“Es incuestionable sostener que cada vez llueve menos en gran parte del país; pero antes de hablar si hay o no sequía, resulta conveniente saber de qué tipo de sequía hablamos”, afirma el investigador de INIA Quilamapu y especialista en agroclimatología, Raúl Orrego.
El experto explica que existen varios tipos de sequías, como la meteorológica que se manifiesta cuando llueve menos de lo normal, o la hidrológica que se traduce en la disminución de la disponibilidad hídrica, por ejemplo, en el menor caudal en los ríos.
Además de ellas, Orrego menciona la sequía agrícola, que se presenta cuando la menor disponibilidad de agua afecta el desarrollo de la vegetación y cultivos, y a la sequía socioeconómica que se origina cuando todo lo anterior genera pérdidas económicas y problemas sociales serios.
El investigador aclara que, salvo contadas excepciones (altiplano y parte del extremo sur), “a nivel país estamos ante una evidente sequía meteorológica, particularmente seria este año, pero que en realidad existe de manera sostenida hace una década, lo que le da el apelativo de megasequía”. Agrega que la situación se está volviendo cada vez más compleja ya que “se está traduciendo, con distintos grados de severidad, en una sequía hidrológica en distintas regiones del país”.
A pesar de lo delicado del panorama, Raúl Orrego indica que la implementación de medidas adoptadas, como la generación de la red de embalses y los decretos de emergencia agrícola -además de los aportes de las escasas lluvias de primavera- “han mitigado el efecto de las sequías meteorológica e hidrológica, no observándose, hasta ahora, una situación tan compleja como para reconocer una sequía agrícola grave en la macrozona centro sur”.
Sin embargo, afirma que “de persistir la condición seca que tenemos, sí podríamos llegar a una situación muy complicada”.
Al respecto, sostiene que 2021 fue un año bastante seco para la macrozona centro sur, lo que certifica una importante sequía meteorológica. Sin ir más lejos, “está en el top 5 de los años más secos desde que tenemos registros, en casi todas las estaciones meteorológicas de Maule, Ñuble y Biobío. De hecho, tenemos déficits de entre 45 y 80 %”, añadiendo que la misma situación se repite, de manera más o menos similar, en casi todo Chile.
Complejo panorama hidrológico
Respecto a la sequía hidrológica, el investigador de INIA Quilamapu, Hamil Uribe, recalca que la situación de la macrozona es complicada, “aunque no tanto como en la zona central del país”. “Tenemos déficits preocupantes que oscilan entre el 50 y el 70 % respecto de los caudales históricos registrados de diciembre a enero, lo que se suma al nivel de los embalses que se están empezando a resentir”.
El especialista en hidrología menciona que la situación se hace más compleja entre las regiones de Atacama y Metropolitana, donde los déficits en los caudales sobrepasan el 70 %, mientras que todos los embalses están por debajo del 50 % de sus capacidades. “En una escala de 1 a 10, diría que en la macrozona centro sur (tomando como referencia la región de Ñuble), estamos en torno a 7, situación que se agrava progresivamente hacia el norte, llegando a un 9 en la zona central y centro norte del país”.
Menor oferta hídrica y nueva normalidad
“Afortunadamente, los modelos indican que la actual condición de La Niña debiera revertirse en los próximos meses, para dar paso a una condición neutral para el otoño, lo que no debiera dificultar la ocurrencia de precipitaciones. Lo anterior permite suponer que el próximo año (2023) debiera presentar más lluvia que el actual, pero no ser lluvioso”, analiza el investigador Raúl Orrego.
El científico de INIA aclara que la condición de Niño o Niña no es lo único que debe considerarse, ya que hay muchos otros factores que inciden al momento de hacer un pronóstico. “Yo hablaría que el mejor escenario es el de un año menos seco, y no de un año lluvioso, ya que todo parece indicar que la condición de megasequía es más una nueva normalidad que una condición anómala, por lo que urge repensar la agricultura, para adaptarla a una oferta hídrica menor a la que estábamos acostumbrados”.
En el mismo sentido, Uribe puntualiza que “si se considera que el aporte hídrico de los glaciares ha disminuido de manera sustancial, se espera que los caudales de los ríos sean bajos durante las temporadas estivales de aquí en adelante, reduciendo la disponibilidad de agua en el periodo de máxima demanda de riego”.