2017).
Jorge, simultáneamente ha incursionado en el humorismo y en la literatura. ¿Se ha comido el humorista al entrevistador?
-He notado que me estoy poniendo serio en mis escritos. Me estoy mimetizando, pues Chile es un país muy seriote. Casi hierático. En nuestro país se inaugura un pozo séptico y se toca la canción nacional. Tenemos una seriedad de morgue. En cierta ocasión me correspondió entrevistar a Gianni Váttimo, el gran filósofo italiano. Mientras caminábamos por el Paseo Ahumada de la capital, buscando un lugar reservado para hacer la entrevista me dijo: -“Jorge, por Dios que gente más triste. Todos mirando hacia abajo y nadie hacia el frente”. Sin comentarios.
Ahora, el hecho de mantener una columna semanal de humor me hace seguir anclado a la sonrisa. El humor es muy necesario en estos tiempos, más aún en un país de carácter grisáceo…y algo amargo como Chile. Creo que el humor cumple la misión del parabrisas en un automóvil en un día de lluvia: no detiene la lluvia pero te permite seguir avanzando.
¿Qué libros recomendaría a los jóvenes que se quieran iniciar en el mundo de las letras?
-Lean de todo. Hasta una Guía Telefónica les puede enseñar algo. Sáltense algunos de esos llamados “clásicos” porque terminarán más aburridos que boletero de peaje. Partan por lo que les guste, como Mark Twain y Oscar Wilde.
En Chile recomiendo a Jenaro Prieto, tan olvidado y tan ameno. Creo que la enseñanza media machaca a los jóvenes con literatura de esa llamada clásica que lo único que logra es ahuyentar a los muchachos de la lectura. A los jóvenes hay que hacerlos “picar” con la literatura, y eso no siempre pasa por los clásicos.