“Estamos generando una colección de vides criollas y minoritarias, para que los viñateros de la región puedan contar con nuevas variedades en elaboración de vinos con identidad local” sostuvo la enóloga Irina Díaz, quien junto al biotecnólogo Nilo Mejía lideran un importante trabajo de investigación en vitivinicultura de la Región del Maule.
Basados en la extensa trayectoria de INIA en genética de vides e innovaciones enológicas, los investigadores están abocados a re-descubrir antiguas vides minoritarias del Maule. Se trata de cepas de distintos orígenes, entre las que se encuentran las patrimoniales introducidas durante la colonización española, las cepas criollas sudamericanas, y otras de origen diverso.
Para el investigador de INIA La Platina, Nilo Mejía, el hecho de caracterizar o identificar estas variedades minoritarias del Maule “abre la posibilidad de generar líneas de innovación a partir de cepas antiguas o en desuso”. Agregó que la caracterización incluye preservar el material original y valorizarlo productiva y enológicamente, lo que permitirá ofrecer alternativas a la elaboración de vinos con identidad local.
El proyecto, de cuatro años de extensión, lleva por nombre “Caracterización y valorización de vides y vinos del Maule”, y es financiado por el Gobierno Regional del Maule a través del Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC). La investigadora y enóloga de INIA Cauquenes, y coordinadora del proyecto, Irina Díaz, señaló que las labores se realizan tomando en cuenta la información existente tanto en el contexto local como en el sudamericano, por lo que “si bien el foco es el territorio del Maule, los resultados son comparables con iniciativas similares que se están desarrollando desde el Oasis de Pica-Matilla hasta la Región del Ñuble y con iniciativas desarrolladas en los países vecinos como Argentina, Bolivia y Perú”.
La profesional resaltó que junto con rescatar las cepas minoritarias, “el proyecto busca valorizar las tradiciones y los territorios donde se encuentren estos materiales, fomentando la conservación in situ, en colecciones de germoplasma y en colecciones asociadas a escuelas agrícolas, para que las nuevas generaciones de viticultores puedan aprender de su manejo y valorizarlas”.
Para el proceso de identificación de las variedades, los investigadores indicaron que INIA cuenta con un banco de resguardo del material genético de vides lo que les otorga seguridad en la búsqueda. Tras el primer año de ejecución del proyecto enfatizaron que “aún nos queda mucho trabajo en la identificación de materiales inéditos o criollos, desde la ubicación de estos materiales por medio de colectas, hasta el estudio agronómico y caracterización del potencial enológico”.
Destacaron que a todo lo anterior se debe sumar el análisis genético de las especies colectadas y su comparación con vides existentes en los países vecinos y también con el resto del mundo.
Resultados preliminares
Tras la primera temporada, la enóloga de INIA, Irina Díaz, dijo que algunas vides han sido clasificadas como “inéditas o criollas”, es decir, que solo existen en Chile, como resultado de un proceso de adaptación en el tiempo a las condiciones de clima y suelos locales. Añadió que otras plantas han sido caracterizadas como “minoritarias”, que “son aquellas que no tienen superficie e
importancia económica y, por ende, no están en el catastro del SAG. Esto nos ha permitido generar una base de datos con materiales identificados genéticamente y caracterizados desde el punto de vista agronómico y enológico”, recalcó.
La colecta de vides se inició en septiembre de 2020, y en ella participaron equipos Prodesal de Indap y viñateros de Villa Alegre, Rauco y Curepto, y de la Cooperativa Loncomilla de San Javier. El trabajo se centralizó en aquellas vides que los mismos productores identificaban como raras o diferentes. “Apoyándonos en conocimientos ampelográficos, identificamos las plantas y tomamos muestras de tejido vegetal, que luego fueron analizados en laboratorios de biología molecular de INIA en Santiago y Villa Alegre” detalló la investigadora, agregando que los resultados fueron contrastados con bases de datos chilenas e internacionales.
La enóloga expresó que entre las variedades minoritarias encontradas destacan Lattuario nero, Blanck prince, Alfhonse Lavalle, Romano, Cereza, y Blanca ovoide. “Esta última cepa se encuentra ampliamente distribuida en la Región del Maule y gracias a esta investigación hoy sabemos que está presente a lo largo del territorio nacional y también en los países vecinos donde se conoce como Huevo de Gallo”. Díaz agregó que también se han identificado materiales existentes en las bases de datos y en catastros vitivinícolas de Sudamérica, como es el caso de las variedades Canela, Moscatel Amarilla, y Torrontés Riojano.
Finalmente, la especialista especificó que “el 12 % de las vides colectadas y estudiadas corresponden a materiales inéditos que no coinciden con las bases de datos internacionales, ni con información de centros de investigación del cono sur”. Respecto de estos últimos, resaltó la amplia diversidad de uvas, diferenciadas unas de otras por el color, características químicas, fenotípicas y hábitos de crecimiento, todo lo cual se traduce en una tipicidad única de los vinos, lo que representa un gran atractivo para el sector vitivinícola regional y nacional.
Segunda temporada de colecta
El proyecto de investigación en el Maule, que se extenderá hasta 2024, está iniciando la segunda temporada de colecta, y en él podrán participar todos los viñateros que estén interesados. Para ello deben contactar al equipo técnico que lidera Irina Díaz, escribiendo a [email protected]