Este ha sido la fuente de inspiración para la realización del documental “121 memorias del Maule”, de mi autoría: “Fernando ha vuelto” (1998) ha sido uno de los documentales realizado en esta franja de tierra Chile, que más impacto tuvo en mi no tan grato paso por la carrera de Cine y Televisión de la Universidad de Chile.
Los rostros de los familiares que, sin mantener ningún afán político a esas alturas de los 90’s, y pues, cómo seguirían alzando banderas de luchas personales, colectivas o ensoñadas, al toparse con una fuerza propia de las deidades; una sensación que marca un hito de despegue del suelo de tierra firme para empezar a posicionarse, al menos un poco, de manera extra terránea, o a lo menos, extra humana. Estoy hablando del encuentro del ser humano; ufano de prosas, decires, haberes y saberes, destinos, futuros y mañanas; de su hallarse con el dolor.
Y es que es el dolor, esa emoción que rasga nuestros sistemas internos, el lugar donde abandonamos nuestras comodidades juveniles, y empezamos a mirar el rostro de Dios.
Volviendo a “Fernando ha Vuelto”, efectivamente él había regresado, a casa, a la familia que tantos años lo buscó y esperaba con fe (otra disyuntiva muy humana y tan negada por nuestra propia racionalidad) que este apareciera ante ellos.
Y al ver su cuerpo desarmado, más exactamente su esqueleto re articulado sobre una mesa y una profesional de la salud tratando de explicar las pericias médicas, la familia mira hacia un espacio desconocido hasta el momento para el cine documental en Chile, por lo menos para mí.
No hay más relato que articular, ni dispositivos narrativos que argumentar, o elementos estéticos para incorporar-resignificar, cuando a lo que está acudiendo la cámara es a un momento puramente de lo humano. Unas miradas extraviadas, que ya no pueden soportar el teatro de ¿el cine? No, de la vida en sociedad. Unas desfiguraciones leves en sus muecas impertérritas que arrancan involuntarias. Un silencio que no va, que es pecado en el espectáculo, en la narrativa, en el Teatro y en el arte de representar la vida.
Podría seguir, arremeter y argüir cada detalle y fotograma de esa sola escena, pero sólo quiero agregar lo que sería el “logos” de todo lo observado en el breve documental.
En una entrevista, que se distancia luces de años al ejercicio periodístico de trepanar el corazón, el familiar acerca del contexto, de la violencia política, de la dictadura, de las ideologías, de las luchas sociales, de los que gritan y de los silenciados, de los que vulneran y luego, también, son vulnerados, de la venganza dice: “el dolor no tiene color político, ni tendencia, ni lugar”. Es ahí donde entendemos que ella sólo quería que le trajeran a su hijo.
Lo enterado a posterior, muy recientemente, del error del Servicio Médico Legal en la identificación del cuerpo, sólo nos reafirma el núcleo del documental: Fernando se fue, se lo llevaron, él nunca volvió, y su lugar lo ocupó un eterno dolor.
Franco Lavagnino Pape