Después de la reciente megaelección, hay una serie de aspectos que se puede destacar. Como opinan distintas personalidades, la diversidad del país ahora está mejor reflejada en la composición de la Convención y se destaca la composición paritaria. Esto puede ser de gran ayuda para muchos, para sentirse parte, sobre todo en un país segregador y jerarquizado como Chile. En un sistema político sano, el sentirse parte es y debiera ser una realidad a como dé lugar.
Asimismo, se podría pensar que esta especie de “cambio de era” es también el fin de la transición, desde una sociedad centralista y jerarquizada, donde el nepotismo reina, a una más diversa y representativa del país y sus territorios. En otras palabras, que la tortilla se vuelva, como cantaban los Quilapayún.
Lo importante ahora es poder confiar en esa diversidad, en esto la generación joven vencedora se ha ganado su oportunidad legítimamente, pero no hay que olvidar que, en este caminar iremos todos juntos, con nuestros destinos entrelazados.
Sin duda hay perdedores y ganadores, entre los primeros está la política tradicional y los partidos, que hace rato dejaron de dar el ancho; se ensimismaron en la elite y se les perdió la calle. Ya no saben ni dónde viven ni para dónde van. Con qué ropa podrían proponer a la gente algún proyecto de país.
Entre los ganadores y por sorpresa, están los que ni creían en el proceso e incluso lo boicotearon inicialmente, pero igual se subieron y es de esperar que ahora, ya dentro del sistema mismo, también se sientan parte, se sumen y jueguen con todo, dejando de lado el doble discurso y la violencia rodeadora. Ahora podrán ver que otra cosa es con guitarra, a lo mejor ya involucrados en el sistema, podrán apreciar lo bueno, que desde afuera parecía tan malo todo.
La mejor forma de triunfar en lides políticas es que el contendor triunfe y deba gobernar y defender las ideas buenas existentes, perfeccionándolas y haciéndolas más justas y equitativas. Probablemente algo de esto pueda irse dando hacia adelante, crucemos los dedos.
Es un hecho que las mujeres y los jóvenes entraron a la política y hay que confiar en ellos. Si antes nos quejábamos de su apatía y porque no estaban ni ahí con el tema, hoy la cosa cambió y hay que tenerles confianza. Cada generación que ha decidido plantearse frente al país con decisión e ideas, han sido los responsables de construir el país que tenemos.
Habrá que superar la desconfianza atávica, que nos viene de las traumáticas experiencias políticas del pasado. Ellos, los jóvenes, que no las vivieron, son el futuro y aunque les cueste reconocerlo, a diferencia de las generaciones anteriores, parten de una mejor sociedad que se les está legando. Difícilmente querrán farrearse lo bueno que se ha construido y sin duda mejorarán lo que se tenga que perfeccionar, así se evoluciona. Si no lo hacen, existen las instancias donde cobrarles la cuenta, esto no es gratis.
Los agoreros nunca faltan, anunciando los males del infierno que, ahora si que vienen, esto ya los experimentamos al regreso de la democracia, cuando se veía venir una debacle económica que no llegó, muy por el contrario, ahí comenzaron, lo que algunos pocos de la centro izquierda defienden y denominan los mejores 20 años del desarrollo de Chile. Sobrevivimos y ahora lo haremos igual, el desafío es jugarse, en esta posta, donde estamos todos juntos por un gran país, el testimonio está entregado, ahora es el turno de ellos. Esperemos que estén a la altura.
Lo que hizo a la fuerza un golpe de Estado hace 50 años atrás, ahora lo hizo un estallido electoral, sin duda hemos avanzado.