El país después del estallido del 18 de octubre ha estado sufriendo repetitivos y crecientes embates de violencia, tanto callejera como en las rutas y campos de la macro zona sur, todo lo cual busca amedrentar a la población y a quienes habitan en los campos, manteniéndolos con el alma en un hilo.
La falta de Estado, como encargado de la seguridad y poseedor del monopolio en el uso de la fuerza, es una sensación cada vez más generalizada en las personas. Pareciera que nadie estuviera a cargo del tema. Las autoridades encargadas de abordar estas situaciones más parecen comentaristas de episodios y anunciantes de querellas. Un Estado así no sirve si no existe voluntad política para hacer uso de las herramientas legales y coercitivas que le permiten controlar desbordes que, por desgracia, también se están generalizando a nivel global.
Sin duda, como ciudadanos afectados e integrantes de una sociedad activa se debe levantar la voz, en lo posible masiva y organizadamente, para expresar que esto no puede continuar así, sobre todo cuando la gente comienza a resignarse a la violencia, cuesta abajo en la rodada.
Que quede claro que si no hay respuesta del Estado a la violencia la sociedad queda inerme. El desafío es apremiante, hay que poder encontrar caminos con la democracia para terminar con la violencia. En esto se debe evitar el juego bipolar gobierno-oposición, el país y la región somos todos y un objetivo mucho mayor que la pequeñez de la chimuchina política.
En esta época moderna de grandes avances tecnológicos si bien estamos muy conectados, para enfrentar estos desafíos más bien parecemos estar solos. Construir y valorar la sociedad es una tarea de todos desde muy pequeños. El individualismo ha ido ganando terreno y lo colectivo lo hemos ido dejando de lado.
En esto, que al parecer es una opinión mayoritaria, se hace urgente el poder pasar de los dichos a las acciones conjuntas y hacernos cargo de nuestro futuro, el que sin duda debe ser compartido.
Las diferencias hay que valorarlas en lugar de justificar con ellas el aislarnos cada vez más. Como dice Fernando Flores las personas que no se nos parecen son las que nos hacen crecer. Y con todos, además es posible orquestar estados de ánimo y cultivarlos, para crear los ambientes de mancomunión que se necesitan para fortalecer una sociedad en que todos se sientan incluidos y representados. En buena, echémosle para adelante y empecemos a pegar una “tiña” que sea cada vez más contagiosa.
Una sociedad donde ni una elite iluminada que busca dominar sin considerar a nadie, ni tampoco los excéntricos fanáticos que buscan imponerse con el uso de la violencia, sean los que lleven el pandero.
Muy por el contrario, un país y una sociedad participativa que aprovechan oportunidades como el innovador proceso constitucional paritario y donde la gente de regiones podrá hacer valer su peso, por lo que siempre se ha añorado, en cuanto a tener un sistema de gobierno descentralizado de verdad. Así más que un estado de sitio para superar crisis, lo que se necesita es un mejor Estado y mas descentralizado. Estos tiempos venideros representan una gran oportunidad. Entre todos, seguro que se puede.
Una forma de iniciar este reto, como lo recomendó el Mg. Alfredo Zamudio en su reciente clase magistral en la UFRO, es hacerse cargo de las desconfianzas y luego al recorrer el sinuoso camino del diálogo será posible llegar al futuro compartido.