Quiero partir este artículo con un par de afirmaciones: la primera, puede parecer obvio aunque para mí no hay nada obvio, menos en política, es que debo expresar que no hay actividad más humana que la política, para mí. Y la segunda que, así cómo la mayoría de los partidos a nivel internacional convergieron producto de la guerra fría hacia el centro, los partidos, en Chile, sin excepción, fuesen de derecha o izquierda, además tuvieron que ajustarse a la presencia de la globalización, dando paso en este proceso a un modelo que difuminó los límites ideológicos, políticos y programáticos de todos ellos, provocando la promiscuidad, dando paso al surgimiento y presencia de populismos y al distanciamiento del pueblo de los partidos políticos..
Muchos de nosotros, que arrastramos años de experiencia y conocimiento (vivimos los sistemas republicano, dictadura y advenimiento a la democracia, con su respectiva transición) entendemos, que es por opción cuando se adquiere un verdadero compromiso que, en el pasado, obedecía a que, por tradición republicana, los partidos políticos no se creaban con banderas y consignas, sino que surgían y crecían orgánicamente con la clase social en cuyo nombre hablaban y no basaban, como ahora, su accionar político sobre “hechos contingentes pertinentes”
Hoy, no existiendo la bipolaridad del mundo, la crisis política ha fructificado en Chile produciendo el desconcierto de todo un pueblo que se manifiesta con suma desconfianza ante los partidos y los gobiernos, sean estos de centroderecha o centroizquierda, no obstante el aporte de los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría en los que se han realizado grandes transformaciones económicas y sociales, pero siendo insoslayable el hecho que ¡hemos cambiado el país pero hemos sido incapaces de transformar la política!.
Por lo manifestado en al párrafo anterior, a estas alturas creo que nadie se pregunta por qué el estallido social en nuestro país.
Creo que el pueblo, la gente, las personas o como quieran denominarlo se merecen una explicación de lo que sucede antes de las elecciones. Primero, el concepto de libertad y seguridad que blanden en su conjunto los partidos de derecha sin excepción es motivo de preocupación porque hacer flamear los uniformes del ejército en veredas y calles de este país contra todo opositor a la violencia y defensor de la democracia, como medida de seguridad, para dar plena libertad al mercado con sus mayores y mejores representantes, es represión y atraso.
Para que se entienda que no discrimino a un sector, utilizaré las mismas palabras, pero ahora con el sentido que propicia la centroizquierda y el candidato Boric: “La libertad del ser humano sólo se consigue con seguridad social”.
Cabe señalar que para la coalición de derecha el predominio del egoísmo sobre la solidaridad, del exclusivismo sobre la fraternidad, necesita de una estructura económica, que no es otra que la propiedad entendida como conjunto de derechos egoístas adquiridos del individuo, cuyo sentido es la predisposición a creer que se es “libre” cuando se utilizan todos los medios económicos para ser poderoso. ¡Esto conlleva a crear una identidad de ciudadano antagónica a la construcción de ciudadanía!
Es en este contexto, el atraso o desarrollo de los pueblos para muchos economistas siempre tiene connotaciones económicas, siendo la acumulación cultural tanto o más importante que la acumulación de capital, toda vez que las costumbres, la ética y los asuntos cotidianos afectan, también, los asuntos de Estado.
La acumulación cultural es dotar de personalidad humana a los pueblos que, supuestamente carecen de personalidad, de brindarle dignidad al individuo y atención a los débiles.
Para esto, la centroizquierda debe darse la tarea de dar expresión a los estados de ánimo o a las aspiraciones concretas de todos los sectores en un programa con contenido democrático, social y económico que cambie la relación pueblo-poder y, no como lo considera José Antonio Kast y los partidos que lo siguen, que deben “amasar” y “moldear” esos estados de ánimo viéndose a sí mismos como tutores de la sociedad civil, aunque, en cada campaña, siguen invocando la voluntad de ellos para justificar su espíritu social.