Con lucidez, Ernesto Ottone, sociólogo y ensayista, señala: “Revisando las columnas que presenta este libro, me doy cuenta que todas ellas, incluso las más críticas están marcadas por un deseo de esperanza. Confío que Chile sea capaz de encausar institucionalmente las diferencias lógicas de toda democracia, explorando la posibilidad de acuerdos y disminuyendo el volumen de los desacuerdos. Es importante recordar que la democracia es amiga de los cambios graduales y no se concilia con las refundaciones abruptas”.
Con ese mismo espíritu republicano acaba de publicar “Crónica de una Odisea. Del estallido social al estallido de las urnas” (Catalonia, 2022), un valioso aporte al necesario diálogo que se necesita en la sociedad chilena. Poco después del lanzamiento Ernesto conversó con www.elmauleinforma.cl
Ernesto, ¿cómo surge la publicación de Odisea?…
– El libro fue una iniciativa de mi editor Arturo Infante (Catalonia) quien me señaló que las columnas del periodo 2019 – 2022 tenían un hilo conductor que conformaban un libro. Me di cuenta que tenía razón y preparé una introducción que explicaba esa continuidad. Así nació Crónica de una Odisea.
¿De qué manera fue armando las columnas?
– Las columnas que escribo en el diario LaTercera son columnas mensuales. Ello permite estar cerca de los acontecimientos, pero no encima de cada hecho y deja un espacio de reflexión más amplia. Las lecturas son la acumulación de una vida que ha combinado la reflexión con la acción pública, la docencia y la escritura. Ese es el fondo que se condensa en cada columna.
¿Por qué, según escribe, “estos últimos tres años han sido un trienio muy particular en la historia de Chile”?
– Porque el tránsito de la dictadura a la democracia y la consolidación de una democracia socialmente inclusiva que marca un periodo de progreso sin precedentes en la historia de Chile se realizó de manera pacífica durante un largo periodo, sin exabruptos de violencia, predominó la búsqueda de acuerdos. La canalización de los conflictos. Ello se rompió con el estallido social, y se abrió un periodo de inestabilidad política, de exacerbaciones y de inseguridad que solo se ha distendido con el otro estallido, el de las urnas.
¿De qué manera la pandemia agudizó las dificultades de la coyuntura?
– Como las desgracias nunca vienen solas, a poco andar surgió la pandemia global del COVID-19. Las pandemias son una vieja compañera de la humanidad que nos recuerdan nuestra fragilidad y que dejan una trágica huella. Lo curioso es que en el Chile inseguro y dividido de ese momento tuvo también el efecto de calmar las aguas, de generar solidaridades, de mostrar que teníamos un Estado con muchos defectos, pero también con virtudes. Fuimos el país latinoamericano que salió mejor parado.
¿Qué espera de sus eventuales electores?
– Yo solo expongo un punto de vista. Cada lector juzga si ello tiene sentido para él o ella”.
“La transición cilena tuvo errores y límites”
Ernesto Ottone Fernández (Valparaíso, 1948) es sociólogo y ensayista. Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad La Sorbonne – Nouvelle de Paris. Académico de la Universidad de Chile, profesor honorario de la Universidad Diego Portales.
Miembro de Número y vicepresidente de la Academia de Ciencia Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Columnista de La Tercera. Entre su vasta obra, destacamos: La democracia en la neblina. Un extravío peligroso (Catalonia, 2020), una de las más recientes.
Ernesto, ¿qué significó para usted el estallido del 18 de octubre de 2019?
-Como para la enorme mayoría de los chilenos me sorprendió su violencia. Yo tenía conciencia que el impulso propulsivo de los primeros 20 años de democracia había decaído y había una frustración en un amplio sector de la población. Si bien las cifras mostraban los avances innegables, la percepción subjetiva era otra.
A ello se sumó los escándalos políticos, financieros, morales que hizo perder en muchos, con justa razón, la confianza en las instituciones.
Esto fue utilizado por violentistas y lumpen anarquistas y oportunistas para desatar una violencia antidemócratatica. Yo la critiqué desde el primer momento. Creo que hay que separar las manifestaciones destructivas, de la protesta que expresaba su frustración y críticas de manera cívica y masiva.
¿Le parece válido el cuestionamiento a la transición que se hizo?
– No. Como todo proceso social la transición chilena tuvo errores y límites. La perfección no es de este mundo. Pero también tuvo grandes logros y su gradualidad correspondió a la correlación de fuerzas entre quienes querían reformas y las fuerzas conservadoras que nunca han pesado menos de alrededor de un 45 % en Chile, y a la convicción de que era necesario cuidar la convivencia democrática. La crítica en que aparece ese periodo como un pura continuidad política, económica y social de la dictadura no se sostiene. Es absurda.
¿Qué se consiguió con el Acuerdo La Paz Social y la nueva constitución del 15 de noviembre?
– Se entendió que era necesario buscar una salida institucional a una situación de creciente polarización que el gobierno de entonces no estaba en condiciones de garantizar un encauzamiento.
Cuando habla que conviven dos realidades del país. ¿A qué se refiere?
– Me refiero a un país real que ha avanzado mucho, aunque todavía está lejos de tener un desarrollo integral y plenamente inclusivo, y la percepción de frustración de quienes abandonaron la pobreza, pero viven en una frontera precaria. Si el país no continúa avanzando pueden retroceder.
La búsqueda de un camino concebido en el Acuerdo del 15 de noviembre, se encontró que los votantes de la eventual nueva constitución se inclinaron mayormente por el rechazo. ¿Qué significó esto?
– Significó que el proceso convencional realizado estuvo muy marcado por fenómenos efímeros que conformaron una votación sesgada en la que estuvo sobre representada una izquierda muy radical y que elaboró in proyecto partisano a mitad de camino entre una constitución y un programa político exacerbado que hería la estructura democrática y generaba confusiones entre pueblos y nacionalidades. El rechazo no fue conservador, fue sensato.
¿Qué espera del nuevo proceso constituyente?
– Espero que responda al deseo de un cambio constitucional que enmarque un Estado Social, democrático moderno y pluralista que la ciudadanía pueda aprobar.
¿Considera que Chile mientras no resuelva el tema constitucional está al borde del precipicio?
No. Hay un proceso constitucional que puede encaminarse razonablemente bien. Recuerde que son los países los que hacen las constituciones, no al revés. El contexto de los próximos años será duro en el mundo y Latinoamérica. El Fondo Monetario Internacional (FMI) tiene expectativas muy sombrías para la economía mundial. Para 2023 se espera un crecimiento de apenas 2,9 % y Chile estará casi cuatro puntos por debajo de ese promedio.
¿Qué podemos hacer para cambiar ese escenario?
– Sobre todo mejorar calidad de la gobernabilidad, el presidente Boric no puede dar señales contradictorias. Debe dejar la refundación y abrazar la reforma.
¿Tiene esperanzas?
-La esperanza debe acompañar siempre la acción pública. Pero para que tenga fundamento debe unir las convicciones a la responsabilidad. En ese sentido sí que la tengo.