Tras el éxito de su primera incursión en la novela histórica, con Frontera Sur (Ediciones B, 2021), Guillermo Parvex ahora regresa con Invasión del Gulumapu (Ediciones B, 2022), la segunda parte de la historia de Pedro Bórquez, un chileno que se interna en Wallmapu. Pedro Bórquez ha armado familia y una vida…
-Guillermo, ¿cómo surge la escritura de Invasión de Gulumapu?
– Por la necesidad de continuar la historia ya contada en el libro anterior Frontera Sur que, por su extensión e importantes hitos, constituiría en sí un segundo volumen.
¿Cómo fue armando al protagonista Pedro Bórquez?
– Tomando como base a un comerciante chileno que, según cuenta la leyenda, vivió cuatro o cinco años al sur del Biobío a partir de 1820 y que se insertó perfectamente en una comunidad mapuche. La novela alcanza hasta 1882, cuando ya el territorio mapuche ha sido ocupado por el Estado chileno.
-¿Cómo calificaría esta ocupación?
– Efectivamente. Invasión al Gulumapu culmina con lo que podría llamarse la ocupación total del territorio, quedando solo por conquistar los baluartes de Villarrica y Lonquimay. De acuerdo con el derecho internacional vigente en la época, las ocupaciones permanentes o conquistas territoriales logradas por el vencedor eran reconocidas como válidas. Pero para ello era necesaria una previa declaración oficial de guerra, que en este caso no la hubo y, por tanto, desde esa perspectiva sería ilegal.
-¿Hay reparaciones pendientes con el pueblo mapuche?
– Creo que muchas. Si al terminar la ocupación militar, el Estado hubiese aceptado la propuesta del Ejército, consistente en la entrega de grandes territorios en los que pudieran trabajar y mantener sus costumbres y jerarquías, habría menos reparaciones pendientes, pero se optó por la reducción del mapuche y de ahí vienen, a mi modesto entender, gran parte de los actuales conflictos.
-¿Cómo solucionarlas?
– Es algo demasiado complejo armonizar las reparaciones con la integridad territorial de Chile. Estimo que el camino debe ir, más que por la mera restitución de tierras, por el reconocimiento como pueblo.
Aproximación a la novela histórica
Guillermo Parvex Canales (Santiago, 1954) periodista y escritor. Saltó a la fama en 2014 con Un veterano de tres guerras /Recuerdos de José Miguel Varela. Luego vendría una saga, – entre los que destacamos ¿Quién asesinó a Manuel Rodríguez? (2019) – que lo ha convertido en uno de los escritores más leídos de Chile. Invasión al Gulumapu es su segunda novela histórica…
– Guillermo, Durante la Reconquista, de Alberto Blest Gana y Adiós al Séptimo de línea de Jorge Inostrosa son hitos de la novela histórica. ¿Fue lector de novela histórica?
– Mi aproximación a la historia estuvo claramente dado por las novelas históricas, entre ellas la de Blest Gana y Jorge Inostrosa. Estimo que son una valiosa puerta de entrada para gustar de la historia y después adentrarse en los textos de los grandes historiadores. ¿Cómo aprendió a trabajar con la documentación de archivos? – Mi formación como periodista ha sido de una gran ayuda. Como los protagonistas de mis libros ya no están, los entrevisto a través de sus cartas, documentos y otros elementos que contienen los archivos. Me parece que ya he adquirido una experiencia que me permite emplear la intuición y el conocimiento para acceder a los archivos que requiero.
-¿Sigue trabajando con otros proyectos literarios relacionados con otra variante de su oficio, la crónica historia, como lo fue, por ejemplo, ¿Quién mató a Manuel Rodríguez?
– Mantengo esos proyectos a mediano plazo. Hoy estoy trabajando en la tercera novela sobre este mismo tema, para poner cierre a la trilogía planificada. Desde el punto de vista de la novela histórica,
¿Piensa incursionar en otros periodos de la historia de Chile?
– Por supuesto, tengo conversado con mi editora, Marcela Escobar, continuar con la novela histórica en otros períodos.
-La novela histórica ¿le ha permitido alcanzar otra comprensión, que no se alcanza con la historia?
-La novela histórica no ha sido un obstáculo para seguir relatando la historia en la forma más rigurosa posible, pero el tener la oportunidad de insertar en ella un personaje de ficción me ha dado la libertad de entregar más sentimientos, mejores descripciones y, en general, llegar a un texto más lúdico, pero no por ello alejado de la realidad histórica.
-¿Esta experiencia historiográfica le ha dado otra perspectiva del pueblo mapuche?
– Debo reconocer que, hasta antes de iniciar el período de investigación para Frontera Sur, tenía otra visión del pueblo mapuche, probablemente muy similar a aquella que difundieron muchos historiadores de la segunda mitad del siglo XIX y del XX. Hoy, gracias a todo el conocimiento adquirido en mis investigaciones, esa visión ha cambiado y ha aumentado mucho mi valoración por el mapuche, sus tradiciones, costumbres y, claramente, entiendo que sus derechos han sido vulnerados por el Estado por más de siglo y medio.
Paz y conflicto
-Guillermo, ¿cómo calificaría la relación del pueblo mapuche con el Estado chileno?
– Yo no me dejaría llevar por ciertos sectores radicalizados mapuche, que están detrás de actos de violencia. Creo que la mayoría mapuche anhela ser reconocido como pueblo originario y recuperar aquellas tierras mañosamente arrebatadas por la Comisión Radicadora de Indígenas desde 1884. Sin embargo, se sienten parte de Chile y mantienen una buena relación con el Estado y sus instituciones.
-¿Por qué la relación que había sido de paz y sana convivencia entre la nación mapuche y la Corona española durante el siglo XVIII, se quebró después de la independencia?
– En realidad, esta paz duró casi cuatro décadas después de la Independencia. Las buenas relaciones en mapuche y chilenos fueron refrendadas en 1825 con el Tratado de Tapihue. Se quebró cuando las autoridades chilenas violaron dicho tratado que había establecido armónicas relaciones entre los lonkos mapuche y los gobiernos chilenos. Surgieron apetitos comerciales, especialmente de grandes agricultores, al ver la excelente producción agropecuaria que había en el Gulumapu, que en momentos llegó a exportar más cereales y carne deshidratada que todas las provincias chilenas. Las presiones por hacerse de esas tierras fueron cada vez más fuertes, hasta que el Estado de Chile cedió y creó la Provincia de Arauco, en 1852, derribando así el Tratado de Tapihue y marcando el inicio del conflicto.
-¿Qué opinión tiene de las demandas del pueblo mapuche incorporadas en la eventual nueva constitución?
– Creo que es de justicia la restitución de tierras ancestrales que no fueron consideradas en los Títulos de Merced entregados a partir de 1884, como también de aquellas cuyos títulos fueron posteriormente anulados mediante artimañas legales. Esa y su reconocimiento como pueblo originario son las únicas demandas que comparto.
-¿Qué problemáticas, por ejemplo, plantea la plurinacionalidad?
– Soy partidario de un reconocimiento cultural al pueblo mapuche, pero manteniendo una nación única y con iguales derechos ante la ley, lo que no se logra con la plurinacionalidad, tal como está planteada. Pedro Bórquez, el protagonista de la novela, al conocer al pueblo mapuche, cambia su opinión negativa sobre ellos y los considera como un pueblo ordenado, laborioso y muy respetuoso de las normas.
-¿Acaso en la compresión está la fórmula para alcanzar un acuerdo entre el pueblo indígena y el Estado chileno? ¿Estamos lejos de ello?
– Si hacemos un cabal reconocimiento como pueblo, con una inclusión total, con respeto a su cultura ancestral, creo que no estaríamos muy lejos de lograrlo. El cambio de visión de Pedro Bórquez en relación a la imagen del mapuche, es igual al experimentado por este autor y no por meras simpatías, sino que impulsado por el peso de los documentos analizados.
-¿Qué puede adelantarnos de la tercera entrega de la trilogía y cuándo piensa publicarla?
-La tercera entrega de esta historia novelada me imagino que aparecerá a fines del primer semestre del próximo año. El hilo central es el cambio de vida de los mapuches, pasando de ser dueños de un amplio territorio, dedicados a la agricultura y ganadería, a quedar reducidos a pequeñas hijuelas convertidos en campesinos de subsistencia.