La combinación de gases en ambientes refrigerados contribuye a extender la inocuidad de las frutas chilenas importadas a los cinco continentes en hasta un año. Además, su aplicación permite, por un lado, prescindir de químicos para la preservación de su calidad; y, por otro, controlar la pudrición de los productos para así evitar el crecimiento de microorganismos en su interior.
La empresa Air Producs Indura suministra los elementos para que proveedores locales de cámaras refrigerantes puedan consolidar ambientes basados en la tecnología MAP (o de atmósfera modificada, por su sigla en inglés), un mecanismo innovador para incrementar la vida útil de los alimentos.
Su objetivo es generar, a través de la aplicación de gases, áreas sin riesgo de crecimiento de bacterias y levaduras, así como de prevenir la descomposición por oxidación gracias a la disminución de los niveles de oxígeno, según explica Bastián Monsalve, ingeniero de desarrollo de la firma nacional.
“Esta tecnología es una aplicación que modifica el ambiente que contiene a la fruta u hortaliza, principalmente a nivel de las concentraciones de oxígeno, lo que ayuda a mantener ciertos parámetros de conservación controlados por un mayor período de tiempo sin necesidad de utilizar productos químicos”, señaló el especialista.
Chile es el mayor productor de fruta del hemisferio sur y envía a los mercados mundiales cerca de 3.4 millones de toneladas (en cifras de 2021 proporcionadas por la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias de Chile), lo que equivale a ventas por más de US $7 mil millones. De ese volumen de exportación, el 70% corresponde a fruta fresca.
“Asegurar la calidad de nuestra fruta es muy importante para que la industria agrícola local mantenga su posición de liderazgo internacional que ha consolidado en los últimos años. Además, al prescindir de químicos, ayuda a que tengan certificación orgánica, lo que le da un valor agregado al producto”, puntualizó Monsalve.
Alimentos de mayor calidad
“Los humanos respiramos gases, porque el aire es 99% nitrógeno y 1% oxígeno, que es el elemento vital para nuestra especie. Pero los alimentos que están envasados no necesitan de ese oxígeno, sino todo lo contrario. De hecho es el que ayuda a los microorganismos a crecer”, explicó Bastián Monsalve.
Al aplicarse gases como el nitrógeno o el dióxido de carbono (Co2) en una cámara de frío, sumado a la ausencia de oxígeno, se crea un ambiente diferente al del aire, que es incompatible con el desarrollo de la vida de bacterias, hongos y levaduras. Al haber Co2, además, se elimina cualquier posibilidad de que agentes más resistentes a ambientes extremos puedan emerger, ya que se trata de un gas inerte que desplaza el oxígeno.
Como referencia, un ambiente modificado para la exportación puede llegar a tener 70 metros de nitrógenos y 30 kilogramos de Co2 en una cámara de frío. Sin ningún elemento o técnica complementaria en el almacenamiento, algunas variedades de manzana pueden mantenerse hasta un año en estas condiciones. Las peras alcanzan los diez meses de preservación en este entorno antimicrobiano.
Innovación para evitar pérdidas
A nivel global, de acuerdo a cifras de Naciones Unidas, se estima que la pérdida de alimentos por brechas en distintos puntos de la cadena de suministro, entre ellas la de almacenamiento, alcanza las 1300 toneladas anuales. Esto equivale a 23 millones de camiones de 40 toneladas completamente cargados, suficiente para dar siete vueltas a la Tierra.
Por eso, para Bastián Monsalve, la capacidad de incorporar mecanismos confiables y seguros es fundamental para la competitividad de la industria frutícola chilena. “Los compradores internacionales buscan fruta de calidad y con poca intervención, mientras seamos capaces de cumplir esas exigencias, que serán cada vez mayores, vamos a mantener nuestra competitividad como país. Al mismo tiempo, el uso de gases inocuos y la prescindencia de agentes químicos ayuda a apuntar a países con mayor exigencia regulatoria, como Estados Unidos y la Unión Europea”.
El ingeniero de Air Products Indura concluyó que “por sus condiciones naturales, las frutas y verduras suelen durar poco tras la cosecha, si no se consume en un par de semanas, ya se perdió. En algunos países, hasta el 40% del alimento se pierde por deficientes condiciones de almacenamiento. “Si con estas tecnologías podemos no perder ese alimento, hay una importante contribución a la disponibilidad de este recurso para la población.