El estrés es un proceso fisiológico que desencadena una respuesta automática y adaptativa frente a situaciones que provocan una emoción negativa o suponen una amenaza. Cuando esta respuesta se mantiene, por cualquier razón, los sistemas pueden afectarse patológicamente y una situación que comenzó como algo puntual, rápidamente, podría transformarse en algo crónico, provocando cambios estructurales y funcionales en diferentes sistemas de nuestra mascota.
Existen múltiples causas que ocasionan el estrés, entre las más importantes se encuentran las situaciones impredecibles, los cambios sociales y la exposición constante a situaciones que llevan a frustración o conflicto. Los signos o señales que pueden manifestar son variados, entre ellos, disminución de peso, hiperactividad, aparición de movimientos repetitivos, jadeo excesivo, pérdida de pelo y cambios de comportamiento. En gatos las señales suelen ser más sutiles, por ejemplo, mostrar un comportamiento defensivo, huir o esconderse, evidenciar un comportamiento obsesivo, cambios conductuales y problemas patológicos repetitivos.
Algunas de las recomendaciones para evitar el estrés son respetar el espacio dentro del hogar y los espacios de exploración, cubrir sus necesidades básicas (alimentación, salud, sueño, seguridad, juego y vínculo), evitar situaciones reconocidas como conflictivas y utilizar el refuerzo positivo, premiándolo con caricias o snacks por sus buenas conductas.
Ahora bien ¿Qué podemos hacer si la mascota ya se encuentra con estrés? La recomendación más importante es consultar a un médico veterinario, especialista en Etología, que pueda realizar una evaluación completa y exhaustiva, pues muchos de los signos mencionados pueden también representar otras patologías, por lo que la solución será un diagnóstico y tratamiento adecuado.