Recorrer América Latina tiene un encanto único por su variedad y diversidad de paisajes, una cultura riquísima y múltiple y una oferta gastronómica inigualable. Pero también es un continente de sobrevivencia y de muchas carencias, donde en las calles se comercializan múltiples productos: comida, ropa, juguetes, libros, productos electrónicos, cachureos y más.
Durante años, en América Latina, se han desarrollado estudios urbanos sobre comercio callejero informal, principalmente, sobre ciudades como Ciudad de México, Puebla, Guadalajara, Morelia, Bogotá, Medellín, Quito, Guayaquil, Lima, Cuzco, Arequipa, La Paz, Río de Janeiro, Buenos Aires, Santiago de Chile, Concepción y Temuco. Así es como existen muchos estudios socioeconómicos sobre el fenómeno, pero muy pocos de carácter urbano-geográfico.
Es en este aspecto la relevancia del estudio “Impacto espacial de las estructuras humanas del comercio callejero informal sobre el espacio público” (2023), que centra su atención en la ciudad portuaria de Valparaíso. Y, particularmente, en las tres zonas de mayor concentración de comerciantes callejeros informales, es decir, la calle Bellavista, la Avenida Pedro Montt y la Avenida Uruguay.
Los autores de esta investigación son los arquitectos Lautaro Ojeda y Sara Toledo, la trabajadora social Daisy Margarit, la geógrafa de la Universidad de Chile, Fernanda Lavín, y la profesora Paola Jirón, del Instituto de la Vivienda, de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad de Chile.
“El comercio callejero informal moviliza afectos, conocimientos, objetos, mercancías, dineros y/o artefactos, y se produce y reproduce en el espacio público de la ciudad”, señala el inicio del estudio interdisciplinario. “En ese escenario, los puestos de venta –fijos y/o móviles– de los comerciantes callejeros informales impactan sobre los espacios públicos de una urbe. Este artículo presenta un análisis comparativo –antes y durante la pandemia del COVID 19– del impacto espacial del comercio callejero informal (CCI) de Valparaíso, para lo cual nos enfocamos en lo que hemos denominado estructuras humanas del CCI, entendidas como sistemas compuestos por los cuerpos de los comerciantes y todos los objetos que conforman sus puestos de venta”.
Recorrer América Latina tiene un encanto único por su variedad y diversidad de paisajes, una cultura riquísima y múltiple y una oferta gastronómica inigualable. Pero también es un continente de sobrevivencia y de muchas carencias, donde en las calles se comercializan múltiples productos: comida, ropa, juguetes, libros, productos electrónicos, cachureos y más.
Durante años, en América Latina, se han desarrollado estudios urbanos sobre comercio callejero informal, principalmente, sobre ciudades como Ciudad de México, Puebla, Guadalajara, Morelia, Bogotá, Medellín, Quito, Guayaquil, Lima, Cuzco, Arequipa, La Paz, Río de Janeiro, Buenos Aires, Santiago de Chile, Concepción y Temuco. Así es como existen muchos estudios socioeconómicos sobre el fenómeno, pero muy pocos de carácter urbano-geográfico.
Es en este aspecto la relevancia del estudio “Impacto espacial de las estructuras humanas del comercio callejero informal sobre el espacio público” (2023), que centra su atención en la ciudad portuaria de Valparaíso. Y, particularmente, en las tres zonas de mayor concentración de comerciantes callejeros informales, es decir, la calle Bellavista, la Avenida Pedro Montt y la Avenida Uruguay.
Los autores de esta investigación son los arquitectos Lautaro Ojeda y Sara Toledo, la trabajadora social Daisy Margarit, la geógrafa de la Universidad de Chile, Fernanda Lavín, y la profesora Paola Jirón, del Instituto de la Vivienda, de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad de Chile.
“El comercio callejero informal moviliza afectos, conocimientos, objetos, mercancías, dineros y/o artefactos, y se produce y reproduce en el espacio público de la ciudad”, señala el inicio del estudio interdisciplinario. “En ese escenario, los puestos de venta –fijos y/o móviles– de los comerciantes callejeros informales impactan sobre los espacios públicos de una urbe. Este artículo presenta un análisis comparativo –antes y durante la pandemia del COVID 19– del impacto espacial del comercio callejero informal (CCI) de Valparaíso, para lo cual nos enfocamos en lo que hemos denominado estructuras humanas del CCI, entendidas como sistemas compuestos por los cuerpos de los comerciantes y todos los objetos que conforman sus puestos de venta”.
Entre los resultados de la investigación se concluyó que el comercio callejero aumentó durante la pandemia en 133%, y que las estructuras humanas desarrollaron una tendencia a mejorar y agrandar sus puestos. Con “estructuras humanas”, los investigadores se refieren, por ejemplo, a carros de supermercados adaptados, mesas plegables, plataformas formadas por cajas de cartón, paños o telas.
Un paisaje urbano complejo
El estudio es detallado y precisa el alza del comercio callejero en pandemia de la siguiente manera: “En las tres zonas analizadas, en el período prepandemia se registraron un total 812 CCI, mientras que durante la pandemia la cifra aumentó a 1.067, o sea, un alza de 31%. En el caso de Bellavista existían 62 CCI y luego 70; en Avenida Pedro Montt, 405 y luego 524; y en Avenida Uruguay había 345 y postpandemia, 473. En el período prepandemia se registraron 132 CCI del rubro de comida, 446 de chucherías y 234 de ropa; mientras que durante la pandemia se registraron 184 en comida, 575 en chucherías, 301 en ropa, un ambulante, cuatro bodegueros y un estacionador”.
Otra de las conclusiones, comenta la académica de la Universidad de Chile, Paola Jirón, es que ha existido “un aumento de mujeres en relación con los hombres, en el comercio callejero informal (CCI). Y esto tiene que ver con los cuidados. El hecho de trabajar en este ámbito les permite cuidar a sus hijos o a personas que están cerca de ellas. Es interesante, en este sentido, analizar el CCI, en un sistema más amplio, sin clasificarlo, sino relacionarlo con estructuras que son más formales y otras más informales. El CCI es parte de una cadena más compleja, sobre todo con la cantidad de tipos de comercios que hay”.
Paola Jirón, quien además es Doctora en Planificación Urbana y Regional, señala que también han realizado otros estudios con trabajadores vinculados al delivery y con aplicaciones como Rappi. “Creo que postpandemia la gente quedó en un grado de mayor vulnerabilidad en términos laborales y con mucha precariedad. Entonces las personas tuvieron que salir a trabajar en diferentes cosas”.
La especialista pone el acento en la ley de las 40 horas que entró en vigencia en abril de este año. “El comercio callejero informal (CCI) siempre ha existido en América Latina, pero que en Chile ha surgido más en los últimos años y tiene que ver con lo laboral. El tema de las 40 horas, que se ve como una solución, lo más probable que no lo sea para muchas personas, porque la vida es muy costosa en este país. Nosotros logramos averiguar que muchas personas trabajan en el CCI de forma completa o complementaria a otros trabajos formales”.