En momentos donde nuestra convención constitucional discutirá la calidad de estado plurinacional, es importante conocer un aspecto de nuestra sociedad que tiene mucha relación con los pueblos originarios: nuestro idioma y orígenes.
Más de alguna vez hemos escuchado que “los chilenos hablan mal” lo cual se tiende a explicar por la gran cantidad de modismos que usamos y limitaciones fonéticas. Si bien esto último en parte es verdad, lo cierto es que muchas de estas palabras responden más bien a la espontanea internación de expresiones cuyo origen lo encontramos en nuestros pueblos originarios.
Hay muchos ejemplos:
De los Aymaras adoptamos a nuestro hablar vocablos como apañar, guagua (wawa), andes, maña o paya.
De los Quechuas provienen Anticucho, Cancha, Carpa, Chaucha, Chúcaro, Chupalla, Cocaví, Concho, Cototo, Guácala, Nanay, Pucho, Apa (llevar al apa), Chala o Tayta.
De los mapuches y su lengua mapudungún corresponden las palabras Cahuín, Charquicán, Guata, Pichintún, Pilcha, Pilucho, Yapa, Guarén, Cochayuyo, Huila, Che (muy usado en Argentina que quiere decir hombre), Chaucha, Huincha, Huacho, Pololo, Pirihuín, Poto, Quiltro, Funa, Piñén, Trapicar, Puelche (hombre que proviene desde el lado este de la cordillera, muy usado también para denominar al viento que proviene desde el otro lado de la cordillera) o Ulpo, entre otras.
Incluso nuestro castellano está muy influenciado por palabras de origen árabe debido a que una buena parte de los españoles llegados a Chile provenían desde Andalucía, que en esos tiempos era una zona de guerra dentro de la península ibérica que peleaban por la expulsión de los moros, y cuya valiosa experiencia guerrera fue considerada por la corona española para enviarlos mayoritariamente a Chile que también era una zona bélica en contra del pueblo mapuche. Así importamos palabras arábicas que permearon dentro de los españoles como Aceite, Aceituna, Azafrán, Azúcar, Alcalde, Álgebra, Algoritmo, Alfombra, Almohada , Asesino , Ajedrez, Alcohol , Algodón , Barrio, Dado, Fideo, Guitarra , Hazaña, Jarabe , Jarra , Jabalí , Limón, Momia, Naranja, Sandía, Taza, Tabaco Tarea, o Zanahoria.
Sin perjuicio de los modismos y algunos cambios fonéticos en nuestro hablar, es muy ilustrativo reconocer y conocer el aporte de nuestros pueblos originarios a nuestro idioma diario, lo que nos hace suponer que como chilenos, más que hablar mal, lo hacemos distinto con apego a nuestros orígenes de raza mestiza.
La investigadora Lucía Cifuentes Ovalle del programa Chile Genómico decía en el año 2015 “En promedio los chilenos somos mestizos y tenemos 53% de genes europeos, 45% de amerindios y 2% a 3% de origen africano”.
El 18 de octubre, producto de la movilización social, abrió la posibilidad de soñar un “nuevo Chile” a partir de las causas que nos llevaron al estallido, esto es, un Chile más empático a sus dolores sociales reconociendo los avances económicos y técnicos de nuestro país, pero esta vez mirando a su gente y no de espalda a ella. Dentro de tales deudas está la plurinacionalidad que significa un sinceramiento de lo que somos como país y un reconocimiento al origen de nuestra herencia cultural.
Se requiere entonces concretar un acuerdo real, no impuesto por la fuerza de las armas, entre el Estado y los pueblos originarios, para que se les reconozcan los derechos consagrados en el Convenio 169 y la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de Naciones Unidas, firmada por el Estado de Chile. El inicio del fin de la violencia que hemos visto en Chile, si bien requiere un respeto absoluto al estado de derecho, también necesita el reconocimiento constitucional de nuestros pueblos originarios, de la autonomía en la elección de sus autoridades y de las formas de gobierno en los espacios que habitan.
Solo así este sueño de país será posible de alcanzar bajo una convivencia pacífica en el igual respeto a los derechos humanos dentro de un solo Chile soberano y plurinacional.