Señor director:
Diversos autores literarios, especialmente de poemas y hasta bíblicos, nos alumbran con el poder de los ojos como “reflejos del alma”. Hoy, en que buena parte del rostro se cubre con las mascarillas, la mirada adquiere especial relevancia: si queremos conquistar o coquetear, también demostrar nuestro enojo o admiración, así también interpretar el mensaje de quienes nos miran, nos exige un especial esfuerzo del lenguaje ocular.
Reflejar nuestra alma, cómo descubrir las de nuestro entorno, guardando silencio y ocultos los demás gestos faciales, es una buena tarea, una sin igual gran experiencia.
¿Podría ser acaso una recomendación para que la ensayen y perseveren en ese lírico y romántico esfuerzo los demasiados que conforman nuestra clase dirigente y los postulantes a ella y que los ciudadanos podamos escoger a las almas más serenas, bondadosas y altruistas?
Ignacio Cárdenas Squella